Zapatero en la radio y Aragonès en el senado

El desprecio hacia el resto de los españoles y hacia los catalanes que no piensan como ellos, y el rechazo a discutir en pie de igualdad y a que las mismas normas rijan para todos, explican mejor que nada la mentalidad de los nacionalistas.
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Cuando no está defendiendo a sátrapas internacionales, el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero trata de movilizar a los votantes socialistas. Para entumecer cualquier rastro de juicio crítico, emplea un tono entre épico y sentimental, que pretende afianzar el nuevo argumentario del Gobierno. Es lógico que se sienta cómodo de cheerleader: muchas de las medidas (y problemas) del ejecutivo siguen líneas que se trazaron en su época. Tuvo algunos aciertos pero sobre todo mezcló las buenas intenciones con el adanismo, la ambición con la irresponsabilidad, el sectarismo con la incompetencia.

Uno de los casos más claros es prometer que si ganaba las elecciones aprobaría el Estatut que saliera del Parlament. Esta semana, entrevistado por Carlos Alsina en Onda Cero, situaba el origen del procés en la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Autonomía de Cataluña. No contaba, por ejemplo, la baja participación en el referéndum (menos del 50% del censo), que ERC pidiera el no en esa consulta o que después de la sentencia hubiese un año de pactos del PP y Convergencia. Zapatero señalaba, repitiendo tesis (propaganda) catalanistas, que era un problema de arquitectura institucional que el Tribunal Constitucional pudiera anular cosas aprobadas en referéndum: se ha recuperado el recurso previo ante el TC pero esto que se presentaba como anomalía ocurre en otros países y no justifica que el presidente de una comunidad autónoma encabece una manifestación contra la sentencia, no digamos ya que se orqueste un asalto al orden constitucional. El TC también anula normas o establece interpretaciones que afectan a Aragón u otras comunidades, y no convertimos la decisión en una afrenta que justifica un golpe de Estado.

La solidez del asunto la mostró Alsina cuando le preguntó a Zapatero cuántos artículos del Estatut había anulado el TC: el expresidente no tenía ni idea. Todo era una mamarrachada, y ni siquiera era original: son pseudoargumentos nacionalistas rebatidos muchas veces. Lo mismo ocurre con la defensa de la amnistía a cambio de la investidura. En la Conferencia de presidentes que se ha celebrado esta semana en el Senado, institución cuya función nadie tiene clara y donde el PP usa su mayoría contra el gobierno en funciones, hemos visto algo que describe mejor las razones del procés. En la sesión, donde no quisieron participar los presidentes de las comunidades autónomas gobernadas por el PSOE, el presidente Aragonès dio su discurso y se marchó sin escuchar a los demás. El desprecio hacia el resto de los españoles y hacia los catalanes que no piensan como ellos, y el rechazo a discutir en pie de igualdad y a que las mismas normas rijan para todos, explican mejor que nada la mentalidad de los nacionalistas, incluyendo sus versiones supuestamente moderadas.

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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