Ilustración: Letras Libres. Foto: Foto: Robert Couse-Baker / PxHere

La oposición esboza una propuesta para el sector cultural

Un documento de la coalición que reúne a PAN, PRI y PRD plantea una lista de los problemas que aquejan a la cultura en México, así como algunas de sus posibles soluciones.
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Cuando aún se llamaba Frente Amplio por México, la coalición opositora hoy llamada Fuerza y Corazón por México (FCM) elaboró el documento Hacia un programa de gobierno 2024-2030, coordinado por José Ángel Gurría, y revisado y avalado por Xóchitl Gálvez y los líderes del PAN, PRI y PRD. En la hechura participaron “cientos de personas” de manera honoraria: “ex funcionarios, académicos, políticos, expertos y miembros de las organizaciones de la Sociedad Civil, que tienen en común el hecho de ser reconocidos como grandes especialistas en sus respectivos temas”.

Trece grupos de trabajo sesionaron hasta en tres ocasiones para compartir “propuestas de solución a los grandes problemas nacionales”. El documento se ampliará y afinará y servirá de guía a Gálvez y a los candidatos a puestos de elección popular. Salvo excepciones, en la mayoría de los grupos de trabajo la lista de los participantes es amplia y heterogénea, y a veces se menciona a un coordinador. Gurría destaca la colaboración de Luis Herrera-Lasso y Ana Karen Iniestra. Junto a ellos tres, en todas las mesas participaron Rodrigo López Luje, Francisco Montfort, Carlos Noriega Curtis, Eduardo Sadot y Margarita Sánchez Gavito.

La Cultura figura como el cuatro tema, después de Políticas Sociales, Mujeres y Educación, Ciencia y Tecnología. Les siguen Salud, Seguridad y Procuración de Justicia, Corrupción e Impunidad, Agricultura, Ganadería y Pesca, Economía (Infraestructura, Vivienda, PYMES, Competencia y Turismo), Medio Ambiente, Agua y Energía, Democracia y Estado de Derecho, Gobiernos de Coalición y Relaciones con el Exterior. En cada tema se puntualizan “líneas de acción prioritarias” y a continuación se hace énfasis en algunas de las “líneas” como bloques temáticos.

¿Es un orden jerárquico? Difícil saberlo. Al menos se perciben segmentos: el social; el educativo y cultural; el económico y el político, y las relaciones internacionales. El documento se apega a su título: no es una propuesta de programa de gobierno, sino que apunta hacia allá. Así que cada tema es una lista de problemas, alternativas de solución y nuevas propuestas. En Cultura, solo se menciona como participante a Antonio Crestani, “entre otros”.

Las líneas de acción prioritarias de Cultura recuperan programas y líneas de trabajo descuidados o destruidos por la 4T. También presta atención a demandas históricas no atendidas y propone nuevos horizontes. A causa seguramente de la premura o de un exceso de buenas intenciones, figuran proyectos inviables, y no escasean las imprecisiones, las generalizaciones ni los lugares comunes propios de la época.

Hay un inquietante énfasis en las culturas mesoamericanas y en las tradiciones y festividades indígenas. Estos aspectos excluyen desde las culturas novohispanas –en plural– hasta las expresiones del arte contemporáneo. La única mención a las tecnologías se reduce a su utilidad en la “comunicación cultural”. El “impacto social de la cultura” reaparece como un criterio prioritario de valor, aunque de dudosa medición.

Al final, no acaban de atarse las cuentas de tantos abalorios sueltos.

Este esbozo de propuesta debe atenderse desde dos hipótesis. Una, que Xóchitl Gálvez gane la presidencia de México. La otra, que no la gane, pero que las Cámaras alta y baja se conformen de tal manera que se evite la mayoría de Morena y sus aliados, de modo que las propuestas y algunas realistas buenas intenciones puedan encontrar espacio en el debate parlamentario, y las comisiones respectivas sean presididas por operadores políticos eficaces.

Veamos las “líneas de acción prioritarias”.

1. Para fines del sexenio, FCM aspira a que el 1% del Gasto Público Programable se destine a la cultura. Una demanda –y una promesa– histórica. El próximo año, la 4T destinará sólo el 0.29%.

