Un astro microscópico

Nostalgia de Sirio

Alfonso D’Aquino

Ediciones Odradek

Huitzilac, 2023, 88 pp.

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Llegado este punto del año, debo decir que han sido malos tiempos para la poesía mexicana. Ningún libro me ha causado un impacto real y los pocos que me han gustado tampoco me parecen impresionantes. Miro hacia afuera, hacia el resto de América Latina, y tampoco veo mucha sugerencia: algo me dice que hay demasiadas cosas probadas circulando, demasiadas estrategias repetidas. No sé si es el espíritu de la época, mi cansancio personal, o el cómodo cinismo en que me desenvuelvo, pero si me preguntaran ahora cuál es mi libro del año, difícilmente escogería uno de poemas. Así, como una derrota declarada, hubiera escrito la reseña que ocupa este espacio hace un par de meses, cuando llegó a mis manos un libro de un autor del que había, si acaso, escuchado el nombre, o leído un poema enterrado en un blog.

Conocer a un autor por su libro más reciente es una apuesta extraña. Puede conjurar ciertos prejuicios, generar la idea de algunos patrones o temas que estarán (o no) presentes en el resto de su obra, y hacernos suponer cosas que bien podrían estar fuera de lugar. Aun así, leyendo Nostalgia de Sirio, el libro que Alfonso D’Aquino (Ciudad de México, 1959) publicó recientemente, no he querido aventurarme todavía a construir un argumento genealógico (como suelo hacer) e investigar su maduración poética, los cambios en su voz, sus inflexiones particulares. Antes de hacer una constelación introductoria, quería reconocer los lugares a los que me lleva este libro en particular, ir conociendo al poeta en su presente.

Este método se presta de forma bastante precisa al trabajo del poeta, porque su obra resulta, de algún modo, aislada del tiempo. Si bien podemos encontrar afinidades con varios de los mejores de su generación, sobre todo en cuanto a la seducción de la naturaleza y el lenguaje místico, la mirada particular de D’Aquino no corresponde a la expresión torrencial de María Baranda, al escrutinio clínico de Fabio Morábito o la contención formalista de José Javier Villarreal: sus poemas (o, al menos, los de Nostalgia de Sirio) residen en un minimalismo expresivo, que se concentra más en la economía del lenguaje que en el deseo de expresar ideas. En lugar de privilegiar el concepto sobre el texto, el autor permite un modo de expresión en que el poema va sugiriendo efectos e imágenes concretas de una forma casi casual, orgánica.

Los poemas incluidos en Nostalgia de Sirio se dividen (más por razones prácticas que temáticas, sospecho) en tres bloques: dos que reúnen la mayoría de los textos y uno que reúne versos pareados por cada letra del abecedario, con un estilo aliterativo cercano al del inglés antiguo. Esa versificación depurada y elemental, que se ancla totalmente en el sonido, puede ser vista como una llave para entender el resto del contenido del libro: las aliteraciones anclan al oído en una sola consonante, haciendo brotar un sentido que depende totalmente de la música en el verso (“Serpiente que sube y baja / La espiral de las estrellas”; “En cuanto llega la lluvia / Cuando el llano se llena”).

En otros textos, esta estrategia también aparece, pero los ritmos y la atención al vínculo sonido-imagen funcionan de muchas maneras distintas: encontramos versos claros, limpios, que retratan el caminar de una mosca (“Con pereza / se posa / impaciente revuela / en la mano / entreabierta”), y también encontramos versos que acarician el contenido más aforístico, filosófico (“como el pensar sin pensamientos ni palabras / cuando apenas su huella ilegible se delinea / se aleja de mi vista y de mi vida”). A lo largo de todo esto, los poemas nos presentan reiteradamente dos universos de imágenes: uno preocupado por la percepción y el mundo interior, lo que está lejos pero cerca de nosotros, y otro preocupado por la atención a lo presente: a los seres vivos, al planeta, a las cosas que son.

