Los viejos amores demoran mucho para morir. Pueden sobrevivir decepciones y separaciones, pequeรฑas crueldades y efรญmeras pasiones, pero finalmente sucumben a la roedora erosiรณn del tiempo. De pronto, una gรฉlida maรฑana, amanecen muertos. Durante un tiempo demasiado largo fui amante del deporte brutal de las peleas de campeonato, pero ahora he llegado finalmente al gรฉlido amanecer. No se puede amar a lo que habita una alcantarilla. Y el mundo del boxeo es ahora mรกs fรฉtido y repugnante de lo que jamรกs habรญa sido en su escuรกlida historia.
Cada mes, en esta era de premios multimillonarios, de la televisiรณn por cable y del pago-por-evento, las peleas de campeonato son arregladas por concertaciรณn. Hay falsos campeones en cada una de las divisiones de pesaje. Chicos valientes asumen negociaciones faustianas para obtener peleas donde podrรญan aspirar a tรญtulos de campeonato, para luego ser robados y explotados por promotores rapaces. Cuando sus cerebros ya han sido apaleados y sus ojos triturados hasta la ceguera serรกn tratados como vagabundos, abandonados y en constante escarnio. En este paรญs se trata mejor a los perros viejos que a los antiguos boxeadores de postรญn. Ya no quiero mirar mรกs hacia ese mundo inmundo y contribuir en la continuidad de su existencia. Por lo menos, no en el estado en que se encuentra actualmente.
Cuando yo era joven y crecรญa en los bloques de apartamentos de la Nueva York posterior a la Segunda Guerra Mundial, el pugilismo era el prรญncipe negro de todos los deportes. Desde luego, el bรฉisbol era nuestra religiรณn secular, pero se jugaba en pรกramos soleados donde rara vez habรญa jugadores lastimados. Muy poca gente de la Amรฉrica burocrรกtica mostraba pasiรณn hacia el futbol americano o el baloncesto.
Pero el boxeo exudaba el peligroso glamour de la noche urbana. Los viernes por la noche viajรกbamos en metro hacia el viejo Madison Square Garden. Antes de la funciรณn, el lobby se atiborraba con los chicos rudos de barrio y policรญas que libraban, viejos boxeadores con las caras ajadas, apostadores de ojos muertos y sombreros gris perla con terciopelo en las solapas de sus abrigos. Habรญa muchos anillos en meรฑiques. Algunos tipos iban con sus mujeres, criaturas carnosas con cabelleras cegadoras y brillosos labios de grana. Todos fumaban y el aire mismo parecรญa cargarse con el inminente rito sanguรญneo. Estรกbamos todos ahรญ para presenciar la transformaciรณn de la violencia en arte.
En su mรกxima forma de expresiรณn, el boxeo era un arte. Para mi generaciรณn, el gran maestro era Sugar Ray Robinson, quien como campeรณn de peso welter y peso medio mostraba todas las cualidades que precisaban los grandes luchadores: soberbia tรฉcnica de boxeo, combinaciones en rรกfaga de golpeo y el poder del nocaut en cada uno de sus puรฑos. รl sabรญa de tรกcticas y de estrategias. Ejercรญa la astucia y la decepciรณn. Preparaba espectaculares y elegantes emboscadas.
Por esa razรณn muchos de nosotros llenรกbamos el Garden y otras arenas no tan glamorosas de otras ciudades americanas. Querรญamos ver a otro Robinson. No solamente por las habilidades que mostraba, sino por la otra inmensa cualidad que nos revelaba: corazรณn. No se trataba de simple valentรญa, pues sabรญamos que cualquier hombre que se calzaba los guantes y entraba a un ring tenรญa un cierto grado de valentรญa o coraje, mayores a los de la mayorรญa de los hombres. Pero decir que un hombre tenรญa corazรณn era un asunto mรกs complicado. El boxeador con corazรณn era capaz de soportar el dolor con tal de poder producirlo. El boxeador con corazรณn aceptaba las crueles reglas del deporte. No debรญa โni podรญaโ darse por vencido. Podรญa quedar desclasificado o superado, pero jamรกs buscarรญa una salida. Por eso el Muhammad Ali del apasionante combate en Manila serรก recordado mucho tiempo despuรฉs de que hayamos muerto todos: habรญa sobrevivido el salvaje purgatorio llamado Joe Frazier y emergiรณ orgulloso y triunfante.
En su mรกs gloriosa expresiรณn, el pugilismo no era una pelรญcula en la que cada acciรณn estaba coreografiada y en donde siempre ganaban los buenos. Cuando veรญamos una pelea, sabรญamos que el daรฑo era real. La sangre era real. El dolor era real. Cuando habรญa un guiรณn, cuando el resultado era sabido aun antes de que se lanzara un puรฑetazo, la pelea estaba arreglada.
