La bonanza de Bolivia por los altos precios del petrรณleo alienta a su presidente, Evo Morales, a ir de shopping. Su lista de compras se torna cada vez mรกs ambiciosa. Comenzรณ con un satรฉlite de alrededor de 300 millones de dรณlares; siguiรณ con una planta de urea y amoniaco de 800 millones; ahora incluye cuatro plantas de producciรณn de plรกstico, que tendrรกn un costo de 5,000 millones, ademรกs de un artรญculo que no podรญa faltar: su propio reactor nuclear.
“Soรฑamos con contar con energรญa nuclear atรณmica con fines pacรญficos y no estamos tan lejos (de lograrlo)”, dijo Morales el 29 de octubre en un encuentro sobre energรญa. En realidad sรญ estรก lejos, segรบn opinan los expertos, pero el sรณlo hecho de que Bolivia haya comenzado a hablar con Francia y Argentina para crear las capacidades que le permitirรญan explotar el uranio con que cuenta –en una cantidad indeterminada– es motivo para asombrarse.
El paรญs no sรณlo no carece de energรญas convencionales, sino es un importante exportador de gas y posee un enorme potencial hidroelรฉctrico, que piensa explotar con grandes proyectos como la Hidroelรฉctrica Rositas, en el oriental departamento de Santa Cruz, que costarรก 1,500 millones de dรณlares. Si bien hoy satisface estrechamente su creciente (pero en tรฉrminos absolutos pequeรฑa) demanda interna de electricidad y combustibles, esto se debe a su falta de inversiones en ductos y plantas transformadoras (que en algunos casos el Gobierno estรก afrontando), no a la falta de fuentes de energรญa.
Es cierto que en el mundo ideal todos los paรญses deberรญan alimentarse con una “dieta balanceada”, es decir, darse una matriz energรฉtica que estรฉ compuesta por todas las clases de energรญa existentes. Pero este precepto de buena salud no es suficiente motivo para meter a un paรญs tan pobre como Bolivia en una empresa que ni siquiera Chile, cuyo PIB es diez veces mayor y sus necesidades de energรญa resultan perentorias, se atreve a enfrentar.
Se puede anticipar, entonces, que el sueรฑo nuclear de Morales terminarรก en agua de borrajas. Sin embargo, el que lo conciba es indicativo del estado mental al que el รฉxito econรณmico y polรญtico han llevado al lรญder boliviano. Confundido por la disponibilidad de recursos del Estado, Morales parece haber llegado a la conclusiรณn de que estรก en sus manos convertir en realidad los grandes mitos del nacionalismo boliviano, que son los mismos en todos los paรญses subdesarrollados: un Estado que se haga presente en cada รกrea de la economรญa, fijando las reglas y repartiendo bienestar; capaz de poner en pie, por primera vez, una industria pesada, de transformar las materias primas y exportar productos elaborados; dotado con aerolรญneas, empresas de telecomunicaciones y una red de industrias destinadas a abastecer al mercado interno: papeleras, lecheras, cementeras, transformadoras de frutas y caรฑa; dirigido por un gobierno indiscutido e indiscutible, centralista, capaz de todo gracias a la fuerza casi mรกgica de su integridad ideolรณgica; apoyado con fervor por las masas por fin conscientes de su papel histรณrico; y defendido por un ejรฉrcito rearmado mental y materialmente.
A falta de desarrollo institucional y de reales posibilidades econรณmicas, Morales trata de cumplir este ideario rellenando un talonario de cheques. El futuro de semejante operaciรณn es dudoso. En especial porque, inconsciente de sus limitaciones, el Presidente boliviano cree en serio que asรญ lograrรก la soberanรญa econรณmica y polรญtica del paรญs. Y que de verdad un dรญa, de aquรญ a 15 o 20 aรฑos, podrรก inaugurar –รฉl mismo, por supuesto– una flamante planta nuclear con bandera rojo-amarillo-verde.
Periodista y ensayista boliviano. Autor de varios libros de interpretaciรณn de la polรญtica de su paรญs, entre ellos El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales (2009).