Alvin Curran: Los sonidos del mundo

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Hace poco más de una semana, el compositor Alvin Curran, (1938) se presentó en el largo espacio cerrado de la Universidad de Artes y Diseño (HFG) en Karlsruhe, Alemania. Durante la semana ofreció un taller sobre música fuera de las salas de concierto. Su presentación es una de “Trans Dada Express”. Durante el curso nos ha hablado de la manera de tocar esta obra; por medio un teclado de ochenta y ocho teclas sensibles a la presión. Cuatro diferentes intensidades de cada una de las teclas, disparan una muestra de sonido guardada en la computadora; un sonido grabado por él mismo o uno tomado de cualquier otro lugar. Un total de trescientas cincuenta y dos muestras por cada set y una familiarización profunda con el instrumento preparado le permiten controlar el flujo continuo de material sonoro estableciendo relaciones entre sonidos menor o mayormente reconocibles, algunas veces desconectados y en otras semejantes en uno o más parámetros. “Yo toco los sonidos del mundo”, nos dice. La obra es diferente cada vez, es creación espontánea en un instrumento preparado.

Curran se sigue refiriendo a él mismo como un compositor, aún cuando sus actividades también incluyen la instalación, la acción sonora o la improvisación. También se dice improvisador nato. Su educación musical fue tradicional, estudió composición con Elliot Carter –uno de los compositores activos más viejos, si no es que el más, con 101 años de edad– en la Universidad de Yale. Después fue a Berlín con una beca del DAAD y más tarde a Roma. Ahí fundó, a finales de los años sesenta, y junto a Frederic Rzewski, Richard Teitelbaum e Ivan Vandor el colectivo Musica Elettronica Viva. Desde entonces, tocan música espontánea. Sin director, partitura o autoridad alguna, música que “puede comenzar en cualquier momento y a la que cualquiera puede unirse.”

Una de las fijaciones de Curran: la música sucediendo en espacios muy grandes, a veces en ciudades o incluso en continentes completos. En uno de sus “Maritime Rites”, varios grupos y un director para cada uno, a bordo de botes en un lago, realizan una música escrita a manera de instrucciones, utilizando únicamente la voz. En otro, realizado en el Wasserkorso de Berlín en 1987 un ensamble de bocinas de barco, que emiten un sonido de alrededor de ciento treinta decibeles (al borde del dolor o incluso de la sordera), tocan patrones controlados por computadora, para ser escuchados desde lo lejos.

Su trabajo de instalación también hace uso del espacio y de ideas que se escapan del terreno de la música. En “Everybody dreams their own music” (1997), se colocan camas en un espacio grande y cerrado, en la semi-oscuridad. Cada una de ellas tiene debajo un reproductor de música. A cada una le corresponde un loop que consiste en un sonido corto y “evocativo”, seguido de largos silencios. Los ciclos duran entre los treinta segundos y los seis minutos. En “The Twentieth Century” (1996), un piano mecánico es colocado dentro de una jaula de zoológico y la música que toca, imposible para cualquier pianista, es controlada por computadora y es generada por veinte diferentes algoritmos a su vez echados a andar por un algoritmo “maestro”. Una nueva versión de esta obra, en la que no es uno sino diez pianos mecánicos tocando música programada y en lugar de estar enjaulados, cuelgan del techo de un espacio grande, espera la posibilidad de realizarse.

Escucho la grabación de “Trans Dada Express”. Grabaciones de saxofones, accidentes automovilísticos, vidrios quebrándose, voces cantando o recitando un texto dadaísta. Un discurso en el que cabe todo y que parece dictado por el azar. Sin embargo, en muchos momentos los sonidos se sobreponen en una especie de orquestación magistral que se disuelve nuevamente en el desorden. Se pueden escuchar sonidos que se repiten. Las colecciones de muestras utilizadas cambian gradualmente, algunas son introducidas y otras dejan gradualmente de aparecer. Las principales características de esta música son: una gran vitalidad interna, dinamismo intenso y la enorme variedad de sonidos que la conforman. La fluctuación constante entre orden y desorden, y la sensación de una música que suena a la vez como una improvisación y como algo premeditado.

– Iván Naranjo

http://www.youtube.com/watch?v=AJk3cx8jihQ

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