2. A manera de exhorto, se solicitaría a los gobiernos estatales y municipales que asuman a la cultura como “sector prioritario”, con los cambios legales correspondientes, y la creación de “apoyos fiscales para las industrias culturales”. En la situación actual y al menos a mediano plazo, no es viable. La política cultural estatal dependía en buena medida de los recursos de la Federación, que mutiló la 4T. Solo excepcionalmente a los gobernadores y presidentes municipales les importa el tema. La propia infraestructura está en deterioro o en desuso, lo que debería llevar prioridad. Y lo central: ¿cuántas “industrias culturales” hay en los estados y municipios y de qué naturaleza?

3. “Replantear la estructura administrativa del sector para ampliar su cobertura”, dirigiéndola hacia las comunidades más marginadas, “especialmente a las poblaciones indígenas”, en colaboración con “otras instituciones” y “la sociedad civil”. De tal manera se daría una “respuesta más eficaz a los grupos profesionales y los de carácter popular, urbano y rural”. El planteamiento es vasto y ambiguo. Una parte importante de “esa estructura administrativa” enfrenta diferentes problemáticas, está rebasada en sus faenas, y acarrea dos problemáticas no resueltas: el sindicalismo cultural y los trabajadores por honorarios. De llevarse a cabo, esta línea de acción implicaría no solo reformas de estructura sino legales y de reasignaciones presupuestales. Nuevamente, no es realista “ampliar la cobertura” cuando está subutilizada la infraestructura existente. ¿O es acaso una manera velada de plantear la reingeniería de la inconclusa Secretaría de Cultura?

4. Darle solución a la “problemática laboral y de seguridad social que aqueja al sector”. No está a discusión. Son dos cuestiones complementarias, aunque distintas. La seguridad social es la promesa anual de la actual titular de Secretaría de Cultura. La “problemática laboral” supone encarar con lucidez y la consabida “voluntad política”, por primera vez en la historia de la política cultural de México, al sindicalismo cultural que asfixia la gestión cultural de Estado, y la regularización de los trabajadores por honorarios.

5. Un “plan” que revierta el “deterioro” en el patrimonio “artístico, histórico y paleontológico” y la “infraestructura cultural” por “la falta de inversión”. Tampoco está a discusión. Suponemos que el plan incluye también al patrimonio arqueológico, y su ausencia se deriva de una deficiencia en la redacción. Tal como se ha insistido en otras ocasiones eso fue lo que Frausto prometió y no cumplió. Ya ha habido muchos planes. Lo que se requiere es un inventario patrimonial, declaratorias, fondos y seguros estatales, y rescatar al FONDEN. Lo que se requiere es un plan integral.

6. “Lograr la transversalidad de las acciones culturales en todas las políticas públicas” a través de una retahíla de secretarías de Estado: “Educación Pública, Turismo, Relaciones Exteriores, Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Medio Ambiente y Recursos Naturales; Economía, Salud, Comunicaciones y Hacienda y Crédito Público”. Esta “línea de acción prioritaria” es retórica y hueca. Ni siquiera suena bien en el papel. Parecieran desconocerse los vericuetos que implican hacer un trámite, digamos, ante el INAH, o las gestiones para la contratación de un capítulo 2000. Tan solo en la propia Secretaría de Cultura, la “transversalidad” pareciera un desafío insalvable, que tomaría sexenios, o una reforma administrativa de fondo. Los ocasionales “acuerdos intersecretariales” no son “transversalidad”, sino parches a dinámicas administrativas disfuncionales.

7. “Dotar de mayor impulso a la educación y la investigación artística y cultural” es también indiscutible. El reto son los planes de estudio y la deserción, por la falta de mercado de trabajo. No sirve de mucho que haya egresados que no se desarrollarán en sus profesiones artísticas, ni investigadores que no encontrarán puestos de trabajo, editoriales que publiquen sus obras, lectores que las lean, crítica especializada.

8. “Reforzar el trabajo de cuerpos colegiados para la evaluación de proyectos y distribución de apoyos”. En algunos casos existen –INAH–, en otros su capacidad ha sido puesto en duda –ex FONCA–, en otros más los apoyos dependen de la decisión de los directores –INBAL–. Y en general, suele haber sospechas acerca de las decisiones debido a que no se transparentan adecuadamente los conflictos de interés. Es una propuesta que contribuye a la salud del servicio público cultural.

