Carta a Notre Dame

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para Gladis Yurkievich
(28 de diciembre de 1932-9 de febrero de 2020)

Te conocimos, cuánta suerte,
antes del incendio,
antes de que fuera necesario apagar con agua y agua
la torre estremecida por las llamas.
¿Quién lo hubiera pensado?
Eso que te salvaba
extinguiría tu asombrosa arquitectura.
Eras una vasta bóveda de piedra,
gruta suspendida en el tiempo
a través de las edades…
Te levantaron manos y brazos de los iniciados,
esos que sabían dialogar con las piedras y elevarlas hacia lo alto
como los antiguos constructores de pirámides o menhires.
Milagrosa. Flor, florero de piedra
donde se tejían los santos y los símbolos, los bestiarios,
las rosas y los relámpagos, los profetas y los corderos…
Tu penumbra nos alimentaba.
No era necesaria la comunión,
íbamos a visitarte cada vez…
Nos aliviaba trasponer tus umbrales y escuchar adentro la música abismal
deletreada por los órganos como arpas: voz de mar.
Ahora agonizas, estás cubierta de tarimas como sargazos
adentro, tus cuadros enormes se pudren entre hongos y moho…
Eres una muerta en vida y nunca serás la misma.
Un signo oculto se alza entre tus ruinas.
No tan oculto.
¿Quién lo sabrá leer?
No hay lugar para un espacio como el tuyo en nuestro mundo.
Antes decíamos nuestras oraciones bajo tu techo.
Ahora rezamos por estas piedras
como quien pide por la salvación de su alma de náufrago.
Notre Dame,
Notre Dame de París…
El río Sena vaga a tu alrededor
–ya no es el mismo.
El agua tampoco es la misma.
Dueles en la piedra hecha poesía…
Tu precario destino es nuestro. ~

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(ciudad de México, 1952) es poeta, traductor y ensayista, creador emérito, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.


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