En los aรฑos cincuenta, cuando me la pasaba en el Gimnasio de Sullivan y el Gimnasio Gramercy, habรญa peleas arregladas. Frankie Carbo y Blinky Palermo y otros gรกngsters se habรญan adueรฑado del deporte; un campeรณn de peso ligero prestรณ su tรญtulo en por lo menos dos ocasiones y la divisiรณn de los pesos welter no era mรกs que un montรณn de escoria. El objetivo de estas peleas arregladas era dar un golpe en las apuestas. Al boxeador se le daba dinero para que perdiera. Uno podรญa hacerse de un buen dinero si se llegaba a saber que un contendiente, abajo tres a uno en las apuestas, era el seguro ganador. Todos los metidos en el mundo del boxeo sabรญan lo que pasaba y los cronistas deportivos tambiรฉn lo sabรญan. Jimmy Cannon, del diario New York Post, llegรณ a definir al boxeo como โel distrito rojo de los deportesโ.
La revelaciรณn pรบblica de aquellas peleas arregladas casi mata al boxeo. Los viejos aficionados miraron hacia otro lado; si lo que querรญan era ficciรณn, irรญan al cine. Los jรณvenes buscaron su violencia ritualizada en el fรบtbol americano, en el hockey sobre hielo, y encontraron nuevos modelos de elegancia en el baloncesto. Los jรณvenes no empezaron a asistir a las peleas hasta el ascenso de Muhammad Ali.
Desde luego que, en tanto agonizaban las peleas de box, hubo llamamientos para una reforma. Hubo investigaciones y algunas condenas. Un menguado nรบmero de aficionados fatalistas encogieron los hombros. Era fรบtil quejarse sobre la corrupciรณn en el boxeo; existรญa desde sus comienzos y sรณlo un necio podrรญa creer en su completa redenciรณn. Tales aficionados sรณlo podรญan desear que la belleza de su arte sobreviviese de alguna manera, como flores rebosantes en medio de un basurero. Buscaban otro Robinson. Yo era uno de รฉsos.
A travรฉs de los aรฑos, a pesar de todo lo que sabรญa, pervivรญa mi pasiรณn. Habรญa periรณdicos y revistas que me pagaban para cubrir peleas que yo mismo habrรญa pagado por ver. Me he emocionado en peleas celebradas en la Ciudad de Mรฉxico y en Dublรญn, Tokio y San Juan. Cuando derribaron el viejo Garden, seguรญ asistiendo a las peleas en el antisรฉptico nuevo Garden. Eventualmente, desaparecieron los sombreros gris perla y los anillos en los meรฑiques. Las suntuosas rubias dieron paso a las modelos anorรฉxicas. Yo seguรญa asistiendo a las peleas.
En el camino lleguรฉ a creer que los boxeadores mismos estaban entre los mejores seres humanos que conocรญa. Estaban misericordiosamente libres de toda la mierda machista de tantรญsimos deportistas profesionales. Eran tiernos de una forma masculina. No es accidente que a lo largo de cuarenta aรฑos uno de mis amigos mรกs cercanos fuera Josรฉ Torres, que fue campeรณn mundial de peso ultraligero en los aรฑos sesenta y, luego, Director de la Comisiรณn de Deportes del Estado de Nueva York. Acostumbrรกbamos discutir en torno a las grandes peleas con la pasiรณn del entusiasmo.
Ya no.
Finalmente, luego de muchos aรฑos, he llegado al punto de reacciรณn. Tal como se conduce ahora ese deporte resulta repulsivo. Mis objeciones no se refieren a sus brutalidades inherentes. Los americanos no pueden jactarse de ser lo suficientemente โcivilizadosโ como para sancionar al boxeo, cuando aceptan tener el รญndice de homicidios mรกs alto del mundo desarrollado y sus polรญticos no son mรกs que aduladores de los enloquecidos armamentistas de la Asociaciรณn Nacional del Rifle. Somos un paรญs sumamente violento.
Mi revulsiรณn es mucho mรกs simple. Ya no quiero seguir siendo entretenido por un deporte cuyos participantes estรกn siendo sistemรกticamente robados, permanentemente lesionados, e incluso, muertos. No me importan los mรกnagers, promotores o los varios canales de televisiรณn que transmiten las peleas en la seguridad de los hogares americanos. Si todos abordaran un aviรณn que se estrellase en los Alpes, no derramarรญa una sola lรกgrima.
