Luis Macías, conductor de Metro

Luis Macías, durante los últimos 10 años ha sido conductor de la línea 1, que corre de Observatorio a Pantitlán, del Sistema de Transporte Colectivo Metro.
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Luis Macías, durante los últimos 10 años ha sido conductor de la línea 1, que corre de Observatorio a Pantitlán, del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Domina su trabajo y el tedio que este implica. Es consciente de la importancia del factor humano y agradece que su experiencia con suicidas haya sido breve. En sus tiempos libres conduce un taxi para ganar un poco de dinero extra: una vida en movimiento dedicada al transporte público. Siempre quiso ser piloto de la Fórmula 1.

 

Conducir durante 10 años la misma ruta ¿es una tarea difícil?

Difícil y aburrida. Pero a todo se acostumbra uno. Es un trabajo como otros. ¿Usted nunca se aburre en su trabajo?

Este, sí, a veces. Trato de mantenerme ocupada

Pues ya ve, es lo mismo. Ocho horas diarias durante cinco días a la semana con una hora para comer. Todos trabajamos en lo mismo, algunos se aburren más que otros.

¿Cómo mantiene usted la mente ocupada?

Los trenes tienen pilotaje automático así que hay mucho tiempo para pensar en la esposa, los hijos, las deudas, la mentada crisis. A veces, y aunque está prohibidísimo, me traigo un radio de pilas o me cuelo una revista para ojearla.

¿Qué significa la ruta 1 del metro para usted?

16 kilómetros, 20 estaciones (7 de correspondencia, 12 de paso y 2 terminales), cuatro delegaciones (Álvaro Obregón, Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza), dos horas de recorrido por vuelta completa, abrir puertas, cerrar puertas, avanzar, detenerse, abrir puertas, cerrar puertas, avanzar, detenerse; así hasta la hora de la comida y después, otra vez, abrir puertas, cerrar puertas…

¿El pilotaje automático reduce al mínimo las fallas humanas?

Sí, hace casi todo, es muy seguro. Uno sólo se encarga de cuidar la caja BS, del manipulador y del freno de emergencia cuando es necesario.

¿Cree usted que sea posible en algún momento prescindir de los conductores de carne y hueso?

No, ¡qué paso! Siempre hace falta una persona al volante.

Pero me ha dicho usted que el pilotaje automático hace casi todo

Pues si, pero ¿y los empleos? Las máquinas no cobran, pero tampoco piensan. Además el Sindicato [de Trabajadores del Sistema Metro] no se dejaría.

¿Usted es sindicalizado?

Qué le puedo decir. Mejor estar con ellos, pagar las cuotas, asegurarse el pan y sentirse apoyado.

Hablemos de otras fallas no menos humanas: los suicidas. ¿Le ha tocado arrollar a alguien?

En estos 10 años, a Dios gracias, sólo me ha tocado una. Todavía la recuerdo. Era morenita, de pelo largo, menudita. Yo siempre digo que la chamaca esa me vio a los ojos antes de aventárseme. Todos los compañeros que han tenido esa experiencia dicen que los que se avientan siempre te ven a los ojos, pero ahora ya no sé, a lo mejor sólo fue el susto.

¿Y qué sintió usted?

Pues sentí gacho. Te sacas de onda. La chamaca ésta se aventó cuando el tren estaba entrando a la estación de Isabel La Católica. El tren entra al andén a 70 kilómetros por hora, no te da tiempo de frenar a tiempo. Vi que se aventó y en ese momento jalé el freno de emergencia. No me va a creer, pero le juro que hasta oí cómo le tronaron todos sus huesitos.

Después de que se aventó, ¿qué pasó?

Pues seguí el procedimiento. Llamé a la subestación para pedir el corte de energía, para que si quedó viva no se vaya a electrocutar. Después la subestación detiene los trenes y pide el apoyo de los vigilantes, de protección civil y de la Cruz Roja o el ERUM. Desalojan la estación y a uno le preguntan si está en condiciones de bajar a verificar el cuerpo para ver si está con vida. Casi nunca se salvan y casi siempre el tren les pasa encima y los destaza.

¿Usted bajó a ver?

Yo la verdad preferí no bajar a verla. Mis compañeros me dijeron que sí se había muerto pero que el cuerpo estaba entero. Eso facilita mucho las cosas [que se muera y que el cuerpo quede entero] y sólo retrasa el servicio como veinte o treinta minutos, porque si el cuerpo todavía está con vida hay que mandar traer unos gatos [hidráulicos] especiales para levantar los vagones y si se murió pero se destazó, ¡pues peor!, es un reguero de sangre y hay que andar buscando y recogiendo las partes del cuerpo. Es una cosa muy impresionante. Luego echan polvo químico en las vías para que la sangre no se vea tan roja. Todas esas manchas amarillas que usted ve sobre las vías es sangre, pero así, en amarillo, no se ve tan gacho.

Y a la mañana siguiente ¿de vuelta al trabajo?

No, no. A uno lo mandan al servicio médico y de entrada le dan 3 días de descanso. Después el psicólogo decide cuánto tiempo más se necesita para volver a trabajar.

¿Cuántos días le dieron a usted?

Sólo los tres de rigor, por eso fue bueno no bajar a ver el cuerpo.

¿Sintió culpa?

No, si yo no hice nada. No fue mi culpa. Muchas chamacas se avientan porque el novio las dejó, ¿usted cree? A lo mejor a esa también la dejo el novio. ¿Culpa? Culpa la del novio o de ella por dejada.

¿Por qué cree que la gente se avienta a las vías del metro?

Porque es la forma más barata y segura de morirse. Solo dos pesos, muerte segura.

 

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Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.


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