Adiós a un amigo

Un recuerdo de Juan García de Oteyza.
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Con la muerte de Juan García de Oteyza (1962–2013), mi generación (y con ella, la promoción cultural y el mundo editorial), pierden a uno de sus más eficaces protagonistas. Juan participó,  muy joven, en la querella porque en los Estados Unidos, la edición de los clásicos olvidados del siglo XX, no fuese avasallada por el mercantilismo y la tontería, intentándolo a través de Eridanos Press, aquella primera editorial suya, cuyos títulos eran una posesión para presumirse en los años ochenta, por acá. Después, en México o en España, a través de Turner o de la Colección NOEMA, asociado en su tiempo al Fondo de Cultura Económica, Juan como editor ofreció buen gusto, cordialidad e inteligencia. No podía ser de otra manera Juan, siendo hijo de un escritor infatigable, Juan García Ponce (nunca cumplió su sueño de ver traducida al inglés la obra cumbre de su padre, Crónica de la intervención y de ello hablamos muchas veces) y de Mercedes de Oteyza, la discreta artífice, entre otras empresas, de uno de nuestros monumentos nacionales, el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez de Zacatecas.  Creció Juan en una casa densa, divertida y trágica. 

Como diplomático, despachando en Nueva York y en Washington, Juan trabajó muy duro, febrilmente. Yo mismo (no soy el único caso) nunca hubiera visto traducido al inglés uno de mis libros de no ser por qué a Juan se le ocurrió y lo creyó posible. Lo conocí en la adolescencia y autor, por sistema, de momentos inolvidables, me regaló algunos, nunca tantos como yo hubiera querido: él trotamundos, yo sedentario. Uno de ellos, tras un encuentro casual en el antiguo MOMA de Nueva York, en junio de 1987, terminó en el Hotel Ritz, donde probé gracias a él aquellos legendarios martinis y continuamos con nuestra polémica preferida, nunca resuelta satisfactoriamente, sobre qué fue lo que realmente pasó durante la noche del 8 de diciembre de 1980 en la magna fiesta que Juan organizó en memoria del apenas asesinado John Lennon, en su casa de Alberto Zamora, contigua a la de su padre.

Meses después de la muerte de Juan García Ponce a quien su hijo sólo sobrevivió algo más de una década, me hizo llegar Juan, como recuerdo, el ejemplar de Les lois de l’hospitalité, de Klossowski, que había pertenecido a su padre. Aquí lo tengo, a mi lado. Ya era uno de mis tesoros. Ahora su valor se duplica pues es el libro de Juan, el padre y el libro de Juan, el hijo: el libro de la hospitalidad que me ha sido legado. 

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es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile


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