Hablo aquรญ de los boxeadores. De los jรณvenes deportistas que nos alquilan su valor, los que salen de las calles mรกs crueles de las peores ciudades y, durante unas pocas temporadas, ganan mรกs dinero que todas las generaciones sumadas de sus familias. Hablo de quienes empuรฑan el oro durante unas pocas y dulces temporadas, para luego ser despojados de รฉl por rateros. Hablo de los veteranos con los cerebros revueltos. Los chicos prematuramente seniles que caminan sobre los talones.
Si esos jรณvenes no pueden obtener protecciรณn, el boxeo debe quedar prohibido.
II.
El riesgo mรกs evidente para un boxeador es el mรกs inevitable: daรฑo cerebral. Los boxeadores saben que al entrar en combate arriesgan todo, hasta su vida misma. Es parte del trato. Su cualidad personal mรกs atractiva es el fatalismo. Son jugadores del รบnico deporte cuyo logro supremo consiste en machacar al oponente hasta la inconsciencia. Cada luchador, incluso el mejor de todos, sabe que algรบn dรญa le puede suceder a รฉl.
Pocos boxeadores, y no muchos aficionados, saben lo que realmente sucede. En un reportaje publicado en 1993 en The American Journal of SportsMedicine (Revista Americana de Medicina Deportiva), los mรฉdicos suecos Ivonne Haglund y Ejnar Eriksson resumieron los estudios clรญnicos mรกs recientes en torno a las lesiones del boxeo. Aceptaban que hay menos lesiones en el boxeo que en el fรบtbol americano, rugby, fรบtbol, hockey sobre hielo, esquรญ alpino o carreras automovilรญsticas. Pero consignaron que โel boxeo difiere de los deportes en tanto el boxeador estรก expuesto a repetidos impactos a la cabezaโ.
Los repetidos impactos a la cabeza, sea en peleas de campeonato o en el gimnasio, tienen consecuencias. El lenguaje tรฉcnico del informe Haglund-Eriksson tiene una escalofriante objetividad:
โLa contusiรณn cerebral es la mรกs comรบn de las lesiones graves del cerebro y se define como un impedimento de la funciรณn neurolรณgica secundaria a las fuerzas motrices, resultante en inconsciencia o, por lo menos, estados de mareo. Mareos, pรฉrdida de memoria y nรกusea pueden suceder al k.o.โ
De aquรญ que muchos boxeadores no tengan memoria de lo que les aconteciรณ en sus derrotas. Y luego: โLa severidad del daรฑo agudo puede variar de alteraciones transitorias de la funciรณn cognitiva al daรฑo cerebral irreversible y la muerteโ.
Hace unos aรฑos estaba en el Madison Square Garden cuando un valiente boxeador cubano de peso welter, llamado Benny โKidโ Paret, fue amartillado hasta la inconsciencia por Emile Griffith. Sufriรณ un hematoma cerebral, que me fue descrito por uno de los mรฉdicos de Paret de la siguiente manera: โAl cerebro se le aplasta repetidas veces contra la pared del crรกneo y el daรฑo es devastadorโ. Pocos dรญas despuรฉs, luego de una operaciรณn para aliviar la inflamaciรณn de su apaleado cerebro, Paret muriรณ.
Otros boxeadores no son tan afortunados. Terminan ebrios de golpes. La etiqueta cientรญfica es โdementia pugilisticaโ o โencelafalopatรญa crรณnica progresiva traumรกtica del boxeadorโ. De acuerdo con la literatura mรฉdica, este sรญndrome afecta entre al nueve y veinticinco por ciento de los boxeadores profesionales. Las vรญctimas mรกs comunes se encuentran entre los pesos pesados, cuyas cabezas son machacadas con mayor fuerza que las de los peleadores de pesos inferiores, y entre los boxeadores mediocres, particularmente los golpeadores que carecen de habilidades tรฉcnicas. Desde luego, estos รบltimos son los oponentes en las modernas peleas arregladas.
El informe Haglund-Eriksson describe las tres etapas del sรญndrome de ebriedad por golpes:
โLa primera etapa se manifiesta por vรญa de alteraciones afectivas y ligera descoordinaciรณn. En la segunda etapa, incrementan los sรญntomas psiquiรกtricos; pueden aparecer ideas paranoides, leve dysarthria y temblores en reposo. La tercera etapa se caracteriza por un descenso en las funciones cognitivas generales, dรฉficit de memoria, pรฉrdida del oรญdo, hyperreflexia, dysarthria, temblores constantes y descoordinaciรณnโ.
