En Pasado en claro, Octavio Paz escribe que buscando un nombre para Dios recurriĆ³ al cubilete y al ars combinatoria, es decir, a los nĆŗmeros del azar y a los de la ciencia. CreĆa en el poder de los nĆŗmeros que calculaba tanto como en el carĆ”cter propiciatorio de los fortuitos. Era, dice en alguna entrevista, “muy afecto a las combinaciones de la numerologĆa” y lo justificĆ³ alegando que, lejos de ser una excentricidad, es “parte de la tradiciĆ³n de Occidente”. EscribiĆ³ poemas basados en guarismos augurales (uno de ellos “Piedra de sol”) y en ocasiones, frente a encrucijadas Ćntimas, le dio por extraer amenazas o parabienes de cifras azarosas.
Propenso al pensamiento mĆ”gico, creĆa en sincronicidades, casualidades y toda suerte de mancias, atento a las muchas seƱales insinuantes de que algo nos gobierna. (Fui testigo una vez de la honda angustia que le provocĆ³ un nĆŗmero para Ć©l ominoso…) Calculo que el origen de este comercio con lo que llamaba las presencias o los mensajeros fue herencia de su madre y de la fantasiosa tĆa Amalia: una escena infantil de Pasado en claro las muestra luchando con una cabeza de muerto, como se llama popularmente a esa polilla enorme que ostenta una calaca en el dorso del tĆ³rax. La “mensajera de las Ć”nimas” vuela en la casa con
un revoloteo
de conjuros opacos. ¡MĆ”tala!
gritaban las mujeres
y la quemaban como bruja.
DespuƩs, con un suspiro feroz, se santiguaban.
Luz esparcida, Psiquis…
El poeta viejo encuentra que el bicho lleva un nombre doblemente fĆŗnebre, acherontia atropos y pertenece a la especie de las psiquĆdeas; que Keats la registra en su “Ode on Melancholy” como intermediaria de las penas para apoderarse de la psique; que RubĆ©n DarĆo habla de esa crisĆ”lida cuyo fulgor alumbra la “psique abolida”. Agorera de la muerte, actriz de poemas, parienta de la pobre Psique y enemiga de las mujeres, esa criatura es pura magia, una sĆntesis de simpatĆa entre la naturaleza y la ciencia, la mitologĆa y la supersticiĆ³n.
La supersticiĆ³n, la potencia oscura, es vestigio de los tiempos en que la poesĆa aĆŗn no se desmembraba en filosofĆa y religiĆ³n. Con los romĆ”nticos, Paz crea una liturgia poĆ©tica que subsane “la ausencia del mito” con “el mito colectivo adecuado a nuestra Ć©poca” que postulĆ³ Breton. Como su maestro en Arcane 17, rubrica su aspiraciĆ³n a una poesĆa que “encarne” lo imprevisto de la misma forma en que vivir es estar atados a lo imprevisible. Paz practica esa fe y se subordina al mandato de sus lenguajes paralelos: la inspiraciĆ³n, el azar, la supersticiĆ³n, concordancias con el poder del misterio ante la tiranĆa de la razĆ³n: el poeta es el oficiante y el guardiĆ”n de un conocimiento diferente.
En la supersticiĆ³n residen “los restos de una sabidurĆa perdida […] que no es del todo incompatible con las creencias modernas”, como dice en su ensayo sobre otro poeta de potencia oscura, LĆ³pez Velarde. Glosa una idea que Jules Monnerot fortaleciĆ³ en un libro que intrigĆ³ a los surrealistas, La poĆ©sie moderne et le sacrĆ© (1945), pues el sociĆ³logo reconocĆa algo sabido en las cofradĆas de los poetas: la poesĆa es el Ćŗltimo reducto vivo de la magia, “la creencia nocturna en la eficacia del deseo”. Para Monnerot, poesĆa, magia y religiĆ³n –que conviven con la ciencia, la filosofĆa y la organizaciĆ³n social– preservan el Ć”mbito de lo sagrado, una forma diferente de estar, y constituyen una defensa necesaria ante “la hegemonĆa del principio de realidad”. La poesĆa “c’est un Ć©tat-autre”, escribe Monnerot, idea que anticipa el “Hay un estar tercero” con que iniciarĆ” la parte final de Pasado en claro.
Muchos aƱos despuĆ©s del combate, el viejo Paz se pregunta si aquella remota cabeza de muerto tenĆa algo que decirle a las mujeres, y a Ć©l, que estaba entre ellas:
¿Hay mensajeros? SĆ,
cuerpo tatuado de seƱales
es el espacio, el aire es invisible
tejido de llamadas y respuestas.
Animales y cosas se hacen lenguas,
a travƩs de nosotros habla consigo mismo
el universo… ~
Es un escritor, editorialista y acadĆ©mico, especialista en poesĆa mexicana moderna.