Con frecuencia, las demencias se presentan bajo signos paradรณjicos. Los pacientes son capaces de relatar con profusiรณn de detalles episodios de su biografรญa que tuvieron lugar mucho tiempo atrรกs y, sin embargo, tropiezan una y otra vez con el vacรญo tratando de evocar su รบltimo desayuno. Sin duda, hay capรญtulos de juventud imposibles de olvidar y tambiรฉn hay desayunos muy poco memorables. Sea como fuere, el consenso clรญnico parece claro al respecto.
La nueva ley de memoria histรณrica incurre en estas paradojas sin que el gobierno pueda aducir condiciรณn senil. La vicepresidenta Calvo considera que โla democracia espaรฑola no se podรญa permitir un dรญa mรกs sin una ley como estaโ. La democracia espaรฑola podรญa permitirse cuarenta y tantos aรฑos y ni un dรญa mรกs. Mientras tanto, en menos de un lustro habrรกn cumplido su condena el 80% de los presos de ETA, con la cuestiรณn de sus homenajes y de buena parte de sus crรญmenes todavรญa pendientes.
Legislar sobre el pasado puede ser un acto de justicia, pero si entre tanto se postergan algunos actos de justicia con el presente, mรกs acuciantes por su vigencia, bien vale preguntarse por las motivaciones para una acciรณn y otra omisiรณn. La cobardรญa es siempre una razรณn poderosa. Combatir a un dictador resulta mรกs fรกcil cuando este lleva medio siglo muerto, tanto mรกs si la alternativa es ocuparse de la desesperaciรณn sanitaria y econรณmica que ha traรญdo 2020. Sรกnchez prefiere los problemas de anteayer, y por eso estรก decidido a gobernar Espaรฑa en diferido. Hay, ademรกs, una tentaciรณn tรกctica: alimentar el fuego de la guerra cultural cuando la tormenta de realidad material amenaza con sofocarla. Y una voluntad de no disgustar a Bildu, ahora que el socio de investidura se perfila tambiรฉn como socio de los presupuestos.
El anteproyecto aprobado por el consejo de ministros prevรฉ sanciones contra quienes exalten el franquismo, anularรก sentencias y abrirรก investigaciones eludiendo, quizรกs, los lรญmites de la ley de Amnistรญa de 1977. Una norma que se encuentra en la base del actual orden constitucional y que fue propuesta en su dรญa por el PCE. La defendiรณ desde la tribuna del Congreso el histรณrico sindicalista Marcelino Camacho, quien el dรญa de su votaciรณn dijo: โSerรก el mejor recuerdo que guardarรฉ toda mi vida de este Parlamentoโ.
Decรญa Raymond Aron que โel ciudadano que ya no cree en los valores de su ciudad resulta tan temible como aquel que se ha adherido a ellos con una pasiรณn exclusivaโ. Esta sentencia es una buena invitaciรณn a no sacralizar las leyes, pues el secreto de su longevidad reside en su flexibilidad para adaptarse a los cambios de las sociedades. No obstante, el problema contemporรกneo parece ser el de รญndole contraria: que esta coaliciรณn gobernante no cree en los valores sobre los que se funda la Espaรฑa democrรกtica. Ya anunciรณ Pablo Iglesias que abrirรญa โel candado del 78โ para iniciar โun nuevo proceso constituyenteโ. Lo que no sabรญa entonces el vicepresidente es que ese tanto polรญtico ante su electorado no se lo apuntarรญa รฉl, sino Pedro Sรกnchez.
Es un hecho vergonzante para nuestro paรญs que en mรกs de cuatro dรฉcadas no hayamos resuelto lo que debiera ser prepolรญtico: que todas las vรญctimas de la guerra civil y la dictadura merecen una sepultura digna, un lugar donde sus familias puedan recordarlas y honrarlas. La humanidad ha de ser condiciรณn anterior a cualquier ideologรญa. Las razones de este fracaso son, en cambio, afiladamente polรญticas: primero, la precariedad del andamiaje democrรกtico aconsejรณ no arriesgar los consensos de la Transiciรณn; despuรฉs, la consolidaciรณn de ese andamiaje democrรกtico hizo innecesario cualquier consenso nuevo.
En esto los espaรฑoles no hemos sido ejemplares, aunque tampoco sirvan a la verdad las caricaturas que nosotros mismos, en un deficiente ejercicio de polรญtica comparada, hemos dibujado. De nosotros hemos dicho, con deleitaciรณn masoquista, que somos el paรญs con mรกs fosas comunes del mundo, solo por detrรกs de Camboya. De los otros, Alemania o Italia, que ellos sรญ supieron ajustar cuentas con sus dictaduras. En estos paralelismos siempre brilla la ausencia de Francia, que bien se encargรณ de enterrar sus pecados colaboracionistas. Pero esa es otra historia.
Que los vestigios del fascismo italiano son sรณlidos como el hormigรณn del distrito EUR de Roma lo sabe el turista mediano. No obstante, por no desviarnos demasiado, valga tan solo una nota sobre el caso mรกs extremo de reconversiรณn totalitaria, el de la Alemania nazi. Al regresar del exilio, Theodor Adorno escribiรณ: โAyer asistรญ a una reuniรณn de la facultad y fue tan amistosa que daba deseos de vomitar. Toda esa gente sentada allรญ como antes del Tercer Reichโ. Schmitt y Heidegger son dos ejemplos de intelectuales que jamรกs se retractaron pรบblicamente de respaldar el nazismo. Pero, mรกs allรก de la academia, toda la administraciรณn alemana continuรณ, con el visto bueno de Adenauer, cuajada de nazis: abogados, economistas y altos cargos pรบblicos a los que Marcuse llamaba โcriminales de guerraโ y que representaban, en palabras de Adorno, una โSonata de los espectros que dejarรญa a Strindberg boquiabiertoโ. (Jeffries, 2018:299-301)
Con todo, debemos reconocer que la divisiรณn y el enfrentamiento polรญtico en torno al pasado sรญ parecen tener algo de triste hecho diferencial nacional. Un pasado arrancado a la historiografรญa, rebatallado hasta la ucronรญa y empleado como artillerรญa ideolรณgica pesada, sin ningรบn afรกn de verdad, ni mayor vocaciรณn que la de dejar dicha la รบltima palabra. Ah, la belleza del vencedor moral. Si la izquierda dio una lecciรณn de generosidad y perdรณn durante la Transiciรณn, ahora es promotora entusiasta de un rencor que atribuye a la derecha democrรกtica una culpa inextirpable. Una derecha que, hasta la apariciรณn de Vox, habรญa rehuido estos litigios, a tal punto que Aznar se reivindicaba como lector de Azaรฑa.
Por terminar: las vรญctimas de la luctuosa historia de Espaรฑa en el siglo XX merecen dignidad y recuerdo. El franquismo-franquicia, usado frรญvolamente como saga cinematogrรกfica espectacular, con escenas de helicรณptero y giros de guiรณn, solo merece estrellarse en la taquilla electoral.
Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.