–Si tiene usted la desgracia de vivir en un condominio en el que alguno de los propietarios no paga cuotas de mantenimiento, hace fiestas ruidosas hasta la madrugada o saca a su perro a defecar en los pasillos, haga caso omiso de sus tropelรญas, aunque el ruido lo haya condenado al insomnio crรณnico y pise a diario la mierda del perro. El condรณmino atrabiliario ha de ser muy influyente o muy facineroso para desafiar al mundo con tanta desfachatez, y quizรก tenga vรญnculos con el narco. Salรบdelo amablemente en el vestรญbulo del edificio, gรกnese su confianza y cuando algรบn vecino temerario le proponga demandarlo a nombre de la comunidad, no le dรฉ su firma ni se una al grupo de los querellosos. Evitarรก asรญ cualquier posible represalia.
–En el cine estรก prohibido recibir o hacer llamadas por telรฉfono celular, pero ningรบn vivales respeta esa regla. Por lo tanto, es inรบtil quejarse cuando el vecino de butaca responde una llamada a media pelรญcula. Si reclama, solo conseguirรก hacerse notar, y quizรก entonces otros espectadores le impongan silencio por haber importunado al infractor de la ley. El rebaรฑo indolente soporta infinidad de atropellos con la cabeza baja, pero se ofende cuando algรบn inadaptado quiere dรกrselas de valiente. El insรณlito protagonismo que adquiere cualquier defensor de la civilidad viola un cรณdigo no escrito de buenos modales cuya primera regla es no poner en evidencia la cobardรญa colectiva, que pasa inadvertida cuando tiene un carรกcter unรกnime.
–Respete la privatizaciรณn de espacios pรบblicos y admรญtala como una fatalidad, incluso si alguna mafia se apropia la acera de su casa. El primero en agandayar un trozo de calle crea derechos que ningรบn ciudadano puede disputarle, a menos de que estรฉ dispuesto a enfrentarse a balazos con los filibusteros viales, que tienen de su lado a la policรญa. Si deambula por zonas de la ciudad en que los tianguis han acaparado las aceras, juรฉguese la vida caminando por el medio de la calle. Los automovilistas, en ese caso, gozan de plena libertad para embestirlo, y si se queja o rezonga, los demรกs peatones lo tomarรกn por loco. Aproveche las oportunidades de lucro que nos brinda la ilegalidad en vez de chillar por su ausencia.
–No cometa la majaderรญa de oponer resistencia cuando alguien se le meta en la cola del banco o del cine. Nada incomoda mรกs a sus compaรฑeros de cola que verse obligados a tomar partido en una ridรญcula cruzada contra la barbarie. Se quedarรกn pasmados o le darรกn la espalda con tal de fingir que no se han dado cuenta de nada. Traducida al lenguaje vulgar, su neutralidad significa: ¿Te crees muy machito? Pues rรกscate con tus uรฑas. Obtendrรก, en cambio, la aprobaciรณn general, si en vez de sulfurarse le cede el paso al colado.
Quien siga estas sencillas reglas –concluye Saka Tong– quizรก tendrรก una vida difรญcil, miserable, sombrรญa, pero jamรกs caerรก en provocaciones. Combatir a quien le pone la bota encima es una locura, lamerle la suela es una indignidad: la clave para salir ileso y salvar el honor consiste en fingir ceguera sin darse nunca por agraviado. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย