Piqué, el eje de la defensa

Las identidades son muy complejas y hay muchas maneras de sentirlas. El ejemplo de Piqué demuestra la capacidad de no dejarse reducir a una identidad única y simplista.
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La tradición sostiene que los defensas centrales son tipos duros, altos y fuertes, buenos rematadores de cabeza, no demasiado creativos y alérgicos a las frivolidades. Como todos los tópicos, este existe para ser desmentido, y desde Beckenbauer a Mascherano, pasando por Baresi o Sanchís, ha habido centrales para todos los gustos. Sin embargo, quizás el más atípico y llamativo de los últimos tiempos ha sido Gerard Piqué, central y forofo del FC Barcelona, autoproclamado futuro presidente del club, voraz pisador de charcos y sorprendente adalid de la España plural. (Antes de continuar, para alejar cualquier sospecha de parcialidad, sepan que el autor de estas líneas es socio del Real Madrid desde hace treinta años, tiene la insignia de plata desde hace cinco, su hijo mayor es socio desde el día que nació y que uno de los peores días de su vida fue la victoria por 2-6 del Barcelona en el Bernabéu que presenció en directo y en la que Piqué tuvo un protagonismo destacado.)

La actitud de Piqué en el campo, con una tendencia indisimulada a irse al ataque, se repite fuera de él, con una notable capacidad para ofender y agraviar a las hinchadas rivales, en especial las del Real Madrid y el Espanyol, los dos grandes rivales del equipo culé. Vaya por delante que uno de los principales agravantes es que es un extraordinario jugador, uno de los mejores centrales del mundo. Su palmarés no deja dudas, con un Mundial, una Eurocopa, cuatro Copas, seis Ligas y cuatro Champions.Precisamente tras la celebración de la Champions 14/15 y a raíz de una ironía sobre el cantante que amenizó la fiesta de los treinta años de Cristiano Ronaldo, celebrada con media plantilla blanca tras ser vapuleados por 4 a 0 ante el Atlético de Madrid (“Gracias por tanto, Kevin Roldán”) comenzaron los pitos a Piqué con la camiseta de la selección. Era un partido amistoso en León, pero todo ese otoño se repitió, en Oviedo, Logroño, Alicante… Unos pitidos que manifiestan el resentimiento del aficionado madridista y de algunos posicionamientos políticos del jugador respecto a la situación en Cataluña.

Esa primera oleada de pitidos culminó con una rueda de prensa celebrada el 10 de septiembre de 2015 en Barcelona. El mensaje fue meridiano: rivalidad total con el Madrid, apoyo al llamado derecho a decidir (“mañana iré a la Diada”) e identificación plena con la selección española, a la que acude desde los dieciséis años. “La selección es mi casa, mi familia, y quiero seguir viniendo”, dijo Piqué días más tarde tras otro partido de la selección en el que fue pitado. Añadió: “Nunca he dicho que esté en contra de la selección o de este país.” Con cierto optimismo concluía: “con el tiempo, todo se va a solucionar”.

El tiempo no ha solucionado nada, si acaso han empeorado las cosas, ahora ya sí centradas en la situación en Cataluña en la que Piqué, desde sus redes sociales, se ha mostrado muy participativo. En pleno huracán, haciendo honor a su reputación de no arrugarse, dio una conferencia de prensa el 4 de octubre de 2017, en la peor semana de la democracia española en décadas, con media España clamando por su renuncia a la selección. Esa rueda de prensa fue una lección magistral. Piqué volvió a pedir que no se dudara de su compromiso con la selección, reclamó el derecho de los futbolistas a hablar de política, pidió diálogo a los políticos y afirmó sin dudar: “No es mi caso pero creo que un independentista puede jugar en la selección. El independentista no está en contra de España. Se ha derivado hacia el fanatismo. Estamos aquí para que España pueda ganar.”

Es raro que un futbolista renuncie a jugar con su selección por motivos políticos. En tiempos recientes solo aparecen los casos del defensa vasco Kortabarria, que renunció tras jugar cuatro partidos en los ochenta, el lateral gallego Nacho y el defensa catalán Oleguer. Pero se puede hacer (en todos los casos sensatamente no fueron convocados de modo que no fueron sancionados). Lo importante, como dice Piqué, es que también se puede ser independentista y jugar con la selección, aunque a tu lado juegue Sergio Ramos, cuya identificación con la camiseta es (cabe sospechar) muy emocional. Pero a la hora de jugar al fútbol, que España sea una unidad administrativa en la que has nacido o la tierra elegida por los dioses para solaz de los mortales es indiferente. La misma idea la expresó más recientemente Mikel San José, otro excelente central, en este caso del Athletic de Bilbao (y que, como Piqué, pasó parte de su adolescencia en Inglaterra, uno en Manchester y otro en Liverpool, antes de volver a sus clubes de origen, quizás el pragmatismo inglés hizo mella). San José, que también es internacional con España desde las categorías inferiores, usó casi las mismas palabras en una entrevista en la revista Panenka: “se puede ser independentista y jugar en la selección española”.

En la sociedad a la que nos dirigimos, al menos en Cataluña, el vínculo afectivo de gran parte de la población con el resto de España se ha visto si no roto al menos gravemente dañado. Pero eso no significa que se deba renunciar a la selección en el ámbito de cada cual, que no deba uno progresar en lo suyo, ni que empecemos a meternos goles en propia meta. Si se puede representar a España al más alto nivel siendo independentista, se puede viajar por el mundo con un pasaporte español, ser ejecutivo, mecánico, profesor y hasta portavoza. Las identidades son muy complejas y hay muchas maneras de sentirlas (o de sobrellevarlas). El ejemplo de Piqué es extraordinario, porque demuestra la capacidad de no dejarse reducir a una identidad única y simplista, y que no hace falta sentir los colores para realizar una aportación sobresaliente a un empeño colectivo. Piqué sabe diferenciar entre el grupo humano que le rodea en el equipo español y ese ente informe que es un país, y sabe que puede sentir lealtad a uno sin pasar por el otro. Así se confirma como parte fundamental del eje de la defensa, no solo de la selección, sino de una manera de concebir una España plural y posible. La renuncia de Piqué sería un drama futbolístico y una tragedia nacional, porque debe haber tantas maneras de ser español como españoles haya. Gracias por tanto, Gerard Piqué. ~

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Miguel Aguilar (Madrid, 1976) es director editorial de Debate, Taurus y Literatura Random House.


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