El encuentro entre la dimensión interior y lo vivo no parece causarle a D’Aquino, como lo hizo con Wordsworth o con Federico García Lorca, una especie de zozobra o de nostalgia, sino que le delega algo más parecido a las escrituras de John Clare y Antonio Machado: su poesía, trate de música, arte o insectos, es una poesía de las cosas, del mundo sensible. Sin rehuir a la metafísica, el poeta ha encontrado una forma de suspenderla o interceptarla: lo que nos presenta es lo que está ahí, y la música del lenguaje le hace cobrar otra dimensión. Gracias a esta capacidad, el autor puede ir de un tema a otro, enfocarse en cosas distintas, no buscar ni forzar una relación entre un texto y el siguiente. Puede ser que estas dimensiones sean más claras y de mayor impacto en el poema que, de alguna forma, hace que el nombre del libro tenga sentido. No sé si por coincidencia o por diseño, Nostalgia de Sirio no deja de recordarme a The shadow of Sirius, la serie de hermosas elegías que W. S. Merwin le escribió a un perro amado, y que comparte muchos recursos (formales y espirituales) con este libro.

“En la muerte de mi gata”, el poema del que hablo, recuerda a Merwin por su depuración técnica y por la capacidad de generar imágenes claras sobre el vínculo entre una persona y su mascota. También hace que el ser querido, que ya se fue, aparezca como una serie de sugerencias o gestos, en lugar de como la construcción de una presencia añorada (“Y me mira / mirarla / a través de esta niebla / que es su sueño / de tierra”). Aquí, D’Aquino se mantiene enfocado, terrestre, materialista, donde Merwin se decantaba por mirar al cielo (“my star in the fog of morning / I think you can always find me”), pero en ninguno de los dos poemas existe una solución: la añoranza y el duelo son marcas que se extienden, y su resolución queda en manos del tiempo con su incertidumbre. Este poema, con su elegancia y el eje gatuno que tiene, se integra cómodamente a la breve pero intensa colección de elegías animalarias de la poesía mexicana, entre Abigael Bohórquez y Gerardo Deniz.

Así como, a lo largo de su vida, ha trabajado en sus propios términos, sustentando su trabajo desde su propia editorial y manteniéndose fuera de la discusión en la medida de lo posible para no desaparecer, D’Aquino dota a su colección de poemas con una versatilidad difícil de encontrar en un contexto de libros-proyecto y poemas completos. Aunque los textos vienen de varias fuentes, van por diversas ramas y juegan con diferentes instrumentos formales, cada uno tiene una solidez particular y expande nuestra noción de las habilidades del poeta. Las imágenes de laboratorio que aparecen entre los textos también nos dicen algo sobre el autor: su interés por la belleza y la perfección de lo mínimo no tiene, como quizás lo hace en otros poetas de su generación, un cariz religioso o contemplativo: lo suyo es más bien la disección, capturar la cosa en todas sus funciones y sus posibilidades, describirla de la manera más efectiva posible.

Para cerrar este primer acercamiento, quiero aventurarme a decir que D’Aquino podría conectar mejor con una generación más joven de la poesía mexicana: una para la que el interés por la naturaleza y la influencia de la language poetry estadounidense son claves. Más que en compañía de su generación, la poesía de Nostalgia de Sirio podría sentirse cómoda con los textos de Maricela Guerrero, Javier Peñalosa o Inti García Santamaría, o incluso con poetas más jóvenes, como Andrea Alzati y Clemente Guerrero. Su búsqueda de claridad lírica sin dejar la sofisticación conceptual, su conocimiento de la forma y su capacidad de experimentación serían un contraste interesante para la textura de ese monstruo que nos da por llamar “poesía joven”. En una escena donde llega a ser cansado repetir tantos estereotipos y hablar de las mismas cosas, saber que estamos en compañía de un poeta como Alfonso D’Aquino resulta aire fresco, pues nos muestra la artificialidad de muchas preconcepciones alrededor del ejercicio lírico. Su poesía es rara: es profundamente formal, y aun conoce plenamente los instrumentos de la vanguardia; juega conceptualmente, pero no deja de escribir en un español inteligible. Es el tipo de escritores que hace falta leer cuando el mundo se estanca. ~

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(Naucalpan, 1994) escribe poemas y ensayos. Su primer libro, Fracción continua, fue publicado por el FOEM en 2022.


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