Fotos: Vania Basulto / Secretaría de Cultura CDMX // Olgasp82, CC BY-SA 3.0

Dos proyectos opuestos, en pugna por Morena

En pocos días conoceremos el desenlace de una contienda interna en la cual está en juego el proyecto y el futuro político de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, quienes buscan ganar el primer round rumbo a 2024.
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Con seis años ya como partido, Morena carece todavía de un padrón confiable; lo menos que se dice de éste es que ha sido “manoseado”, que no genera ninguna certidumbre y que consiste en dos cajas con hojas llenas de nombres, pero sin documentos que sustenten la afiliación de los militantes. De ahí que las autoridades determinaran que la elección de su dirigencia nacional se decidiera con base en los resultados de encuestas no previstas en los estatutos del partido, lo que permitió en los hechos que cualquier persona que se autodefiniera como simpatizante pudiera participar.

Aún antes de decretarse el empate técnico entre Mario Delgado y Porfirio Muñoz Ledo, y de que se estableciera que un nuevo sondeo definirá quién es el nuevo presidente nacional de Morena, la confrontación interna había escalado hasta el insulto, ya que hacerse del liderazgo del partido de Andrés Manuel López Obrador significa también tener el control sobre las prerrogativas millonarias del partido, que para 2020 ascendieron a casi mil 654 millones de pesos y, en gran medida, de la definición de las candidaturas del próximo año cuando estarán en juego 15 gubernaturas.

Como ha quedado claro, especialmente después de que se filtró el audio de una conversación entre Bertha Elena Luján y Arturo Alcalde (padres de la actual secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde) con Alfonso Ramírez Cuéllar, presidente interino de Morena, existen dos grupos distintos que operan ya para entregarle la candidatura presidencial de 2024 a Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum, respectivamente. Pero para ello, requieren poner los recursos del partido a su servicio y construir desde dentro una estructura territorial con miras a la elección.

Uno de esos grupos, conocido como “la nomenclatura”, impulsa la candidatura de Porfirio Muñoz Ledo, político de 87 años con rencores personales contra el secretario de Relaciones Exteriores, a quien ya ha amenazado con expulsarlo de Morena si llega a la dirigencia. Para él, Mario Delgado es meramente un títere de Ebrard, a quien caracteriza como un hombre de derecha y a quien acusa de usar grandes cantidades de dinero para imponerse, pues “está ansioso, ganoso, desembocado para ser presidente de la República”.

Así, Muñoz Ledo se ha convertido en la figura visible de la facción que hoy tiene en sus manos, de manera provisional, la dirigencia nacional, pero que siente sus días contados al frente de ésta. Ese grupo, al que muchos consideran radical y autoritario, ha sumado al exembajador Agustín Gutiérrez Canet (tío de la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Müller), quien en un artículo se refirió al grupo de Ebrard como “oportunistas ambiciosos, con mucho dinero, escasa transparencia y dudosa convicción de izquierda” que buscan “ganar ahora, a base de mucho dinero, la presidencia de Morena, para ganar mañana el Palacio Nacional”.

La Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena, en manos de dicha nomenclatura, emitió, buscando desacreditarlo, una amonestación pública a Mario Delgado por actos anticipados de campaña y aprovecharse de su cargo para promover su aspiración a la dirigencia nacional del partido.

Lo cierto es que el coordinador de los diputados de Morena es uno de los hombres más cercanos a Marcelo Ebrard. Ambos fueron integrantes del Partido de Centro Democrático, fundado por Manuel Camacho Solís, y desde ahí siguieron juntos, de modo que cuando Marcelo fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México puso a Delgado en la Secretaría de Finanzas, es decir, del manejo de los dineros de la capital del país.

Sin embargo, para este momento, lo que tiene más preocupado al grupo de duros que cree que su lealtad ciega a Andrés Manuel López Obrador es un certificado de pureza que les confiere el derecho de conducir los destinos de Morena y de poner a Claudia Sheinbaum en la boleta del 2024, es el posicionamiento mediático que ha conseguido Delgado (no obstante que Muñoz Ledo sea más conocido) y la ventaja preliminar que le daban las encuestas de cara al proceso de renovación y el hecho de ganó dos de las tres encuestas coordinadas por el INE.

Mientras el presidente se rehusa públicamente a involucrarse en la disputa interna y asegura que no pretende ser “jefe de partido ni jefe de grupo ni jefe de camarilla”, parte de la estrategia de los aspirantes va en la línea de reiterarle públicamente su lealtad (ante el temor de que intervenga para encauzar el proceso) y acusar al otro de querer usar el partido para volverlo oposición, aunque Delgado ya ha declarado que no es incondicional de nadie y que su único jefe político despacha en Palacio Nacional y no en la torre de Relaciones Exteriores.

Citlalli Hernández (del grupo de los radicales) ganó la encuesta para ser la secretaria general de Morena, pero su capacidad de incidir sería reducida si la presidencia queda en manos de Delgado. Por eso Muñoz Ledo ha comenzado una guerra de insultos contra éste y se ha anticipado a autoproclamarse “presidente legítimo”, pese a que no hay resultado definitivo. Y es que lo que está en juego es, en el fondo, el proyecto y el futuro político de los dos personajes que se mueven tras bambalinas: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, quienes buscan ganar el primer round rumbo a 2024.

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Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).


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