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Uno de los fenómenos llamativos de la democracia mexicana es la emergencia del cuadro político intercambiable. El caso más escandaloso es el de Tlaxcala, donde el PRD postuló a la esposa expriista de un gobernador expriista, quien perdió ante el candidato expriista del PAN. El expriista López Obrador forma comités de precampaña con expriistas, esperando ganar la candidatura del PRD al expriista Cárdenas. La mayoría de los gobernadores del PRD son expriistas. El expriista gobernador de Chiapas fue postulado por el PAN y el PRD.
     El presidente Fox tuvo como secretario particular a un connotado expriista y ahora pone la Policía Federal Preventiva en manos de un expriista que se distinguió como adversario suyo. Hay expriistas que aspiran a dirigir el PAN y el PRD. No hablemos de los diputados locales y federales, alcaldes y senadores de extracción priista que han ganado sus puestos por algún otro partido. Echar mano de los cuadros del PRI ha ganado carta de naturalización.
     La causa radica en la hegemonía política de este partido por más de setenta años, la cual le permitió monopolizar a los cuadros políticos y la experiencia de gobierno, mientras los cuadros de los otros partidos se desgastaban en la oposición, y ahora llegan exhaustos e inexpertos a la distribución de puestos y candidaturas. Por tanto, lo que estamos viendo puede interpretarse como redistribución física de cuadros: un problema de disponibilidad de recursos humanos antes que de moral política.
     Esto no empezó con la formación de la Corriente Democrática del PRI (1985). La distribución empezó con Salinas, que convirtió la Presidencia de la República en un núcleo militante más, formando estructuras paralelas a las de su propio partido y arrojando a muchos militantes a la indigencia política. El golpe de mano del poder salinista vació las instituciones de su simbolismo como lugar de todos, lo que provocó fracturas que se esparcieron en todas direcciones.
     La recuperación del centro perdido por Zedillo se debió a la crisis financiera, que forzó la restauración del Estado como lugar de todos en la desgracia económica. Pero como la recuperación sólo podía lograrse profundizando las políticas que habían provocado la división, las tendencias centrífugas del PRI continuaron, aunque aminoradas.
     Por otro lado, la misma crisis había exacerbado el celo militante de empresarios y aspirantes a empresarios que en el fondo preferían al PRI, pero que ante la oportunidad de alcanzar el poder político asumieron el riesgo de militar en la oposición. Naturalmente, esos empresarios ahora en el poder no se ruborizan al aplicar las mismas políticas de sus predecesores, con ayuda de cuadros del PRI.
     La redistribución de cuadros continuará. Si Roberto Madrazo gana la postulación del PRI a la Presidencia, sus adversarios saldrán corriendo a buscar candidaturas por otros partidos, si es que no las tienen amarradas ya. Es difícil imaginar cuál será el paisaje político resultante de todo esto. –

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(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.


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