Todo cambio profundo de rรฉgimen polรญtico, por vรญa revolucionaria o reformista, necesita de un relato legitimador. Las dos grandes revoluciones latinoamericanas del siglo XX, la mexicana y la cubana, fueron muy hรกbiles a la hora de narrar el cambio e instruir a sus ciudadanos en las claves de una historia oficial. Llegado un momento, al cabo de varias dรฉcadas, esas historias se desgastaron y los mitos cayeron, pero los nuevos regรญmenes polรญticos tuvieron tiempo suficiente para consolidarse.
Con las nuevas democracias latinoamericanas, en las cuatro รบltimas dรฉcadas ha sucedido lo contrario. Hace unos treinta aรฑos en toda Amรฉrica Latina se vivรญa la euforia de la recuperaciรณn de la democracia. En el Cono Sur y los Andes, en Centroamรฉrica y el Caribe, las dictaduras militares de derecha y los pocos autoritarismos progresistas que quedaban en la regiรณn, a finales de la Guerra Frรญa, habรญan dado paso a democracias con sistemas pluripartidistas, elecciones regulares y normas constitucionales basadas en la divisiรณn de poderes, el gobierno representativo y las libertades pรบblicas.
El discurso de las transiciones, en buena medida por no ser revolucionario, prescindiรณ de un relato fundacional. En la mayorรญa de los paรญses latinoamericanos, la democracia no era un rรฉgimen polรญtico que se creaba sino que se recuperaba, despuรฉs de un interregno autoritario. Para los argentinos, por ejemplo, la democracia se habรญa perdido, primero, en 1955, con el golpe militar contra Juan Domingo Perรณn. Luego habรญa sido restaurada brevemente entre 1973 โcuando se produce la elecciรณn de Hรฉctor Josรฉ Cรกmpora y el regreso de Perรณn de su exilio en Madridโ y 1976 โcuando vuelve a perderse con el golpe contra Isabelita Perรณn.
Los brasileรฑos, por su parte, creรญan haber perdido la democracia tras el golpe militar contra Joรฃo Goulart en 1964, los uruguayos con el autogolpe de Juan Marรญa Bordaberry y el inicio del rรฉgimen cรญvico-militar en junio de 1973 y los chilenos, en septiembre del mismo aรฑo, con la asonada de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende y Unidad Popular. En Perรบ, el rรฉgimen militar de Juan Velasco Alvarado, a pesar de identificarse con una ideologรญa nacionalista de izquierda, dio paso a una transiciรณn en los ochenta que, en buena medida, fue vista como una democracia recobrada, ya que el primer presidente de la posdictadura fue Fernando Belaรบnde Terry, el mismo que habรญa sido derrocado en 1968.
Incluso en Centroamรฉrica y el Caribe, donde la tradiciรณn autoritaria era mรกs fuerte en la primera mitad del siglo XX, se produjo un trรกnsito democrรกtico. A excepciรณn de Costa Rica, todos los regรญmenes centroamericanos eran autoritarios en los aรฑos setenta. Gradualmente, a partir de 1985, a medida que las guerras civiles entraban en procesos de pacificaciรณn, las elecciones regulares y la sucesiรณn pacรญfica entre gobiernos se extendieron como mรฉtodo polรญtico. A pesar de lo precaria que habรญa sido en la regiรณn, la llegada de la democracia no fue, en ningรบn paรญs centroamericano o caribeรฑo, un acontecimiento tan celebrado como la Revoluciรณn cubana de 1959 o la sandinista de 1979.
En la รบltima dรฉcada del siglo XX, cuando se completa la transiciรณn mexicana, desde un autoritarismo muy diferente al de las derechas militares y anticomunistas de Suramรฉrica, todos los gobiernos de la regiรณn, menos Cuba, eran democrรกticos. Sin embargo, desde fines de los noventa, las muestras de desencanto con la democracia no hacรญan mรกs que reproducirse. En los primeros aรฑos del nuevo siglo, cada sondeo anual de Latinobarรณmetro y cada informe de la Comisiรณn Econรณmica para Amรฉrica Latina y el Caribe (Cepal) y otras instituciones regionales reportaban el creciente desafecto de la ciudadanรญa hacia la forma democrรกtica de gobierno, a la que responsabilizaban del aumento de la pobreza y la desigualdad.