9. Una “estrategia de comunicación cultural a través de los medios tradicionales y de las nuevas tecnologías”, con el presupuesto necesario, para que sea de “escala nacional e internacional” Con la excepción del actual, en los sexenios más recientes no han faltado esas estrategias. Suponemos que se busca aumentar la asistencia a eventos y el consumo cultural en general, aunque la redacción no plantea los objetivos con claridad. No se sabe si lo que se busca es “informar”, a “escala nacional e internacional”, que se llevará a cabo una actividad en Palacio de Bellas Artes, Chichén Itzá o el Centro Cultural Tijuana, o más bien “trasmitirla”. Se menciona a los medios “tradicionales” –¿prensa, radio, tv pública o privada? – aunque no se puntualiza acerca de los medios culturales de Estado, ¿porque se da por sobreentendido o por su baja penetración?

10. Fuerza y Corazón por México propone la colaboración con instituciones de educación superior para la formación de especialistas en gestión cultural. Ese corpus de programas en distintas instituciones ya existe. Lo importante es desaparecer la brecha entre la formación estrictamente académica y la práctica de la gestión. Un aspecto crucial es facilitar al amplio sector de gestores culturales el reconocimiento académico por la vía de su experiencia profesional. Es sabido que las instituciones académicas han acrecentado infundadas restricciones al respecto, pues así defienden y amplían cotos de poder, sin que haya una verificable aportación. El documento sugiere también la colaboración en torno a especialidades “en conservación de los patrimonios intangibles (gastronómicos, artesanales, escénicos, dancísticos, de usos y costumbres, etc.), simbólicos, artísticos, históricos, arqueológicos, paleontológicos y subacuáticos”. Diferentes dependencias de la Secretaría de Cultura ya se ocupan de ello. Más bien lo que se requiere, según cada caso, es una reforma o actualización de esos estudios, un aumento importante en el presupuesto, y el aumento salarial y la regularización laboral del plantel docente. Durante la administración actual no ha habido ningún avance. Por el contrario, el retroceso es de lamentarse.

11. El documento propone la promulgación de una Ley de Mecenazgo Cultural destinada a las “donaciones y la inversión en la infraestructura en el mundo de la cultura”. Para empezar, hay varias iniciativas de ley de distinta índole que dan tumbos en las Cámaras alta y baja. A la hora de legislar, las comisiones de cultura son deficientes, no han mostrado capacidad para un análisis profesional de las propuestas, que acaban manoseándolas para empeorarlas. El mitote en torno a la nueva Ley de Cinematografía es una muestra, aunque no la única. Y, al final de cuentas, los partidos políticos tienen otras prioridades y no les brindan la atención debida, a menos que, como ha sucedido en el sexenio, se trate de una propuesta del ejecutivo que aprueban sin conocimiento de causa Morena y aliados. Si por descuido llegan a legislar, las leyes no se aplican, pues no cuentan con los instrumentos adecuados, ni se adecuan a la realidad. Por otra parte, desde los años 90 se han creado distintos mecanismos de donaciones y apoyos deducibles de impuestos que han probado su eficacia. El paso previo a una ley, en consecuencia, es establecer, en la propuesta de Programa de Cultura 2024-2030, un Programa de Mecenazgo Cultural, como parte de los antes llamados “programas sustantivos”, que comience a articularlos en la práctica, identificar nuevas áreas que pueden y deben beneficiarse y, a largo plazo, entonces sí considerar la posibilidad de una ley. De abajo hacia arriba, pues.

12. Esta línea de acción estratégica propone “conductos de comercialización para los artesanos (…) las fiestas patronales y costumbres prehispánicas que son fuertes atractivos turísticos, ventanas a la proliferación cultural y, sobre todo, a la cohesión social”. Lo primero es prioritario, sin los simulacros del programa Original, uno de los fracasos de la actual gestión, que ofrece capacitación en línea aunque la mayoría de los artesanos no cuenten con internet, y mantiene bajo reserva la información relativa al impacto económico real. Lo segundo retoma la apuesta por el turismo cultural. Las experiencias previas, que se remontan al sexenio de Vicente Fox con la creación de la Coordinación de Patrimonio Cultural, Desarrollo y Turismo, son valiosas y es imperativo que sean tomadas en cuenta.

13. “Renovar el programa de indicadores de la actividad cultural y promover el estudio estadístico de la incidencia de la cultura en el desarrollo sostenible” es una propuesta extraña. Hay una amplia variedad de indicadores culturales en México, que se han desarrollado en las últimas décadas, tanto por parte del Estado como de instancias académicas, organizaciones civiles y grupos de expertos. Por tanto, no hay un solo “programa de indicadores de la actividad cultural” que deba ser “renovado” como tal. Existe, es cierto, el Sistema de Información Cultural de México, SIC México, aunque no se orienta necesariamente al “estudio estadístico de la incidencia de la cultura en el desarrollo sustentable”. En todo caso, más que “renovar” sería “crear” ese “programa”. ¿Hace falta? Un repositorio digital que integre a lo realizado por el Estado y distintas instancias es una buena solución.