Esto es, el habla se arrastra y aparecen vados en frases como rasgaduras sobre una pelรญcula. El ex boxeador empieza a andar de una manera jaloneada, raramente melindroso. A menudo se retira del mundo, como si escuchase conversaciones privadas u orquestas secretas. Los estudios tambiรฉn indican que los ebrios de golpes empiezan a actuar de manera inmadura y agresiva, sospechosos de todo lo que los rodea, y puede haber otras consecuencias. Los estudios sugieren que los boxeadores padecen el mal de Parkinson con mayor frecuencia que los demรกs, asรญ como la esclerosis mรบltiple y los tumores de lรณbulo temporal. Los golpes a la cabeza son considerados como uno de los desencadenantes del Alzheimer. El sรญndrome de la ebriedad de golpes no deviene con rapidez; a veces, aparece siete aรฑos despuรฉs de haber iniciado una trayectoria pugilรญstica, y otras, hasta 35 aรฑos despuรฉs. El promedio anda por los diecisรฉis aรฑos. Prรกcticamente se desconoce entre peleadores amateurs, cuyas carreras son mรกs cortas, pero hay una cosa que queda absolutamente clara: mientras mรกs tiempo pelea un boxeador, mayor probabilidad de quedarse ebrio de golpes.
La noche de la pelea de Tyson contra Bruno, fui a un sitio llamado Official All Star Cafe en Times Square. Habรญa una enorme fiesta privada para honrar el vigรฉsimo aniversario de la primera pelรญcula de Rocky, y la multitud se agolpaba en las aceras para mirar a Sylvester Stallone y las celebridades que รฉl mismo podrรญa atraer. Una de esas celebridades era Muhammad Ali.
Ali ya estaba allรญ cuando yo lleguรฉ, vestido con una camisa de manga larga de color rojo oscuro, sentado en una mesa con su esposa y su joven hijo. A su derecha habรญa una inmensa pantalla cinematogrรกfica en la que proyectaban las peleas preliminares desde el hotel MGM Grand en Las Vegas. El salรณn estaba atestado con ciudadanos del rollo boxรญstico: Riddick Bowe y Lennox Lewis, Ray Leonard y Willie Pep, mรกnagers y promotores, esposas y novias. Todos evitaban mirar a Muhammad Ali.
Tenรญa la cabeza gacha e intentaba comer, mas su mano derecha temblaba con tal furor que no podรญa acercarse el pedazo de pollo ni a dos pulgadas de su boca. Su esposa Lonnie puso su mano sobre la de รฉl para calmar su temblorina y dulcemente guiรณ al pollo hacia su destino. Ali masticรณ diligentemente, mas no levantรณ la cabeza.
A lo largo de la noche la gente acudรญa a su mesa para inclinarse y hablar con el arruinado hombre de cincuenta y cuatro aรฑos de edad. A veces, sonreรญa. A veces, murmuraba una respuesta. A veces se levantaba, posando para fotografรญas, pero luego volvรญa a la silla, con el otrora grรกcil, ligero y poderoso cuerpo languideciendo, todo envuelto en los temblores del Parkinson, con el daรฑo a cuestas, causado por el feroz oficio que alguna vez รฉl honrรณ.
La enfermedad, causada en el caso de Ali por los repetidos golpes a la cabeza, es insidiosa, degenerativa, humillante y borra tanto la voluntad como la memoria. Lo sรฉ de cierto: mi madre, que fue golpeada en la cabeza por un asaltante en 1979, llegรณ a los ochenta y siete aรฑos de edad atrapada en esa prisiรณn silenciosa. Le he dado de comer, tal como Lonnie alimenta a Ali.
Los ojos de Ali sรณlo enfocaron con intensidad hasta que Mike Tyson bajรณ por el pasillo en Las Vegas, a punto de empezar la pelea. Jamรกs sabremos lo que ahora se mueve en su mente, pero รฉl mismo realizรณ el mismo recorrido durante tantas veces ante estadios y arenas repletas que repetรญan el cรกntico de A-LI, A-LI, A-LI … Cuando joven, se habรญa hallado entre las grandes hordas en que la mitad de la audiencia lo odiaba y permaneciรณ el tiempo suficiente como para convertirlos a todos, pues el A-LI, A-LI no se debรญa a la celebridad o al รฉxito, sino que versaba en torno a la excelencia y al corazรณn. Y era, ademรกs, asunto de desafรญo personal: de momios, de escรฉpticos, de racistas, del gobierno americano y del dolor. Al paso, Ali se volviรณ mito y la mayorรญa de los mitos son tambiรฉn tragedias.
Los boxeadores jรณvenes se concentraban en Mike Tyson y Frank Bruno, peleando contra ellos en sus respectivas imaginaciones. Jamรกs volteaban a mirar a Ali; Riddick Bowe y Lennox Lewis eran aรบn tan jรณvenes como para creer en la mentira que jura: Eso no me puede suceder a mรญ. Una vez que Tyson amartillรณ a Bruno, quitรกndole el campeonato, Ali se incorporรณ, fue abrazado por Stallone, tomรณ el brazo de Lonnie y se marchรณ entre la muchedumbre.