ยฟPor quรฉ, en tan pocos aรฑos, se pasรณ de la euforia al desencanto con la democracia en Amรฉrica Latina? La mayorรญa de los estudios apunta a que la causa fue el costo social de las polรญticas econรณmicas neoliberales que emprendieron los gobiernos de Carlos Saรบl Menem en Argentina, Fernando Collor de Mello en Brasil, Alberto Fujimori en Perรบ, Carlos Andrรฉs Pรฉrez en Venezuela o Carlos Salinas de Gortari en Mรฉxico. Sin embargo, en tรฉrminos regionales, el crecimiento de la pobreza y la pobreza extrema no fue, en los noventa, tan dramรกtico como en la dรฉcada anterior, manteniรฉndose, de acuerdo con la Cepal, en una tasa cercana al 45%.
En algunos paรญses como Venezuela, Mรฉxico y Argentina el desencanto democrรกtico tuvo que ver mรกs con crisis econรณmicas concretas como los colapsos financieros venezolano y mexicano de 1994 o el cacerolazo argentino contra el โcorralitoโ del ministro Domingo Cavallo y el presidente Fernando de la Rรบa en 2001. Esas crisis fueron experimentadas como metรกforas del fracaso de las transiciones democrรกticas, especialmente por sectores de la izquierda mรกs radical, ligada a los movimientos sociales que se enfrentaban al neoliberalismo. En esa izquierda, nucleada en las redes de solidaridad con Cuba y en los foros de Porto Alegre y Sรฃo Paulo, se adelantรณ el discurso del โsocialismo del siglo XXIโ que asumieron los gobiernos de Hugo Chรกvez, Evo Morales, Rafael Correa y, en menor medida, Lula da Silva y Dilma Rousseff, Nรฉstor y Cristina Fernรกndez de Kirchner en la dรฉcada siguiente.
ยฟCambio o mutaciรณn?
Las transiciones democrรกticas fueron verdaderos cambios de regรญmenes polรญticos, pero defraudaron a buena parte de la ciudadanรญa porque no cumplieron sus promesas en varias esferas. Reemplazaron dictaduras militares o autoritarismos de partido hegemรณnico, como el mexicano, con sistemas pluralistas, elecciones regulares y competidas, alternancia de partidos en el poder, libertades de asociaciรณn y expresiรณn, transparencia informativa y estados de derecho. Sin embargo, las polรญticas econรณmicas neoliberales concentraron aรบn mรกs la riqueza y la desigualdad se reflejรณ en las democracias representativas por medio de una nueva oligarquizaciรณn del poder.
Las constituciones del periodo transicional โla peruana de 1979, la brasileรฑa de 1988 y la argentina de 1994โ fueron, en buena medida, transacciones entre las derechas anticomunistas y las izquierdas populistas o socialistas. De ahรญ que no captaran plenamente el cambio social que se producรญa a fin de siglo en Amรฉrica Latina, con el surgimiento de nuevos sujetos polรญticos en el รกmbito sindical, agrario, indigenista, feminista, estudiantil y ambiental. Esos sujetos, excluidos del pacto transicional, se incorporaron a los movimientos sociales que resistieron, desde abajo, las nuevas democracias que, ya en los noventa, no se asumรญan como tales sino como โregรญmenes neoliberalesโ. El concepto de neoliberalismo absorbiรณ al de democracia.
Otra zona de importantes agravios, en las transiciones democrรกticas de fin de siglo, fue el tema de memoria, justicia y verdad frente a los crรญmenes del pasado. Las leyes de โpunto finalโ y โobediencia debidaโ en Argentina, promovidas por el gobierno de Raรบl Alfonsรญn en 1986, a las que se sumaron los indultos del presidente Menem a principios de los noventa, a favor de miembros de la Junta Militar, develaron el pacto de impunidad que subyacรญa a las transiciones. En todos los paรญses del Cono Sur se produjeron legislaciones similares, aunque en Chile el Informe Rettig, en 1991, logrรณ documentar los casos de 3,920 vรญctimas de la dictadura, entre desaparecidos, asesinados y torturados.