14. “Brindar un decidido impulso a la presencia de la cultura de México en el mundo.” Nadie se opone a que la diplomacia cultural recupere su dignidad, luego de dos sexenios perdidos.

Hacia un Programa de Gobierno 2024-2030 dedica apartados especiales a la “Política Cultural de Estado”, la “Transversalidad del Proyecto Cultural”, la “Medición de las Políticas Culturales”, el “Presupuesto y Estímulos Fiscales” y “México en el Mundo”, temas incluidos dentro de las 14 líneas de acción prioritarias. En general, se repiten planteamientos de uso corriente, lo cual no les resta mérito, pero los vuelve redundantes y revela que en FCM, a diferencia de otros temas, la reflexión a fondo de la cultura está pendiente.

En “Política Cultural de Estado” se repite lo planteado desde el sexenio de Enrique Peña Nieto: la cultura orientada a la recomposición del tejido social. Vamos para dos sexenios, y no hay logros. ¿Se le pide de más a la cultura?¿Sabemos sus límites y alcances? ¿La política no ha sido la adecuada? ¿Cuál es un plazo razonable para advertir resultados? ¿Ese esfuerzo no tiene futuro si no implica avances en la seguridad y el desarrollo social? Estos y otros ángulos deben someterse a examen.

De no ser así, la “recomposición del tejido social a través de la cultura” se convierte en una muletilla retórica. Tal vez por ello en este apartado proliferan las frases rimbombantes: la “responsabilidad política y moral” del Estado para “fortalecer la paz y la libertad a través de la educación y la cultura”. La cultura es el “conocimiento de la grandeza pluriétnica y multicultural de México”.  Lo que nos ubica en un lugar privilegiado en un mundo globalizado”, “la conciencia de nosotros mismos”, “lo que hemos sido, lo que somos, y lo que aspiramos ser”, “el sano orgullo nacional entre todos los mexicanos”.

Hay aún más confusión acerca de la “Transversalidad del Proyecto Cultural”. El apartado mezcla problemáticas, repite propuestas, recae en frases inconexas donde se dice todo y nada. Vuelve a hablarse de la “recomposición del tejido social –más “la reconciliación nacional ”– y “el derecho del acceso universal a la cultura”, que existe desde 2019, junto a la “descentralización” y, otra vez, el “desarrollo sustentable”. La “transversalidad” no es sino una moda académica que infectó a la política y gestión cultural, aunque carezca de contacto alguno con la realidad. Tan es así que solo una oración la menciona: “El plan cultural debe insertarse en un plan general con transversalidad de políticas públicas, con énfasis a los niños y jóvenes en riesgo”.

En una reflexión aparte, que retoma y amplia la línea de acción prioritaria 9, el documento plantea que los “medios” –deben ser “portadores de conocimiento por excelencia”, y su programación debe “educar, informar y al mismo tiempo entretener”. No se puede estar en desacuerdo, pero tampoco se dice nada en concreto. No olvidemos que, a manera de ejemplo, el 27 de enero de 2019 en Mocorito, Sinaloa, durante el anuncio de la Estrategia Nacional de Lectura del gobierno de AMLO, se anticipó como uno de los tres ejes la difusión a través de los medios masivos, que estaría a cargo del vocero Jesús Ramírez. Nada sucedió.

En la “Medición de las Políticas Culturales” y de acuerdo con FCM, “ningún proyecto puede ser evaluado sin una adecuada medición de impacto social” y, por ende, se requieren los indicadores idóneos que definan la política cultural nacional. Eso sería la base para el “aumento del gasto programable y el rediseño de los mecanismos que potencien los recursos públicos, sociales y privados”. Esta es una añeja discusión. ¿La poesía, el teatro, la música clásica, la danza contemporánea, entre otras disciplinas, quedarán sujetas a su “impacto social”?. Pareciera una discusión tan inútil como leer por “compromiso” o leer por “placer”.

