Necesitamos renovar misterios, la ropa ya no basta. Vid. Ghazipur, ciudad de basura en la India: 35 hectáreas, bloques de basura con una altura de veinticinco pisos. La ropa nueva ha de tener más leyenda que la etiqueta.
Tiempo de libélula, tiempo libelular. Viene del estupendo libro de Carlos López-Otín La levedad de las libélulas: poético, imaginativo y científico. Armonía de humanidades y ciencia pura.
Nora Ephron, en No me acuerdo de nada (2010), primeros años sesenta: “Me encantaba el [New York] Post. Era un zoo, naturalmente. El editor era un depredador sexual. El jefe de redacción era un pirado. A veces parecía que la mitad de la plantilla estaba borracha. Pero me encantaba mi trabajo. El primer año, aprendí a escribir, porque cuando empecé apenas sabía. […] Había un corrector genial, Fred McMorrow, que venía personalmente a devolverme el texto y me explicaba por qué hacía los cambios que hacía. No empieces nunca un artículo con una cita, me dijo. No uses otro verbo más que ‘decir’. No dejes para el último párrafo algo que te interese de verdad.” (Ahora es al revés: lo bueno va al fondo, para hacer tiempo/dinero.) También cuenta Ephron (1941-2012) que el Post era el único medio con mujeres periodistas en la redacción.
Trump dice que ha ordenado liberar la info clasificada sobre los asesinatos de los Kennedy y de Martin Luther King. Pero de los archivos sobre la muerte de Marilyn Monroe no ha dicho ni pío.
William Blake: “La naturaleza es imaginación misma.” Esta frase la cita James Bridle en su magnífico ensayo Modos de existir. Más allá de la inteligencia humana, libro misceláneo en el que cuenta muchas cosas interesantes de tecnología, de sus experiencias montando, por ejemplo, un coche autónomo con un móvil, con software bajado de internet y unas cámaras y sensores, y de la inteligencia de animales y plantas Es un texto devorable y estimulante. Invita a ampliar el sentido de “inteligencia” en todas direcciones y sugiere que la humanidad estará mejor cuanto más comparta el conocimiento y el afecto con las diversas inteligencias diferentes de la suya.
Uno de los nombres tradicionales de Japón es Akitsushima: isla de las libélulas. López-Otín argumenta las libélulas del título de su libro contando las asombrosas características de estos insectos… y su valor simbólico.
Necesitamos nuevos misterios: una vez ido el fascinante ¿cometa? Oumuamua esperamos al meteorito que se acerca para el año 32.
La peli La sustancia, de Coralie Fargeat, sobrevive al tornado de estrenos, series, libros, incluso a la vida habitual: peli sicodélica casi sin texto, sin palabras. Esta frase de los Aforismos. Cultura y valor, de Wittgenstein, la enfoca: “lo puramente corpóreo puede ser inquietante” [284]. The brutalist, maravillosa, el antiguo formato Vistavisión, en 70 mm, muestra la vida aumentada. Placer de entregar cuatro horas, con descanso de quince minutos, al cine… casi vacío.
También sobrevive y atraviesa el olvido de los cuadernos esta frase: “Solo tenía fuerzas para rendirme” (de la entrevista de Antón Castro a la fotógrafa de prensa y exmodelo Connie G. Santos, en Heraldo de Aragón). Y el libro de fotos de Juan Moro y poemas de cincuenta personas, Occulta verita, es una exquisitez tribal.
Complejidad: la cebolla tiene cinco veces más adn por célula que el ser humano. Esto explica que pelar una cebolla nos hace llorar… intuímos que nos supera en algo. Lo explica Jesús Mosterín en el artículo “Qué es la vida” (en Discusiones filosóficas, 2002, en la web). Siendo un sabio los textos de Mosterín se entienden.
El ciclo de la Universidad de Zaragoza de premios Cervantes ha traído al Paraninfo en febrero a Luis Mateo Díez entrevistado por Jesús Marchamalo, y ha sido una sesión impagable. Mateo Díez ha defendido el desorden como generosidad. Ha dicho que empezó a escribir con dos lemas: el de Joseph Conrad, que aconseja no pasar a la frase siguiente sin haber quedado satisfecho con la anterior, y el de Valle-Inclán, que proclama que el verdadero artista es quien junta por primera vez dos palabras. Ante la pregunta de qué es lo que más te gusta, Mateo Díez ha dicho: “invitar a los amigos”.
Esta temporada he vivido en el artículo de enero de Letras Libres, n.º 280, de Luis Beltrán Almería titulado “El reto de las humanidades”. El catedrático de la Universidad de Zaragoza me abrió los ojos al “muy olvidado” Nicolás Ramiro Rico (1910-1977), del que dice que “es el mejor escritor español del siglo XX”. Prensas Universitarias de Zaragoza ha reeditado El animal ladino, de 1980, muy bien arropado por especialistas y amigos, que quizá son lo mismo (vid. Mateo Díez). Luis Beltrán me ha descubierto la obra enciclopédica y diáfana del antes citado Jesús Mosterín (1941-2017), filósofo, matemático y antropólogo del que Beltrán escribe: “fue un gigante de la filosofía de la historia” que “había comprendido la necesidad de hacer una filosofía de la cultura y de conectar la historia natural con la historia cultural”. Explica Luis Beltrán que “la fragmentación y dispersión del conocimiento es un síntoma del fracaso ante el reto moderno”. La conexión entre la naturaleza y la cultura que echa en falta Luis Beltrán nutre y anima los dos libros citados arriba, La levedad de las libélulas, de Carlos López-Otín, y Modos de existir. Más allá de la inteligencia humana, de James Bridle. Ambos autores ejercen esa transversalidad que añora y reclama y augura Luis Beltrán y que quizá quede bien reflejada en la frase de William Blake citada arriba: “La naturaleza es imaginación misma” (y viceversa, cabría añadir). Gracias pues a estos libros que inyectan ideas, o sea, vida. “La vida es información”, escribe López-Otín. ~