La causa de la memoria, justicia y verdad tambiรฉn se incorporรณ al programa de la izquierda. Los gobiernos de la primera dรฉcada del siglo XXI, cuando se produjo la llamada โmarea rosadaโ, especialmente los de Cristina Fernรกndez de Kirchner en Argentina, Dilma Rousseff en Brasil, Michelle Bachelet en Chile y Josรฉ Mujica en Uruguay, capitalizaron la inconformidad que existรญa debido a las trabas en el procesamiento judicial de los crรญmenes de las dictaduras. El Frente Amplio uruguayo, por ejemplo, impulsรณ la reinterpretaciรณn de la โLey de Caducidadโ, asimilรณ el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Gelman y respaldรณ varios proyectos de investigaciรณn de identificaciรณn de vรญctimas de la Operaciรณn Cรณndor.
Los gobiernos de izquierda de principios del siglo XXI se percibรญan a sรญ mismos como parte de una ruptura con el periodo de las transiciones que, a su vez, enmarcaban en un largo momento neoliberal. De ahรญ que en el discurso de legitimaciรณn de todas aquellas izquierdas โen el que el chavismo jugaba un papel protagรณnicoโ se pensara en las transiciones mรกs como โposdictadurasโ que como verdaderas transformaciones del rรฉgimen. Lo que se habรญa producido a fin de siglo era, en las versiones mรกs extremas de aquel relato, una mutaciรณn, no un cambio.
Y, sin embargo, la nueva estructura institucional de las democracias latinoamericanas, construida a fin de siglo, fue la que permitiรณ la llegada al poder de aquellas izquierdas por la vรญa electoral. Fue tambiรฉn esa estructura la que facilitรณ la construcciรณn de nuevas hegemonรญas polรญticas que, en la mayorรญa de los paรญses, no alteraron las reglas del juego, como demuestran las alternancias favorables a la derecha o a izquierdas mรกs moderadas que se han producido en Argentina, Chile, Perรบ, Ecuador o Colombia en los รบltimos aรฑos. Buena parte del entramado jurรญdico y polรญtico de las transiciones sigue en pie.
La ambivalencia ante la transiciรณn, como pasado inmediato, se comprobรณ en las celebraciones mรกs bien opacas por los treinta aรฑos de la caรญda de la dictadura en aquellos paรญses. Ninguna de las constituciones transicionales latinoamericanas es reconocida como un hito de la democratizaciรณn, como sucede con la Constituciรณn de 1978 en Espaรฑa, a pesar de las crรญticas que movilizan Podemos y otras fuerzas polรญticas de la izquierda mรกs radical. Algunas de aquellas constituciones vigentes, como la chilena de 1980 o la peruana de 1993, tienen un origen autoritario, pero otras como la brasileรฑa, la argentina e, incluso, la uruguaya de 1967, con todas las reformas de los aรฑos ochenta y noventa, han sido actualizadas en tรฉrminos del nuevo constitucionalismo.
Aรบn asรญ, lo que el campo acadรฉmico de las ciencias sociales entiende como โnuevo constitucionalismo latinoamericanoโ se centra, en su mayorรญa, en las constituciones producidas por la izquierda bolivariana: la venezolana de 1999, la ecuatoriana de 2008 y la boliviana de 2009. Con frecuencia se citan como antecedentes la nicaragรผense de 1987 y la colombiana de 1991, pero las que adquieren un sentido rupturista, y a la vez inaugural, son esas porque se presentan como actas de defunciรณn del periodo transicional. No solo por la incorporaciรณn de elementos multiculturales y comunitarios o de democracia directa y participativa, sino por su reforzamiento del presidencialismo y la centralizaciรณn.
La mala memoria de las transiciones, sustentada en una falsa identificaciรณn entre democracia y โneoliberalismoโ, estรก en la raรญz de una cultura polรญtica de izquierda que fรกcilmente tiende al autoritarismo. El hecho de que el pasado que se pretende negar sea el de las democracias y no el de las dictaduras o, mรกs bien, el de las democracias que se piensan como nuevas formas de autoritarismo, contribuye a doctrinas fundacionales que hacen tabula rasa de las mejores tradiciones ideolรณgicas de cada paรญs. Los casos del chavismo-madurismo en Venezuela o de la nueva derecha brasileรฑa, que ha llevado a la presidencia a Jair Bolsonaro, serรญan los mรกs representativos de una nostalgia por el autoritarismo en Amรฉrica Latina.
