Si Estados Unidos no controla al coronavirus por completo, México tampoco lo logrará (y viceversa)

Como en el terreno económico, los destinos de Estados Unidos y México van de la mano en lo que se refiere a la respuesta a la pandemia de la covid-19.
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Umair Haque escribió una provocadora pieza en el portal Medium. Su argumento es que el gobierno de Estados Unidos renunció a su responsabilidad de generar un plan nacional de respuesta para derrotar al coronavirus. A diferencia de los casos de éxito, como Nueva Zelanda, Vietnam o Alemania, en Estados Unidos el presidente Trump no solo carece de una estrategia nacional –ha delegado toda la responsabilidad a los gobernadores– sino que también es parte del problema, ya que apoya las protestas contra las cuarentenas obligatorias, promueve el regreso a clases en otoño sin importar el nivel de contagios y fallecimientos, y nunca ha apoyado el uso masivo del cubrebocas, aunque hace poco se puso uno al visitar un hospital. “Trump y su régimen demencial no tienen interés en diseñar ningún plan para derrotar al virus”, dice el autor del artículo.

Ante esta falta de liderazgo nacional, cada estadounidense está haciéndose de la información que puede o quiere, y decide de acuerdo con su propia evaluación de riesgo. El problema, como lo explica este excelente artículo de Tess Wilkinson-Ryan en The Atlantic, es que los humanos somos muy malos calculando riesgos y el estrés de una situación como la pandemia nos vuelve más imprecisos. La situación empeora cuando hay información contradictoria y ambigua, como ocurre cuando por meses se nos pide “quédate en casa” y luego se nos dice que, aunque el problema persiste, se puede salir para “reactivar la economía”. Wilkinson-Ryan dice con toda razón que, “de repente, la carga recae en los individuos, que tienen que hacer uno de los más frustrantes y confusos análisis costo-beneficio de sus vidas”. Desde luego, lo que cada quien decide en lo individual no es necesariamente lo mejor en lo colectivo, y por eso es muy difícil pensar que el virus podrá controlarse sin la acción coordinada de la sociedad y una comunicación gubernamental eficaz.

La OMS confirma estos escenarios. En un reciente discurso, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la organización, dejó claro que en los países donde el coronavirus está saliéndose de control han estado ausentes tres factores: un enfoque en reducir la mortalidad y suprimir cadenas de contagio; una comunidad empoderada e informada que toma medidas de cuidado compartido; y una fuerte coordinación y liderazgo de cada gobierno, con estrategias exhaustivas que sean comunicadas con claridad y consistencia.

El mensaje era para Estados Unidos. Y a menos que usted haya depositado toda su fe en el relato del presidente Andrés Manuel López Obrador, se dará cuenta de que el mensaje también aplica a México.

Si las cosas siguen así, el escenario de una “pandemia permanente” que Umair Haque plantea para Estados Unidos podría ser también factible para nuestro país. Entraríamos a una situación en la que “la prevalencia de la enfermedad es tan alta que, aun cuando una ciudad decide confinar a sus habitantes para detener la tranmisión, en algún otro lugar del país surge un nuevo foco de contagio”. De este modo, la sociedad quedaría atrapada en un ciclo de encierros y salidas parciales e intermitentes. Esto podría llevar años, en lo que se descubre una vacuna o alguna cura, o en lo que se alcanza la famosa “inmunidad de rebaño”, lo que implicaría pagar un costo enorme en fallecidos y enfermos. La recuperación económica plena nunca llegaría, las afectaciones a la educación, comercio, turismo y servicios serían una constante y la convivencia social sufriría mucho.

Umair Haque dice que, incluso si Joe Biden llegara a la presidencia de Estados Unidos en enero de 2021 y comenzara a implementar rápidamente una verdadera estrategia nacional, la situación para esas fechas sería más difícil de controlar que ahora, dada la tasa de expansión del virus. Yo añadiría un factor que Biden tendría que sopesar: si México no controla la epidemia, Estados Unidos tampoco lo hará. Y viceversa: no es posible pensar en controlar plenamente la epidemia en México si en Estados Unidos el virus sigue encontrando millones de víctimas para propagarse sin límite. Tampoco es factible creer que Estados Unidos podría derrotar a la enfermedad si su vecino no se decide en serio a reducir la mortalidad y suprimir cadenas de contagio, como dice la OMS.

Si pensamos que 10 millones de estadounidenses visitaron México en 2019 solo como turistas, y que hay millones de personas que van y vienen entre las ciudades fronterizas cada año, queda claro que los dos países tienen que dejar de ser grandes epicentros de contagio prácticamente de modo simultáneo. De lo contrario, viviríamos un escenario en el que se tendrían que decretar y levantar cuarentenas intermitentes y cierres de la frontera en áreas metropolitanas binacionales, como Tijuana y San Diego o El Paso y Ciudad Juárez. El costo de limitar la movilidad de personas y entorpecer el intercambio de bienes en la frontera más activa y dinámica del mundo sería enorme. Esto sin mencionar la afectación a los flujos de turismo en ambas direcciones.

Queda claro que, como pasa con la economía, los destinos de Estados Unidos y México ante el coronavirus van juntos. O nos decidimos a cambiar el rumbo de la epidemia, o la epidemia cambiará, para mal y por muchos años, el rumbo de nuestras dos naciones.

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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