Ali pagรณ el precio por su valor, y asรญ tambiรฉn Jerry Quarry.
Ya casi no vemos a Jerry Quarry. Fue el mejor boxeador blanco de los pesos pesados de su รฉpoca, una distinciรณn a la que se resistรญa. โNo soy una esperanza blancaโ, me dijo en una ocasiรณn, mientras entrenaba en las montaรฑas Catskills. โSรณlo soy un luchadorโ.
Era mรกs que eso. Podรญa boxear con habilidad. Tenรญa un buen gancho izquierdo, hiriente. Sobre todo, tenรญa corazรณn. Pero fue su mala suerte ser bueno en tiempos de Muhammad Ali y Joe Frazier, quienes lo vencieron y le dieron una paliza. Peleรณ dos veces por el campeonato de los pesos pesados y perdiรณ ante Frazier y Jimmy Ellis. Pero ganรณ por puntos ante Floyd Patterson, quien habรญa sido dos veces campeรณn mundial de los pesos pesados. Noqueรณ al feroz ponchador Earnie Shavers en un solo asalto. En una carrera profesional de doce aรฑos, Quarry ganรณ 53 peleas profesionales, perdiรณ nueve, con cuatro empates; antes de volverse profesional, ganรณ en 170 peleas amateurs. Hubo muchos asaltos ante los gritos de los fanรกticos y hubo diez veces mรกs en el gimnasio y sin pรบblico.
Hoy, a los 51 aรฑos de edad, Quarry es el cascarรณn de un hombre, su mente ida, perdida en la dementia pugilistica, con los millones de dรณlares de sus ganancias desaparecidos. Steve Wilstein, de la agencia Associated Press, lo encontrรณ el aรฑo pasado en Hernet, California, en donde Quarry vivรญa al lado de su hermano con una pensiรณn de la seguridad social de 614 dรณlares al mes. Wilstein escribiรณ: โNecesita ayuda para afeitarse, ducharse, ponerse los zapatos y los calcetines. Pronto, probablemente, paรฑales. Su hermano mayor, James, le corta la carne en pedazos pequeรฑos para que no se ahogue y lo tiene que engaรฑar para que coma cualquier cosa que no sea el cereal Cheerios de Manzana-Canela, que adora comer por las maรฑanas. Jerry sonrรญe como niรฑo. Se arrastra como un anciano. Habla lenta y atropelladamente. Lleva ideas sueltas colgadas de las ramas de un cerebro agonizante. Tiempo borrado. Recuerdos torcidos. Voces que nadie mรกs escuchaโ.
Wilstwin hablรณ con el doctor Peter Russell, un neurรณlogo que examinรณ a Quarry el aรฑo pasado. Russell dijo que โJerry Quarry tiene ahora el cerebro de un octogenario. Estรก en la tercera etapa de la dementia, muy similar al Alzheimerโs. Si acaso vive otros diez aรฑos, serรก por pura suerteโ.
Podrรญa llenar las pรกginas de esta revista con los nombres de otras vรญctimas del boxeo, ninguna de los cuales fue tan famoso como Quarry o Ali. Consideremos sรณlo a uno: Wilfredo Benรญtez. Durante unos pocos aรฑos fue un esplรฉndido peso welter, un boxeador/pegador de talento y corazรณn. Fue entrenado por su padre, Gregorio, que lo volviรณ profesional en 1973, cuando el chamaco tenรญa quince aรฑos. Benรญtez ganรณ su primer campeonato mundial a los diecisiete. Se llamรณ a sรญ mismo la Biblia del Boxeo, haciendo reรญr a todos sus amigos, pues รฉse era el subtรญtulo de la revista The Ring. Wilfredo siguiรณ boxeando durante diecisiete aรฑos, enfrentando a los mejores peleadores en varias divisiones. A lo largo de sesenta y dos peleas fue noqueado cuatro veces, y luego de su รบltima pelea que perdiรณ por decisiรณn en Canadรก, las autoridades recomendaron un examen neurolรณgico, pues carecรญa de coordinaciรณn en sus movimientos. No se hizo el examen. Simplemente se retirรณ a su casa para siempre.
Hoy en dรญa, Wilfredo Benรญtez vive con su madre en Puerto Rico. Los ocho millones de dรณlares que se ganรณ en el ring ya no existen. Su esposa se ha ido. Su propia casa se ha ido. Incluso los muebles fueron embargados. Cuando mi amigo Josรฉ Torres lo fue a visitar el aรฑo pasado para invitarlo a una cena en honor de todos los antiguos campeones portorriqueรฑos, la madre de Wilfredo lo recibiรณ en la puerta y se soltรณ a llorar.