La reacciรณn antidemocrรกtica
Asรญ como la izquierda utilizรณ las estadรญsticas del periodo neoliberal para justificar su ascenso al poder, la nueva derecha ha hecho lo mismo con los datos de la โmarea rosadaโ. De acuerdo con el informe de la Cepal de 2017, los gobiernos de izquierda redujeron el ritmo de su combate a la desigualdad y la pobreza en la segunda dรฉcada del siglo XXI. Entre 2014 y 2016, en Brasil y Argentina, la desigualdad no decreciรณ como venรญa haciรฉndolo hasta 2012, y en Venezuela y Nicaragua creciรณ, aunque ninguno de los dos paรญses ha ofrecido cifras oficiales en los รบltimos aรฑos.
En Venezuela, segรบn el mismo informe de la Cepal, la pobreza habรญa pasado de 21.2% en 2012 a 32.6% en 2014, mientras que en los mismos aรฑos su vecina Colombia, gobernada por la derecha, habรญa reducido el nรบmero de pobres de 32.7% a 28.5%. Estudios mรกs recientes, como el de la sociรณloga Marรญa Gabriela Ponce, de la Universidad Catรณlica Andrรฉs Bello, seรฑalan que en 2017 la pobreza en Venezuela alcanzรณ al 61.2% de la poblaciรณn. Una tendencia en aumento que, con la crisis econรณmica del รบltimo aรฑo, puede haberse disparado, junto con la inflaciรณn, el desabastecimiento y el รฉxodo masivo.
Durante los รบltimos gobiernos de izquierda en Brasil, Argentina y Venezuela no solo creciรณ la pobreza sino que la economรญa se contrajo, como consecuencia del fin del llamado โboom de los commoditiesโ alrededor de 2014. Sin embargo, en otros paรญses donde tambiรฉn gobernaba la izquierda โcomo Chile, Ecuador, Uruguay y Boliviaโ el ritmo de crecimiento de la economรญa y disminuciรณn de la pobreza solo se ralentizรณ. No es extraรฑo que el fin del ciclo progresista haya sido mรกs turbulento en los primeros paรญses que en los segundos.
Las derechas argentina y brasileรฑa supieron aprovechar el descontento popular generado por la crisis. El argumento del deterioro de los indicadores sociales se utilizรณ en las campaรฑas de Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, a pesar de que la estrategia econรณmica que ambos ofrecรญan anunciaba un regreso al proyecto neoliberal. Incluso Sebastiรกn Piรฑera, en Chile, reprochรณ al gobierno de Michelle Bachelet el estancamiento de la pobreza y la desigualdad. El efecto de esa apropiaciรณn discusiva es muy similar al de cuando la izquierda neopopulista, en tiempos de la bonanza de las materias primas, exaltaba el crecimiento econรณmico y la estabilidad financiera de Brasil, Argentina y Venezuela con Lula, los Kirchner y Chรกvez.
En todo caso, Macri y Piรฑera se diferencian claramente de Bolsonaro porque ni en sus campaรฑas presidenciales ni en sus gobiernos han utilizado un lenguaje racista, homรณfobo, chovinista y misรณgino como el del brasileรฑo, y tampoco han renegado de la experiencia de las transiciones democrรกticas argentina y chilena de fin de siglo. A pesar de que aรบn no gobierna, Bolsonaro, al nivel del lenguaje y de las expectativas, se desliza por primera vez en la historia latinoamericana de las รบltimas dรฉcadas a una reivindicaciรณn de las dictaduras anticomunistas de la Guerra Frรญa.
En todos los paรญses latinoamericanos han existido derechas que valoran positivamente los viejos autoritarismos porque โlibraron a sus paรญses del comunismoโ. En Chile, por ejemplo, cerca de un 20% de la ciudadanรญa tiene una visiรณn positiva del papel histรณrico de Pinochet, aunque se trata de un respaldo que disminuye aรฑo con aรฑo, como consecuencia de las polรญticas de la memoria impulsadas por los gobiernos de la Concertaciรณn en tiempos de Ricardo Lagos y, sobre todo, Bachelet. El fenรณmeno Bolsonaro es nuevo y perturbador: el liderazgo mรกximo del mayor paรญs latinoamericano en manos de un militarista que piensa que, en Amรฉrica Latina, el desenlace de la Guerra Frรญa hay que contarlo al revรฉs.
