Morrissey y la música de alcoba

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Uno de los temas recurrentes en las canciones de Steven Patrick Morrissey (Davyhulme, Lancashire, 1959), desde sus años con The Smiths y a lo largo de su prolífica carrera solista, ha sido la relación tensa que los individuos traban con las normas y organizaciones sociales que moldean y limitan sus acciones. Esta crítica no ha estado exenta de contradicciones. Libertario antes que liberal, Morrissey ha criticado la fascinación con la monarquía (en “The queen is dead”) a la vez que ha llorado la pérdida de la identidad inglesa (“Irish blood, English heart”); ha cantado himnos perdurables contra la opresión implícita en el sistema educativo (“The headmaster ritual”, “Barbarism begins at home”) y retratado a los profesores como víctimas de hordas aprehensivas de padres de familia (“The teachers are afraid of the pupils”); ha escrito sobre la búsqueda de la identidad sexual (“Vicar in a tutu”, “The boy with the thorn in his side”, “Speedway”) y ha sido, en más de una ocasión, acusado de coquetear con posiciones racistas y xenófobas (“Bengali in platforms”, “The National Front disco”).

Nada de lo anterior ha impedido, por supuesto, que Morrissey sea un icono de la cultura popular y que, al menos en la prensa inglesa, se le considere un músico tan influyente como los Beatles o Bob Dylan. Aun así, ser seguidor suyo no es fácil. Uno puede reír con sus burlas de la sociedad contemporánea (“A world war / Was announced / Days ago / But they didn’t know / The lazy sunbathers”) y admirar la dulzura de la incredulidad con la que escribe sobre relaciones sentimentales tortuosas (“No one I ever knew / Or have spoken to resembles you / This is good or bad / All depending on my general mood”), pero a menudo es inevitable descreer de sus posiciones públicas. En los últimos años cada nuevo disco de Morrissey ha sido opacado por sus desventuras, sea la cancelación de conciertos por motivos como el frío, la venta de productos cárnicos en los foros donde se presenta (Morrissey es vegetariano desde los once años, y militante severo de la causa) o por declaraciones incendiarias y, francamente, estúpidas, que indignan al público. Por poner un ejemplo reciente, en una entrevista con Der Spiegel, declaró, con respecto a los escándalos de Harvey Weinstein y Kevin Spacey: “Detesto la violación… Pero en muchos casos, uno mira las circunstancias y piensa que la persona a la que se considera víctima, lo que está es simplemente decepcionada.”

A finales del año pasado, Morrissey lanzó el álbum Low in high school. En lo musical, es quizás el más fuerte de una racha de discos flojos que comenzó en el 2006 con Ringleader of the tormentors y siguió con Years of refusal (2009) y World peace is none of your business (2014), aunque temáticamente el letrista da señas de agotamiento.

Ya desde “I wish you lonely”, la segunda canción del disco, el tema de la desconfianza hacia la sociedad (que “es el infierno”) ocupa un lugar central:

Piensa solo en ti mismo

En todo lo que demandas

Lo que quieres y necesitas

Y al demonio

Al demonio con todos los demás,

[todos los demás

Toda vez que, como nos recuerda, en el mundo abundan:

Tumbas llenas de tontos que dieron

[sus vidas por orden

De monarcas, oligarcas, jefes de

[estado, potentados

Y ahora nunca volverán, nunca

[volverán

En el disco Morrissey habla de amor y pérdida amorosa (“Jacky’s only happy when she’s up on the stage”), de la guerra (“I bury the living”), la situación en Venezuela (“Who will protect us from the police?”) y el conflicto en el Medio Oriente (“Israel”). Para ser alguien que no lee las noticias, parece informado, o al menos preocupado. Ello a pesar de que, como reconoce en “Spent the day in bed”, uno de los temas más populares del disco,

Pasé el día en la cama

Lo hice muy felizmente, sí

Pasé el día en la cama

Mientras los trabajadores

[permanecen esclavizados

Pasé el día en la cama

No soy mi tipo, pero

Amo a mi cama

Desde esa cama, recomienda que:

¡Dejes de ver las noticias!

Porque las noticias procuran

[infundirte miedo

Hacerte sentir pequeño y solitario

Hacerte sentir que tu mente no es

[tuya

Morrissey, faltaba más, está en su derecho de opinar sobre cualquier tema, y de hacerlo desde su alcoba, aun si esa actitud tiene resonancias poco favorecedoras en épocas en que acusar a los medios de falsear la información es la actividad favorita de los líderes mundiales mendaces. Podríamos aceptar que la línea sobre pasar el día en cama es una broma, de no ser porque, a lo largo del disco, Morrissey parece en efecto más ensimismado que contestatario.

En su Autobiografía, de 2013, una visita al actor Peter Wyngarde le servía a Morrissey para escribir sobre la condición de los artistas que han dejado atrás el pico de su fama: “Finalmente conscientes de que estamos siempre en la oposición, la solución a todos los predicamentos es la bondad de la privacidad en un cuarto acogedor con libros.”

Al parecer, Morrissey ha optado por ese retraimiento, y al oír Low in high school uno no sabe si se encuentra ante las consignas trilladas de un preparatoriano que solo entiende el mundo en oposición a él o ante las rabietas de un hombre mayor que mira al mundo caerse en pedazos. (Puede ser, en verdad, una mezcla de las dos cosas.)

En los mejores momentos de su carrera, Morrissey era una voz que deleitaba escuchar. Era melodramático y subversivo, pero no parecía tomarse en serio a sí mismo. Aun si a él no le importaba, sus palabras resonaban. Ahora que pasa el día en su alcoba, con “almohadas como pilares” y sábanas por las que –como quiere hacernos notar– él mismo pagó, el humor ha cedido su lugar a un tono más profesoral, y las palabras parecen vacías. Lo cito: “Quisiera reír. Pero esa broma ya no es chistosa.” ~

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es editor digital de Letras Libres.


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