Este planteamiento se remonta también al sexenio de Vicente Fox. Es decir, llevamos cuatro sexenios y no sabemos cómo se mide ese “impacto” y si en verdad es un criterio que aplique a las artes. Lo que se ha hecho es establecer una suerte de “retribución social” por parte de los artistas beneficiados con los apoyos del ex FONCA y hoy Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales. Esa sí sería una “medición del impacto social pendiente”, para precisar si ha sido útil o tan solo ha burocratizado más el apoyo a la creación. ¿A un beneficiado de un apoyo en el campo de la física se le pide una retribución social semejante? No, naturalmente. El mérito basta y sobra.

No obstante, FCM muestra cierta obcecación al respecto. “El Estado”, apunta, “debe ser garante del desarrollo de proyectos para que el sector productivo de la cultura se formalice.” Eso estaría bien, si estuviera hablándose de las “industrias culturales”, que no son mencionadas en ninguna parte del apartado. El planteamiento inmediato siguiente condicionaría los apoyos a criterios expuestos con poca claridad: “Hay que reconocer que durante muchos años se dieron las ayudas directas sin prácticamente nada a cambio. En el momento en que el esquema cambia hacia la formalización, deja de ser un gasto para convertirse en una inversión”.

Al menos, lo que FCM venturosamente buscaría es “rediseñar y reactivar” fondos y fideicomisos destinados a la cultura, educación, ciencia y tecnología. Sabemos que los abolió el ejecutivo actual, por una supuesta corrupción que no probó su policía hacendaria. El caso más lastimoso fue la abolición en los hechos del Programa de Apoyo a la Traducción, Protrad, a consecuencia de un convenio entre las secretarías de Hacienda y la Función Pública, que canceló la posibilidad de que un recurso federal pudiera ser asignado a una editorial extranjera interesada en publicar a un autor mexicano en otro idioma, lo que orilló al programa a proponer un inviable esquema de “reciprocidad”. La convocatoria, claro, fue declarada desierta. Llevaba dos décadas y sus resultados eran palpables.

La coalición aspira asimismo a ampliar los apoyos a los fondos y fideicomisos a través de “fondos privados, internacionales, de organizaciones sociales y recursos de los tres órdenes de gobierno”. Ante los ingentes problemas nacionales, tal vez los “recursos de los tres órdenes de gobierno” no pasen de ser un noble deseo. Veremos también a qué se refieren en realidad los “fondos privados, internacionales, de organizaciones sociales”, una propuesta bien intencionada más, que deberá comprobarse. Las fundaciones culturales de los consorcios mexicanos tienen agendas claras a las cuales se apegan, y están en su derecho. Mientras que las organizaciones sociales, como se sabe, enfrentan serios problemas de financiamiento. Nuevamente, pareciera imperar la inexperiencia, la falta de realismo y la ingenuidad.

El rubro “Presupuesto y Estímulos Fiscales” arranca con un buen diagnóstico:

El sector cultura debe ser financiado como inversión y no como gasto. Actualmente, todas las instituciones que integran la Secretaría de Cultura han visto mermada su capacidad de operación y disminuidos sus presupuestos. No hay apoyos suficientes para los investigadores, los creadores, los festivales, muestras de arte, ferias, etc. Actualmente, las instituciones culturales que tienen a su cargo los teatros, museos y salas de cine no pueden ejercer su plena vocación. Muchas veces, los recintos culturales dejan de lado su programación sustantiva.

Invita así a “personas, empresas, fundaciones y organismos de la sociedad civil en el campo cultural para lograr una mayor corresponsabilidad en la conservación y acrecentamiento de los bienes y servicios culturales”. De nuevo, la larga lista de invitados para que sean partícipes corresponsables. La “Ley de Mecenazgo Cultural”, como se mencionó arriba, sería la vía. Añadamos: si gana Morena y aliados, ¿retomará la propuesta o más bien, basándonos en su sabido encono contra los fideicomisos, la desechará?

“México en el Mundo” cierra el pentágono cultural de Hacia un Programa de Gobierno 2024-2030. A pesar de que José Ángel Gurría, el coordinador del documento, fue secretario de Relaciones Exteriores de 1994 a 1997, en este punto en ningún momento se hace mención a la SRE. Tan solo se indica que es necesario que México “recupere el liderazgo cultural en el mundo por el que se ha distinguido”, planteamiento un tanto jactancioso. La presencia de México, siendo justos, ha sido relevante, pero, como bien apunta el documento, se “ha desdibujado por la falta de interés y de inversión por parte del actual gobierno”.