Antes de Bolsonaro, los lรญderes que planteaban un revisionismo similar provenรญan de la izquierda: Fidel Castro, Hugo Chรกvez, Nicolรกs Maduro, Daniel Ortega. Estos polรญticos nunca comulgaron con la narrativa de las transiciones democrรกticas. Castro se enfrentรณ tanto a las dictaduras militares de los setenta โaunque no a todasโ como a las democracias de los ochenta y los noventa. Chรกvez y Maduro construyeron un rรฉgimen, autodenominado โrevolucionarioโ, para superar una democracia: la venezolana de la Constituciรณn de 1961 o la Cuarta Repรบblica. Ortega, que tambiรฉn propiciรณ una transiciรณn democrรกtica en los noventa, recuperรณ la presidencia en 2007, con apoyo de varios polรญticos corruptos del periodo transicional, y adoptรณ una modalidad chavista, sin los elementos comunitarios y participativos del chavismo original.
Hoy por hoy, son Maduro y Ortega los polรญticos latinoamericanos que personifican mรกs claramente la regresiรณn autoritaria del siglo XXI. Venezuela y Nicaragua, con el respaldo de Cuba, han protagonizado una autรฉntica โdegeneraciรณn de la democraciaโ โla expresiรณn es del filรณsofo canadiense Charles Taylorโ en la que al retroceso en la distribuciรณn del ingreso y el acceso a derechos sociales se suma un intento de perpetuaciรณn de un lรญder y una casta en el poder, al margen de la ley y con la asistencia de un aparato represivo que castiga o intimida a la ciudadanรญa, la sociedad civil, los medios informativos y la oposiciรณn.
Bolsonaro podrรญa extender esa reacciรณn autoritaria al campo polรญtico de la derecha latinoamericana. Asรญ como el polo antidemocrรกtico de la izquierda ha contado con su red de apoyos internacionales (Rusia, China, Turquรญa, Irรกn), el de la derecha contarรญa con el respaldo de Donald Trump en Estados Unidos, Nigel Farage en Gran Bretaรฑa, Viktor Orbรกn en Hungrรญa y Matteo Salvini en Italia, por solo nombrar a los que menciona Steve Bannon, exasesor trumpista, en una reciente entrevista con Patricia Campos Mello para Folha de Sรฃo Paulo. Bannon ve a Bolsonaro como el representante ideal de Amรฉrica Latina en โEl Movimientoโ, una internacional de extrema derecha que el estratega neoconservador lanzarรก el prรณximo enero en Bรฉlgica.
Si Bolsonaro se consolida dentro de esa red e intenta expandirla hacia Amรฉrica Latina probablemente no encuentre un dique sรณlido en la izquierda democrรกtica, dada su escasa presencia en los gobiernos de la regiรณn. De plegarse el resto de la derecha a las posiciones del lรญder brasileรฑo, una temible polarizaciรณn entre autoritarismos de uno u otro signo podrรญa poner a la democracia regional en su situaciรณn mรกs riesgosa en cuatro dรฉcadas. Ese panorama serรญa tan favorable al giro autoritario de las derechas gobernantes como al enquistamiento de las dictaduras de izquierda.
Cualquier confrontaciรณn que reproduzca una polaridad parecida a la de la Guerra Frรญa es beneficiosa para el autoritarismo en Amรฉrica Latina. Al sentirse protegidos por potencias globales, los gobiernos de la regiรณn ven debilitado su vรญnculo con el marco jurรญdico hemisfรฉrico. La emergencia de lรญderes como Donald Trump, en Estados Unidos, ha resultado un soporte inesperado para los nuevos despotismos del siglo XXI, lo mismo en Europa que en Amรฉrica Latina. El actual clima de nacionalismo, xenofobia y racismo que Trump y otros lรญderes occidentales imprimen a la trama global es terreno fรฉrtil para las dictaduras. ~
(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crรญtico literario.