Foto: Presidencia de la República

AMLO ante la pandemia: insensibilidad, inflexibilidad e insularidad

El 5 de abril, el presidente tuvo la oportunidad de ponerse al frente de un esfuerzo nacional histórico. Lamentablemente, su discurso quedó muy por debajo de las exigencias del momento y reflejó tres características muy negativas de su estilo de liderazgo.
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El domingo 5 de abril de 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo en sus manos la oportunidad de ponerse al frente de un esfuerzo nacional histórico. Su discurso tenía que ser un llamado a todos los mexicanos, a todos, a enfrentar al enemigo común: el coronavirus y la desgracia humana y económica que esta enfermedad dejará en miles de hogares.

Lamentablemente, no fue así. El discurso, una mezcla de informe rutinario de gobierno y reiteración de argumentos y clichés ideológicos, quedó muy por debajo de las exigencias del momento que vivimos y reflejó tres características muy negativas del estilo de liderazgo del presidente: insensibilidad, inflexibilidad e insularidad.

Primero, insensibilidad. El tono y el contenido del discurso nos muestran a un presidente completamente ajeno a las emociones de la audiencia. Ante un país temeroso y ansioso por el futuro inmediato, el presidente cae en triunfalismos inaceptables, como cuando asegura que se contará con las camas suficientes para atender a los enfermos graves, o como cuando celebra que “México es después de la India el país con menos infectados por coronavirus y el tercer país con menos defunciones por número de habitantes”, como si lo importante fuera salir “bien” en un ranking internacional de  muertos, y no luchar al máximo para proteger aquí y ahora la salud y la vida de las personas. Frases como “Esta crisis es pasajera” y “reactivaremos la economía” no tienen cabida en este momento y, en vez de generar certidumbre, preocupan e indignan por su desconexión con la realidad.

Segundo, inflexibilidad. El discurso deja claro que para el presidente cambiar de estrategia cuando cambian las condiciones de la batalla es equivalente a rendirse y traicionar principios básicos. Nadie le pide abandonar la honestidad o renunciar a apoyar a los pobres. Lo que se le ha pedido, de forma desesperada, es que ante una crisis sin precedentes demuestre imaginación para innovar soluciones y respuestas, visión estratégica para usar los recursos disponibles donde más beneficio generen y liderazgo político para sumar a toda la sociedad en una lucha común. El mundo es y será otro a partir del coronavirus, pero el presidente está convencido de que la solución a este desafío inédito está en lo que él ha “propuesto, enarbolado, sostenido en forma pública y abierta desde hace años, en la lucha diaria y en campañas políticas”.

Tercero, insularidad. El presidente aseguraba días atrás que no había dejado de salir de gira porque no quería que la gente pensara que estaba aislado en la sede del poder. Pero ahora decidió que lo mejor era dar un discurso sin público, en un patio vacío de Palacio Nacional. El resultado fue la imagen de un presidente solo, rodeado únicamente por militares, hablándole al vacío, llenando el aire de cifras, gritando “¡Viva México!” sin que hubiera nadie que respondiera a la arenga. El discurso y el acto reforzaron la sensación de un gobernante ensimismado, enumerando decenas de cifras positivas de su gestión y recordando “logros” absolutamente banales (¿a alguien le importa que hoy Los Pinos sea “el centro cultural más visitado”?). El orador parecía más preocupado por demostrar que él tiene –en todos los temas y en todos los momentos– toda la razón porque él es moralmente superior a sus opositores. La demagogia no sirve para sumar esfuerzos ante una crisis de esta magnitud, pero el presidente siempre redobla sus apuestas. En ello irá el destino del país.

Finalmente, dos comentarios sobre el cierre del discurso. Vale la pena detenerse en la referencia a Simón Bolívar. En medio de una pandemia, compararse retóricamente con un héroe “enfermo, acostado en una hamaca, casi derrotado y en medio de la desolación” no me parece la referencia más afortunada. Dice mucho de cómo se ve el presidente a sí mismo cuando evoca a ese Bolívar perdido, pero convencido de que va a triunfar, como si lo que estuviera en juego fuera lograr una victoria personal. En cuanto a Franklin D. Roosevelt, recupero esta frase de su famoso discurso inaugural: “Este es, principalmente, el momento de hablar con la verdad, con toda la verdad, franca y valientemente”. ¿Nos hablará así el presidente López Obrador en esta crisis? El tiempo y los hechos lo dirán, pero este discurso no apunta en esa dirección.

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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