Fanny Schertzer, CC BY 3.0 , via Wikimedia Commons

Homo habilis

Nos seducen las habilidades físicas que se entregan fácilmente al más básico intelecto; en cambio no funcionan igual las virtudes mentales.
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Pasaron alrededor de dos millones de años entre el surgimiento del Homo habilis y el Homo sapiens. Dos millones de años de una parsimoniosa y afanosa evolución, desde que los homínidos adquirieron ciertas habilidades manuales hasta alcanzar esa cima que ahora ocupamos de manera desigual. Se duplicó el tamaño del cerebro al tiempo que se multiplicó casi infinitamente su capacidad. Por eso no me explico que incluso los más sapiens de entre los Homo sapiens sientan tal admiración por el Homo habilis.

¿Que Messi se salió del Barcelona? No tiene la menor importancia. Lo que maravilla es que parezca tan importante.

A diferencia de lo que se dijo en los primeros años del descubrimiento del Homo habilis, ahora muchos antropólogos sostienen que no fue antepasado nuestro. Pero la metáfora funciona igual. Nos seducen las habilidades físicas que se entregan fácilmente al más básico intelecto; en cambio no funcionan igual las virtudes mentales. La segunda ley de la termodinámica o Primero sueño de Sor Juana son más transcendentales que el gol legal o el ilegal de Maradona a Inglaterra en 1986; pero esa acción del habilis es bastante más conocida que el par que menciono del sapiens.

Pelé nació el mismo año que El desierto de los tártaros, El poder y la gloria, La invención de Morel, Por quién doblan las campanas, El cero y el infinito, J. M. Coetzee, Gao Xingjian, J. M. G. Le Clézio, Bernardo Bertolucci, Fleur Jaeggy, Russell Banks, Homero Aridjis, Joseph Brodsky, Eduardo Galeano. ¿Por qué es más relevante el que patea una pelota? No lo pregunto con sorna sino con franca curiosidad y hasta envidia. Al propio Eduardo Galeano se lo preguntaría.

Pensaba en esto porque de vez en cuando se da ese milagrito de que la salida del Barcelona de un futbolista sea tan relevante, al menos en el apasionado activismo descomprometido de las redes sociales, como el cese o la contratación de un personaje de la cultura en Madrid. Con la clara diferencia de que los que opinan sobre Messi conocen la carrera del futbolista mientras que en asuntos de los personajes de letras se lanzan a opinan por opinar. En la cultura ofenden miles de pesos, cuando en el futbol se consideran bien ganados varios millones de euros.

También pensaba en esto porque el día en que Messi llegó a París, yo recibí noticias de mi editorial parisina. Me desechan porque “después de un periodo nefasto ya no queremos obras maestras sino libros fáciles o muy bien subvencionados… Ya sabemos lo lamentable que resulta plantear el arte en estos términos pero es lo que hay”.

Por alguna razón el dinero del petróleo se ha metido en el futbol, pero no en la literatura. He publicado dos libros en Kuwait; el pago no me alcanzó para un mes de renta. Siempre quedé esperando que un opulento jeque, agradecido por tan maravillosa lectura me enviara un Rolls Royce. Aún espero noticias desde ese mismo Kuwait tan apasionado por el futbol, cuyo jeque Fahd Al-Ahmad Al-Yaber Al-Sabah invadió como un júligan la cancha para anularle un gol a Francia, después como caballero pidió disculpas a Michel Platini y al final murió como héroe cuando Sadam Huseín invadió la cancha petrolera de Kuwait.

Francia era la esperanza cultural de los románticos; pero ya se parece a cualquier sitio bajo el hechizo del homo habilis.

Ahora me vienen a la testa las famosas palabras de Truman Capote: “Está comprobado científicamente que si vives en California pierdes cada año un punto de cociente intelectual”. Habrá que ver si la ciencia puede equiparar California con Messi. Pues ya se demostró empíricamente que España perdió un punto de su cociente intelectual cada año que Messi jugó para el Barcelona. Es hora de ir midiendo el de Francia.

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(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.


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