โMe da tanto gusto que hayas venidoโ, dijo ella. โNo sale de casa. No hace nada. Sรณlo se sienta en su habitaciรณn, a oscurasโ.
Torres entrรณ en la habitaciรณn y Benรญtez le sonriรณ de una manera dulce y le estrechรณ la mano. No habรญa nada mรกs quรฉ decir.
IV.
El debate en torno al salvamento del boxeo lleva ya varios aรฑos. Hace doce aรฑos, la Asociaciรณn Mรฉdica Americana hizo un llamamiento por su prohibiciรณn. Asรญ tambiรฉn las asociaciones mรฉdicas inglesa, canadiense y australiana, asรญ como la Academia Americana de Neurologรญa. Pero el deporte continรบa. El dinero es mรกs abundante que nunca gracias a los ingresos vรญa casinos de apuestas, la televisiรณn por cable y el sistema de pago-por-evento. Los chicos provenientes de barrios pobres siguen acercรกndose a los gimnasios con la ilusiรณn de alcanzar un botรญn. No revisan la letra pequeรฑa de los contratos. No les molesta que, a diferencia de los deportistas profesionales, no contarรกn con seguros mรฉdicos ni pensiones. Estรกn dispuestos a sacrificar hasta la mitad de sus ganancias para sus mรกnagers y firmar acuerdos a largo plazo con promotores de lo mรกs cochambrosos. A diferencia de los jugadores de baloncesto, fรบtbol americano y bรฉisbol, los boxeadores no cuentan con sindicato. Cuando se le acaba a un boxeador, se acaba.
Tal situaciรณn no debe continuar. Si el boxeo ha de seguir permitido en este paรญs, entonces ciertas reformas deberรญan ser obligatorias. Aquรญ hay algunas posibilidades:
1.Crear un cuerpo nacional que gobierne al deporte. En la mayorรญa de los deportes el รณrgano gobernante estรก compuesto por los dueรฑos de los equipos, quienes cuentan con comisionados y administradores que regulan el deporte. El รณrgano gobernante del boxeo deberรก componerse por las personas que ostentan la responsabilidad de su existencia: las cadenas de televisiรณn y los casinos de las apuestas. Tales son las entidades mรกs poderosas en el negocio pugilรญstico, equivalentes a los grandes estudios cinematogrรกficos. Si dejasen de transmitir el boxeo, y pagar inmensas sumas a los promotores individuales, desaparecerรญa el deporte. Obviamente, estรก a favor de sus propios intereses dejar de culpar de todos los males a Don King y Bob Arum. Tales promotores individuales pueden aรบn funcionar, tal como los productores individuales trabajan con la industria cinematogrรกfica y de televisiรณn. Pero los promotores deberรกn quedar sujetos a reglas y regulaciones mucho mรกs rigurosas a lo largo y ancho de la industria. Las principales cadenas de televisiรณn y los casinos pueden erradicar las peleas arregladas al negarse a transmitirlas. Pueden insistir en establecer โy procurarโ estรกndares competitivos. Pero deben estar unidos y deben tener el control sobre la calidad del producto. A efectos de una discusiรณn, llamemos a esta entidad la Organizaciรณn Americana de Boxeo.
2. Establecer una uniรณn de boxeadores.En cuanto un boxeador se vuelve profesional se le requerirรก obtener un carnรฉ profesional. La uniรณn podrรญa dividirse a la manera en que se dividen muchos sindicatos de la industria cinematogrรกfica, sea por la Costa Este u Oeste. Algunos modelos รบtiles: el Gremio de Escritores Americanos y el Gremio de Actores Cinematogrรกficos. Los lรญderes de tal sindicato negociarรญan con la Organizaciรณn Americana de boxeo para establecer un tabulador de pagos mรญnimos por pelea. Contribuirรญan en la supervisiรณn de los ingresos por taquilla, particularmente en el tinglado de las peleas en pago-por-evento. Controlarรญan, ademรกs, los planes de seguro mรฉdico y pensiones.
Por lo menos, un contrato diseรฑado por esta combinaciรณn de administraciรณn/sindicato deberรญa procurar lo siguiente:
โพProcurar que un equipo mรฉdico integral se encuentre en torno al cuadrilรกtero, con el apoyo tรฉcnico apropiado, incluyendo ambulancias.
โพInsistir en que los boxeadores se sometan a resonancias magnรฉticas y tomografรญas cada seis meses, con anรกlisis obligatorios luego de nocauts o de mรบltiples caรญdas. Las ganancias deberรกn retenerse hasta que se realicen tales pruebas. Sรณlo mรฉdicos certificados por la Organizaciรณn Americana de Boxeo podrรญan practicar tales pruebas y jamรกs se dejarรกn en manos de amistades corruptas del los promotores individuales.
