Becarios, sí; ninis, no

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El pasado 12 de diciembre, al momento de anunciar su precandidatura a la presidencia de la república, Andrés Manuel López Obrador anticipó que de ganar la elección implementará un programa de becas para los jóvenes. En la escasa descripción de esta medida, dijo que se otorgarán becas de dos mil cuatrocientos pesos mensuales a estudiantes universitarios y tres mil seiscientos a los 2.3 millones de jóvenes nini por medio de un programa de entrenamiento –que representan uno y uno y medio salarios mínimos aproximadamente–. ¿Esta solución es pertinente para México y por qué es necesario atender a esta población?

Antes de iniciar la discusión hay que precisar a quiénes incluye AMLO en la categoría jóvenes nini. Al respecto, la definición de este estado de “inactividad” ha sido tema de debate continuo entre académicos y otros especialistas.

((Véase Eva Arceo-Gómez y Raymundo Campos-Vázquez, “¿Quiénes son los ninis?”, CIDE, División de Economía, Documento de Trabajo núm. 524, 2011; Rodrigo Negrete Prieto y Gerardo Leyva Parra, “Los ninis en México: una aproximación crítica a su medición”, en Realidad, datos y espacio: Revista internacional de estadística y geografía, 4 (1), 2013, pp. 90-121; Emma Aguila et al., “Pobreza y vulnerabilidad en México: El caso de los jóvenes que no estudian ni trabajan”, en Estudios Económicos, 30 (1), 2015, pp. 3-49.
))

 Algunos investigadores arguyen que en el grupo de los ninis no se debe considerar a quienes se dedican al hogar, lo que excluye de la definición a un buen número de mujeres. Si bien es cierto que algunas libremente deciden ser amas de casa, también lo es que otras enfrentan numerosas restricciones para conseguir trabajo, por lo que las labores domésticas se vuelven su única opción viable.

Con base en el Censo de Población y Vivienda 2010, Raymundo Campos y yo estimamos la existencia de 8.6 millones de ninis a partir de una definición amplia que incorpora a quienes se dedican al trabajo doméstico, a los pensionados y a quienes padecen alguna discapacidad, además de a los desempleados y a quienes no llevan a cabo ninguna actividad. De este total, alrededor de 2.21 millones (el 65.2% hombres y el 34.8% mujeres) no se dedican al trabajo doméstico, de modo que este es el grupo que más se aproxima a la cifra de 2.3 millones de ninis mencionada por AMLO, y que por las razones ya expuestas ignora la situación de muchas mujeres.

¿Por qué debería preocuparnos este grupo? Debido a que los ninis no están invirtiendo en su educación ni acumulando experiencia laboral –lo que supone una falta de inversión en capital humano–, se reduce su capacidad futura de conseguir empleos de calidad y ganar una remuneración que les permita vivir con dignidad. Estas consecuencias en la trayectoria laboral pueden aparecer o persistir hasta veinte años después del periodo original de desempleo. Por ello, la desocupación juvenil podría impactar de manera negativa no solo a esta generación, sino también a la siguiente.

Muchos alegan que los jóvenes no se esfuerzan lo suficiente y que desaprovechan las oportunidades que se les presentan –creen que son ninis por elección–. Sin duda, debe haber casos así, pero en promedio los ninis se criaron en hogares pobres, uniparentales; muchos son hijos de padres adolescentes con un bajo nivel educativo y que tuvieron pocas aspiraciones para ellos. Los ninis, por lo tanto, crecieron en un ambiente que les impuso considerables desventajas iniciales y, en muchos casos, insalvables.

Así, ser nini no es una elección para la gran mayoría. En el informe “Ninis en América Latina”, elaborado por Rafael de Hoyos y otros autores (Banco Mundial, 2016), se señala que la trayectoria de la mayoría de los hombres nini es la siguiente: conseguir un empleo, abandonar la escuela y perder su empleo. No es común que retomen sus estudios. En nuestro país, la deserción entre la secundaria y el bachillerato es un problema grave. El año pasado participé en una encuesta, bajo los auspicios del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, dirigida a jóvenes de la zona metropolitana de la Ciudad de México; como equipo, preguntamos a los encuestados cuáles eran las razones de su deserción escolar: el 30% hizo referencia a dificultades económicas y a la necesidad de trabajar; el 28.6% explicó que debía cuidar de otras personas o adujo el embarazo adolescente y el matrimonio precoz; solo el 11% dijo que no le gustaba la escuela. En el mismo sentido, a partir de una encuesta representativa a nivel nacional, Emma Aguila y sus colaboradores descubrieron que casi el 36% de los jóvenes consiguió su primer trabajo porque no tenía dinero o lo necesitaba (Estudios Económicos, 2015). En suma, los hombres jóvenes empiezan a trabajar en empleos inestables y abandonan sus estudios por necesidad. En el caso de las mujeres, en cambio, el matrimonio precoz, el embarazo adolescente y el cuidado del hogar son los principales factores a la hora de explicar la condición de nini. Son ellas quienes terminan dedicándose al hogar desde una edad muy temprana y truncando sus estudios.

Ahora bien, el proyecto de AMLO contempla dos intervenciones: un programa de entrenamiento para los ninis –en el cual ellos ganarían un salario– y uno de becas para estudiantes universitarios. El primer componente no es realmente novedoso. Hoy en día la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ofrece el programa de entrenamiento Bécate a los jóvenes mayores de dieciséis años que no estudian, que están desempleados o subempleados; sus beneficiarios reciben entre uno y tres salarios mínimos. De enero a noviembre de 2017, Bécate consiguió empleos para casi cien mil jóvenes; sin embargo, su cobertura está lejos de atender a todos los ninis, como propone AMLO, o siquiera a los ninis desempleados, que rondan el millón.

El segundo componente del proyecto de AMLO se enfoca en la población equivocada porque, como expliqué anteriormente, la mayor deserción escolar se da entre la secundaria y el bachillerato. Cualquier programa destinado a paliar la desocupación juvenil debe incentivar a los jóvenes a terminar el bachillerato –para lo que se necesitan becas, pero también mejorar el acceso y la calidad de este nivel educativo–. Un buen ejemplo es el colombiano: el país concedió becas diferidas a la reinscripción al siguiente año escolar o a la inscripción al nivel terciario.

Otro asunto que no considera la propuesta de AMLO es el gran número de mujeres adolescentes que se dedican al hogar. A pesar de la importancia del trabajo doméstico y la crianza de los niños, la deserción escolar de las adolescentes tiene implicaciones graves en sus oportunidades laborales futuras y en el bienestar de sus propios hijos. De modo que un programa dirigido a los jóvenes debe contemplar la reducción de la tasa de embarazo adolescente, la cual se ha incrementado en la última década.

Los proyectos más ambiciosos asumen que las personas nacen en hogares en desventaja, por lo que intervienen desde la infancia temprana; ya se demostró que estas medidas tienen efectos de muy largo plazo en la vida de sus beneficiarios. A final de cuentas, el problema solo se resolverá cuando se igualen las oportunidades y se garanticen los derechos sociales de estos jóvenes. ~

 

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es doctora en economía por la Universidad de California en Berkeley y profesora investigadora asociada al Departamento de Economía del CIDE


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