No hay referencia alguna a la estrategia que debe seguirse con la infraestructura existente para la difusión de México en el exterior: las casas y los institutos de cultura pulverizados por la 4T; las sedes de la UNAM, muchas de las cuales no son más que aulas para conferencias, proyecciones de películas y exposiciones de mínima envergadura; y las filiales del FCE, varias en quiebra técnica, algunas rescatables. Y lo principal: la designación de gestores culturales capaces y la formación del relevo generacional, a partir de la experiencia de quienes han abierto brecha y no de las, insistamos, ocurrencias académicas. Nada de eso se apunta.

El apartado se ocupa tan solo de los reconocimientos internacionales a la industria del cine y conmina a aumentar la producción en esa área, lo cual no es un problema en realidad, como sí lo es su difusión y comercialización, tanto en México como en el exterior. La estrategia de IMCINE para la venta de derechos de las películas mexicanas en los festivales internacionales debe mejorarse, aunque también es cierto que son los propios festivales los que deciden a través de sus comités cuáles películas formarán parte de su programación, y los distribuidores y comercializadores de cada país quienes toman la decisión final. Así las cosas, ni en México ni en el exterior, salvo los cineastas que han abierto su propia senda, el cine mexicano es de interés. Este es el desafío, no el aumento en la producción, condenada a permanecer enlatada. Aún está por verse el tamaño de la asistencia a las nuevas salas de cine del CENART y a los 34 teatros del IMSS en 23 estados.

Tampoco se hace referencia a unos de los aspectos centrales de la presencia de México en el mundo: las magnas exposiciones que distinguieron a nuestro país y que borró la 4T, que ni siquiera se ocupó de promover en el exterior La grandeza de México, deficiente muestra por contraste con otras que le precedieron y de excelsa calidad, tales como la Exposición de Arte Mexicano Antiguo y Moderno en el Museo Nacional de Arte Moderno de París de 1952, la primera de tal naturaleza en Europa, bajo la tutela de Federico Gamboa, o como Esplendores de 30 siglos, de 1992, en el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo de Arte de San Antonio, el Country Museum of Art de Los Ángeles, el Colegio de San Idelfonso y el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO.

Una vez más, como ha sucedido con gobiernos del PRI, PAN y Morena, FCM no llama la atención sobre la dramática carencia histórica de México de un conjunto de orquestas y de compañías dedicadas a las diferentes disciplinas escénicas para que representen a México tanto dentro del país como en el extranjero. La deuda que arrastra el INBAL desde su creación en 1946 sigue sin saldarse. La única compañía con presencia internacional, dedicada de la danza folclórica, es el Ballet Folclórico de México Amalia Hernández, creado en 1952 y cuya presencia internacional es constatable.

“México en el Mundo” hace un extraño planteamiento y no deja claro a qué se refiere en realidad. “El desinterés y la falta de apoyo a la cultura ha derivado en una importante fuga de talentos. Muchos mexicanos se han visto obligados a generar cultura o a estudiar la cultura desde el extranjero. Expertos en distintas disciplinas han encontrado mayor interés en su quehacer en otros lugares del orbe que en México”. ¿Se referirá a los cantantes de ópera, cineastas, artistas visuales, primas ballerinas y primos ballerinos mexicanos, o investigadores de cultura que han expandido sus carreras en el exterior?

En buena medida, los nombres que vienen a la mente primero fueron reconocidos en México y en consecuencia se desplazaron el extranjero. Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro, Carlos Carrera, Elisa Carrillo Cabrera, Gabriel Orozco, Rafael Lozano-Hemmer, Javier Camarena, Ramón Vargas y muchos más triunfaron en el país. No es improbable que la escena cultural de México les haya quedado estrecha y tuvieran que emigrar, aunque tampoco puede negarse que México es a la vez un destino que buscan artistas del extranjero para su crecimiento profesional. La aseveración, pues, resulta un tanto cuanto categórica.

El apartado no aborda, pues, lo central y cierra otra vez con una declaratoria de buenas intenciones:

La tolerancia y la libertad deben siempre prevalecer para que las comunidades, los artistas e intelectuales expongan sus ideas sin ningún tipo de obstáculo o represalia. La vida cultural debe ser el núcleo de valores democráticos a partir del absoluto respeto a las diferencias. La cultura, indudablemente, juega un papel en la construcción de la paz y de una ciudadanía responsable.

Un listado de 14 temas y cinco bloques temáticos.

Veremos qué pasa. ~

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Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.


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