José Juan Bigas Luna (1946-2013) artista, diseñador y cineasta es recordado más por tres que cuatro películas en su tiempo escandalosas, como Las edades de Lulú (1990), Jamón, jamón (1992) –con la dupla Cruz-Bardem y que se llevara el León de Plata de Venecia a la mejor dirección–, Huevos de oro(1993), –con la tripleta Verdú-Bardem-Medeiros–, o bien La teta y la luna –que obtuviera en 1994 el premio por al mejor guión nuevamente en el festival de Venecia. Sin embargo, se trata de un realizador con una producción un tanto más crecida, con una filmografía que suma alrededor de 12 películas más, entre ellas: Tatuaje (1976), Historias impúdicas (1977), Renacer (1981); Bámbola (1996), con el estupendo trabajo de Marini, Dionisi y Perugorría; La camarera del Titanic (1997), Volavérunt (1999), con la tripleta Sánchez-Gijón–Cruz–Mollà; Son de mar (2001), con Jordi Mollà y Leonor Watling; Yo soy la Juani (2006) y Di Di Hollywood (2010), con la dupla Pataky-Coyote, y al parecer deja pendiente una última cinta Segundo origen, en tercera dimensión, que probablemente se ruede a manera de homenaje póstumo.
Y ya que muchos no lo tragaron nunca como cineasta (los más puristas y conservadores lo tildaron reiteradamente de autor menor, partidario del pop gamberro, demasiado simple), vale la pena dimensionarlo desde otra de sus pasiones, la comida, a la cual pudo crearle un santuario hecho a su medida: “Pan, chocolate y vino”. Fincado a las afueras de Torredembarra, en Tarragona, Catalunya, España, se halla este espacio más delicado e íntimo, secreto casi del maestro, muy lejano también de la figura estrambótica que de él levantaran los medios masivos. La misión de este santuario-castillo-reino es lograr conciencia sobre el acto real que significa alimentarse y saber comer, por arriba de los mares de intereses que existen en la industria de la comida.
Se trata de un centro cultural-laboratorio-granja-vinícola para diletantes profesionales, amantes serios de la vida, estetas congénitos, inventado para conocer de cerca lo biológicamente correcto, sensibilizar al otro, a manera de una academia libérrima, sobre el poder de la comida en nuestra mente y cuerpo, esto claro, sin perder de vista los aspectos de sustentabilidad, ecología, etc. Los tripulantes de “Pan, vino y chocolate”, una verdadera y concreta Zona Temporalmente Autónoma a decir de Hakim Bey, nos dicen pertenecer a una familia abundante. Habitan el área cinco burritos (Drag, Store, Sa, Satish y Ale hop), un gallo que lleva por nombre Obama, y sesenta gallinas felices dispuestas a desovar. En resumen: educación para la salud del alma.
¿Y por qué un nombre así? ¿Un trinomio de dominios tan disímbolos? Lo explican más o menos así. Quieren vindicar al pan porque pretenden simbolizar en él todo lo básico en alimentación: agua, pan, aceite, verdura, fruta y demás. Al vino lo ubican como la summa de todo lo lúdico, la sensualidad silenciosa de la comida líquida, los elíxires como el té, los cafés, los jugos e infusiones diversas, sin olvidar que él mismo tuvo siempre una fijación mastoidea, mamaria. El chocolate es el encargado de compactar los pensamientos pecaminosos, la culpa, y al mismo tiempo la redención. Un pecado pero al mismo tiempo una puerta al infierno del placer.
Para meterse en el mundo mágico de Bigas Luna y su forma de entender el hecho alimentario y gastronómico hay que comenzar por echar un ojo por a sus consejos, vertidos en su página. A saber, en resumidas cuentas, el primero: come cosas que sepas qué son, de dónde vienen y qué contienen. Lo meterás a tu cuerpo. No comas lo que no sepas qué es. El segundo: come sólo huevos de gallinas felices, y si comes carne, asegúrate que sea de animales que hayan vivido al aire libre y en buenas condiciones. De animales que hayan vivido una vida digna. El tercero: Consume productos locales, y no comas nada de lo que se haga demasiada publicidad. Detrás dela publicidad se escinden los desastres. Apoya a los productores de tu comunidad. El esfuerzo que hacen. Come co-mi-da, si se puede, básicamente vegetales y en poca cantidad. Para él un gran consejo sabio en el mundo de la alimentación. El cuarto: mantén tu cabeza revolucionaria, a partir de un estómago conservador. El quinto: hay que interesarse por concebir a la tierra como algo sagrado. Nada mal.
Y para seguir conociendo sus ideas, nos dice su tripulación que podemos preguntar lo que queramos a su correo electrónico promociones@panvinoychocolate.com. Una de las preguntas que podríamos hacerles sería la siguiente. ¿Por qué su maestro no tuvo la muerte de los justos y se nos fue por una maldita leucemia? Bigas Luna. Bigas, gracias.
Escritor, editor y promotor cultural. Ha publicado 8 libros, entre ellos Zopencos (2013), Yendo (2014) y Sayonara (2015). Es propietario de Hostería La Bota.