Imagen: http://proyectochapultepec.cdmx.gob.mx

Un proyecto faraónico para tiempos de crisis

No obstantes las promesas de renovación cultural, el proyecto Chapultepec no ofrece más que la reiteración de viejas formas, nunca del todo desterradas.
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La situación del sector cultural, nunca halagüeña, ha empeorado a causa del impacto demoledor de la pandemia de covid-19. La actividad de las empresas culturales se ha detenido casi por completo a causa de las medidas de distanciamiento social y el cierre de librerías, teatros, cines y demás establecimientos. Según el estudio Para salir de terapia intensiva. Estrategias para el sector cultural hacia el futuro, elaborado por Cultura UNAM, casi un tercio de los creadores culturales encuestados dejó de percibir ingresos durante la pandemia, y 38.3% quedó desempleado. No hay razones para pensar que este panorama cambiará radicalmente en los meses por venir, aun considerando la precoz reapertura.

Adicionalmente, actividades que van desde la promoción de la cultura hasta la preservación del patrimonio fueron afectadas por el decreto de austeridad publicado por Andrés Manuel López Obrador el 23 de abril de 2020, que redujo en 75 por ciento el presupuesto operativo de las instituciones culturales federales.

La Secretaría de Cultura (SC) ha dado a conocer que ya evalúa la gravedad de la situación por medio de un sondeo, cuyos objetivos –“iniciar una reflexión global” en conjunto con la Unesco; “construir instrumentos de medición común que contribuyan a generar información para la toma de decisiones en el corto plazo”– resultan vagos, y cuya utilidad para hacer frente a la crisis de manera oportuna es difícil de entrever. En todo caso, lo central es que los recursos del sector cultural ya están comprometidos en otra parte: en el Proyecto Chapultepec, un proyecto prioritario del gobierno federal –al lado de la refinería, el aeropuerto, los trenes– que solo en 2020 ejercerá mil 100 millones de pesos y se encuentra a salvo de la austeridad que sofoca a otras instituciones y proyectos.

En esencia, como resumió en una entrevista el crítico y curador Cuauhtémoc Medina, “el sector cultural pide rescate de las instituciones, apoyo a los creadores, insumos para mantener viva a la industria cultural. El presidente les dice ‘denles Chapultepec’”. Pero Chapultepec no solo le falla a los creadores y agentes culturales.

A principios de julio, la SC publicó el Programa Sectorial de Cultura 2020-2024. Uno de sus seis objetivos prioritarios es el incremento y diversificación de la oferta cultural en el territorio mexicano. Es un objetivo loable: la oferta cultural en México está marcadamente centralizada. Como explicó Leonardo Núñez en un artículo publicado en estas páginas, la Ciudad de México concetra el 10% de los museos del país, y el 67% de esos museos capitalinos está concentrado en las alcaldías de Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo, siendo esta última donde se ubica Chapultepec. Por otra parte, el área metropolitana del Valle de México tiene el 26% de las pantallas de cine en México. Resulta, entonces, difícil entender de qué manera añadir una sede de la Cineteca Nacional y cuatro o cinco museos precisamente en esa zona contribuye a una oferta más diversa.

Tampoco queda claro a qué designio o interés obedecen los espacios que se van a crear. La Casa Lázaro Cárdenas, la Casa de la Cultura Política, la Cencalli Casa del Maíz, la Bodega Nacional de Arte, el Pabellón de Cultura Urbana, el Pabellón de la Defensa Nacional, el Centro de Cultura Ambiental, el Cubo acústico, y el Pabellón Contemporáneo Mexicano, ¿son el resultado del diagnóstico y análisis de las necesidades de públicos, creadores y especialistas de las ramas involucradas, o solo buscan una consagración museística del ideario del gobierno en turno, de su visión de la historia política y cultural de México?

La información que se conoce sobre el proyecto –un resumen ejecutivo de ocho páginas, condensado de “más de 400 cuartillas de cuadernos de trabajo”, según explica el documento– incluye propuestas atendibles y necesarias –tomadas, en buena parte, del plan que presentara Alberto Kalach hace más de quince años– para resolver problemas como el deterioro ambiental del bosque,  el abandono de espacios históricos como el panteón de Dolores y la falta de acceso peatonal desde colonias aledañas. Pero nada dice sobre la forma que tendrán los proyectos y cuáles serán sus costos, como ha señalado el Frente Ciudadano para la Defensa y Mejora de Chapultepec.

Mientras la crisis destruye la actividad cultural, López Obrador opta por destinar recursos escasos a un proyecto vistoso, un monumento al presidencialismo. Lo hace sin tomar en cuenta opiniones y necesidades de la comunidad cultural y de los públicos en todo el país, sin consultar a las comunidades afectadas, sin presupuestos ni diagnósticos detallados y en contradicción con los objetivos culturales que su propio gobierno ha marcado.

“A lo largo de la historia no se ha registrado ninguna transformación social que no haya sido acompañada de una renovación cultural”, aventura el mencionado Programa Sectorial. El proyecto Chapultepec, sin embargo, no ofrece más que la reiteración de viejas formas, nunca del todo desterradas.

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