โพCualquier boxedor que haya sido noqueado deberรก quedar condicionado. Suspender por noventa dรญas a cualquier boxeador que haya sufrido un nocaut limpio. Prohibir de por vida a cualquier boxeador que haya sido noqueado en tres ocasiones. Las prohibiciones deberรกn incluir el boxear en gimnasios.
โพInsistir en el retiro obligatorio a la edad de treinta y cinco aรฑos. Todos los estudios demuestran que mientras mรกs tiempo labora un boxeador en su oficio, mayor es el riesgo de contraer daรฑo permanente. El daรฑo es tambiรฉn acumulativo. Si un boxeador no ha amasado su fortuna a los treinta y cinco aรฑos de edad, jamรกs la alcanzarรก. (George Foreman parecerรญa ser la excepciรณn, pero luego de estar retirado durante una dรฉcada, ha estado recibiendo palizas durante sus mรกs recientes peleas.) Es obsceno permitir que Roberto Durรกn y Larry Holmes continรบen siendo aporreados en la cabeza para entretenimiento de extraรฑos.
โพRequerir anรกlisis obligatorios de hiv-sida antes de cada pelea. Tal como se lo recordรณ al mundo Tommy Morrison, luego de resultar positivo, el boxeo es un deporte sangriento.
โพAnalizar antes de cada pelea la posible presencia de esteroides y demรกs drogas. Un peleador insuflado con drogas incurre en fraude al consumidor.
โพLimitar a diez por ciento la parte de las ganancias correspondiente al mรกnager. En estados como Nueva York, un manager tiene derecho legal a una tercera parte de la bolsa obtenida por un peleador, pero en otros estados los mรกnagers arrebatan hasta un cincuenta por ciento. Un boxeador es un personaje del entretenimiento que no deberรก pagar un porcentaje mayor al que le paga un actor a su agente. Sylvester Stallone recibe veinte millones de dรณlares por una pelรญcula; no le cede la mitad de esa suma a sus agentes en William Morris.
โพContratar a un reconocido despacho contable para la verificaciรณn de todos los estados financieros. Cualquier promotor que sea sorprendido sobornando a boxeadores o mรกnagers deberรก quedar expulsado de por vida y sujeto a proceso judicial por extorsiรณn en aquรฉllos estados donde se realice la demanda.
โพNegociar un plan vitalicio de seguro mรฉdico y por incapacidad para boxeadores, uno que pueda cubrirlos mucho tiempo despuรฉs de que hayan colgado los guantes. Dado que la dementia pugilistica puede aparecer tarde, que obtengan el mejor cuidado posible mientras vivan. Esto podrรญa financiarse a travรฉs de contribuciones de promotores individuales y la Organizaciรณn Americana de Boxeo, junto con pequeรฑas contribuciones (digamos del uno por ciento) por parte de boxeadores en activo.
โพEstablecer un plan de pensiones basado en ingresos reales. Serรญa lo justo; un boxeador que se retira luego de diez peleas no deberรก recibir la misma pensiรณn que un hombre con sesenta peleas. Pero hoy en dรญa, salvo una excepciรณn, no existe pensiรณn alguna en el boxeo profesional. Un jugador promedio de bรฉisbol con cinco temporadas en las grandes ligas recibe una pensiรณn; Roberto Durรกn, no la recibirรก. La excepciรณn fue diseรฑada por Randy Neumann, un รกrbitro y antiguo boxeador que diseรฑรณ un plan de pensiones para la Federaciรณn Internacional de Boxeo. Tal plan exige un dos por ciento de contribuciones por parte de los campeones y retadores de la FIB, con una edad de retiro de treinta y cinco aรฑos. Es el รบnico plan de pensiones para boxeadores y es, desde luego, inadecuado. La FIB es una organizaciรณn auto-creada que sanciona peleas de campeonato y trata solamente con campeones y retadores al tรญtulo. Como resultado, el plan no cubre al boxeador comรบn y corriente, el chamaco aรบn en preliminares, el sparring, el hombre de la honrosa carrera en la medianรญa que jamรกs llega a obtener una oportunidad de optar por el tรญtulo. Luego de dos aรฑos de existencia, sรณlo hay cien participantes en ese plan y 400.000 dรณlares como activo, sin provisiones para cuidado mรฉdico o por incapacidad. Aรบn asรญ, se trata de un comienzo y le debemos un aplauso a Neumann.
โพForzar a los promotores โmas no a los boxeadoresโ a pagar cuotas de sanciones. รstas son ahora arrebatadas por entidades tan rateras como son el Consejo Mundial de Boxeo (CMB), la Organizaciรณn Mundial de Boxeo (OMB) y la Asociaciรณn Mundial de Boxeo (AMB), y demรกs ingredientes de la sopa boxรญstica. Bajo el sistema actual un campeรณn deberรก pagar a una o mรกs de estas organizaciones autodesignadas para tener el privilegio de defender su propio tรญtulo. Estas cuotas no deberรกn pagarse en absoluto, y desde luego, no deberรกn ser pagadas por los boxedores. El presente sistema es como pedirle a cada jugador de la Serie Mundial de Bรฉisbol el pago de un tres por ciento de su ingreso al bรฉisbol organizado por el privilegio de volverse campeรณn.
โพOtorgar licencia a gimnasios de boxeo profesional. Hoy en dรญa existe un estado de anarquรญa. Un boxeador de peso medio que es noqueado un viernes puede estar peleando contra un peso pesado en el gimnasio al siguiente martes. Los chicos amateurs son a menudo lanzados contra curtidos profesionales. Los gimnasios de boxeo deberรกn ser tratados como escuelas. Tales escuelas y sus facultades deberรกn tener licencia y responsabilidad sobre todo lo que acontece entre sus muros. Los nocauts en gimnasios deberรกn ser reportados ante comisiones. Cada boxeador profesional sabe que el mayor daรฑo fรญsico acontece dentro del gimnasio. Si los boxeadores llegan a estar totalmente protegidos, deberรกn quedar incluidos tambiรฉn los gimnasios.
โพComputarizar los resultados de boxeo para los cincuenta estados e insistir en la verificaciรณn de los resultados en el extranjero. Tales resultados no deberรกn incluir solamente triunfos y derrotas, sino tambiรฉn detalles de los nocauts, malos golpes y seรฑas de malos reflejos. Tales resultados eliminarรญan la llamada โlata de tomateโ, del boxeador que ha perdido mรกs que lo que ha ganado y es entonces utilizado para crear falsos resultados en aras de fraudes, como Peter McNeeley. Computarizar huellas dactilares podrรญa asegurar que los boxeadores expulsados o impedidos en un estado no aparezcan bajo otro nombre en otros estados.
โพProveer servicios legales gratuitos para todos los boxeadores. Los boxeadores deben estar en posibilidades de leer los contratos que firman. Si son analfabetos, deberรกn contar con la cuidadosa explicaciรณn de los documentos legales por parte de abogados neutrales. De no hablar o leer inglรฉs deberรกn contar con traducciones y explicaciรณn en la lengua materna del boxeador. El incumplimiento, en presencia de testigos, deberรก nulificar contratos y obviarlos en caso de reto.
โพSeparar el papel del mรกnager del de promotor. En la industria fรญlmica, los agentes no pueden ser simultรกneamente productores. Tales roles son adversos por definiciรณn. En Nueva York y otros estados es ilegal que un mรกnager funja como promotor de su boxedor. Tambiรฉn es ilegal ser el mรกnager en realidad y contratar a un prestanombres. De aquรญ que Don King jamรกs traerรก a Mike Tyson a pelear en su Nueva York natal. Tales leyes deberรกn ser nacionales y apuntaladas con sanciones y fiscalizaciรณn.
โพEliminar las clรกusulas de โopcionesโ en los contratos. El promotor/mรกnager ha convertido esto en costumbre. Esto induce a que varios mรกnagers presten a sus propios boxeadores a personas que los machacarรกn. Tambiรฉn premia a los ganadores con una forma de servidumbre. Es un absurdo y deberรก desaparecer.
Quizรก ninguna de estas reformas pueda llevarse a cabo y quizรก no deban realizarse. Al ver los resultados he llegado a creer que el boxeo es un resto de un pasado mรกs primitivo que deberรก erradicarse y matarse. Ya no lo amo. Pero si el boxeo profesional sigue existiendo, entonces sus organizadores deberรกn elegir: lo pueden limpiar y poner en orden, o de plano, liquidarlo. Es ya demasiado tarde para Muhammad Ali y Jerry Quarry y Wilfredo Benรญtez. Ellos habitan un triste y silente limbo. Pero ellos deben ser los รบltimos en habitarlo. No debe haber mรกs chicos reducidos a una condiciรณn de zombies para entretenimiento de personas que llevan vidas seguras y a buen resguardo. Gente que aรบn escucha el grito de ยกA-lLI, A-LI! Gente como yo. Gente como nosotros. ~
Traducciรณn de Jorge F. Hernรกndez.
(1935-2020) fue un periodista, novelista, ensayista, editor y educador estadounidense.