Cuando se anunció en el Festival de Cannes 2022 que Audrey Diwan sería la encargada de dirigir una versión actualizada de Emmanuelle –basada en la novela erótica homónima escrita por Emmanuelle Arsan y publicada en 1967– no pude más que sentirme emocionada e intrigada. Había visto la adaptación cinematográfica de El acontecimiento (2021) que Diwan dirigió a partir de la novela corta de Annie Ernaux; la cinta la llevó a ser premiada con el León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia y a mí me dejó tan fascinada que se convirtió en una de mis películas favoritas del año. Saber que Diwan actualizaría la obra erótica con la posibilidad de darle un giro completamente distinto hizo que de inmediato sintiera un mayor interés por ver lo que aportaría a través de su visión y creación cinematográfica.
El guion fue escrito y adaptado libremente por Diwan junto con Rebecca Zlotowski. El papel protagónico lo obtuvo la actriz Noémie Merlant y se le sumaron al elenco Naomi Watts, Will Sharpe, Jamie Campbell Bower, Chacha Huang y Anthony Wong como parte del reparto secundario. La cinta se estrenó en la inauguración de la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián el 20 septiembre de 2024.
Desde los primeros minutos de la cinta, Merlant logra cautivar con su presencia magnética al interpretar a una Emmanuelle que se encuentra en un vuelo de primera clase hacia la deslumbrante ciudad de Hong Kong. Ahí es observada por un hombre; Emmanuelle aparenta no darse cuenta, pero es ella quien en realidad lo seduce. Se dirige al baño y el hombre la sigue, ambos acuerdan mantener un breve encuentro sexual; podemos observar en la mirada de Emmanuelle que no logra alcanzar el orgasmo. A pesar de estar acostumbrada a los encuentros sexuales casuales, siente que ha perdido el placer. Al regresar a su asiento se da cuenta de que otro hombre la mira de manera inquisitiva. Lo que en principio es nada más un simple viaje de negocios, para Emmanuelle significará también la búsqueda del deseo y el placer sexual femenino a través de numerosos encuentros sexuales.
Una vez que llega y se instala como huésped del suntuoso Rosefield Palace Hotel descubrimos que trabaja para una cadena de hoteles de lujo como inspectora de control de calidad. Un poco más tarde conoce a Margot (Naomi Watts), la gerente, y Emmanuelle le cuenta de un pequeño incidente ocurrido con uno de los empleados. En realidad, Emmanuelle ha sido enviada por sus superiores para buscar cualquier excusa con tal de despedir a Margot, quien ha estado haciendo un muy buen trabajo dirigiendo el hotel en donde todo funciona a la perfección. Una mañana Emmanuelle se encuentra con Kei (Will Sharpe), el otro hombre del avión, hospedado en el mismo hotel; es un ingeniero que mantiene un bajo perfil durante su estancia y una actitud misteriosa. Emmanuelle comienza a sentir interés por él y no duda en intentar seducirlo, sin lograr que Kei ceda ante ella, por lo que acrecienta esta fascinación de índole sexual y no amorosa.
Si bien la mirada femenina ha estado presente en el cine erótico durante décadas, esta ha sido visiblemente desplazada por los cánones masculinos. Es común pensar que el erotismo es meramente creado por y para la mirada masculina debido a que la construcción de planos, la cámara y el montaje contienen escenas hipersexualizadas que presentan a las mujeres como objetos de deseo. Son simples cuerpos creados con la finalidad de satisfacer las fantasías masculinas, esas historias no son construidas para que la audiencia femenina se sienta identificada. Por fortuna esto ha ido cambiando poco a poco y, en los últimos años, se les ha prestado más atención a trabajos de directoras que han construido piezas de ficción con el tema del erotismo fuertemente presente en su tensión narrativa: las figuras femeninas tienen control sobre sus propios cuerpos, son observadas a través del trabajo de cámara con delicadeza, exploran su sexualidad de una manera naturalmente cómoda y se les añade densidad como personajes.
Esta nueva forma de representación evita caer en estereotipos. Las figuras eróticas femeninas del pasado que eran unidimensionales y sumisas ante los hombres han sido reemplazadas por personajes más complejos, sin miedo a demostrar su libertad sexual y que desafían constantemente las normas sociales. Con ello, se desarticulan las estructuras patriarcales y se subvierten los cánones impuestos en el cine, pues rehúyen de los discursos moralistas donde las mujeres son reprendidas o juzgadas. Esto puede concebirse como la creación de un lenguaje propio del cine de mujeres.
Con su visión, Diwan logra desmontar el arquetipo de Emmanuelle creado por Arsan y que reforzó la primera adaptación cinematográfica de 1974 del cineasta Just Jaeckin. Rompe con las estructuras patriarcales del cine erótico al darle la vuelta a la mirada masculina mediante una narrativa en la que el mítico personaje se vuelve un retrato de la sexualidad liberada e independencia femenina. Emmanuelle se encarga de anteponer sus propias reglas. Las escenas eróticas son representadas a través de la cámara de Diwan con ingenio, pues elimina lo explícito y se enfoca en el anhelo femenino del placer y la búsqueda del deseo. De igual forma la trama abre como tema de conversación la importancia del consentimiento mutuo, así como los límites de la sexualidad de Emmanuelle y con quiénes decide llevarlos a cabo.
Pero Diwan no solo le da autonomía a su protagonista para manifestar su libertad sexual, también le da poder en el ámbito profesional con un empleo que le permite moverse en un mundo de élite y constantes viajes. Lo mismo ocurre con el personaje de Margot, quien es presentada como una mujer segura de sí misma y muy responsable en su trabajo. Aunque las razones por las que los supervisores de Emmanuelle quieren que encuentre algún motivo para echar a Margot nunca son explicadas, basta con suponer que es por su ambición como mujer profesional que intenta sobresalir en un entorno dominado por los hombres.
En varias secuencias la cineasta desdibuja los límites entre la fantasía y la realidad durante los encuentros sexuales de Emmanuelle, cuyas ensoñaciones parecen ser mostradas. La dirección de fotografía –que, por momentos, juega con las sombras, las luces y la paleta de colores– aporta matices que enfatizan el entorno y destacan los escenarios que encaran y forman parte del deseo. Si bien Emmanuelle es una cinta erótica, ya hemos señalado que no es explícitamente reveladora durante los encuentros sexuales; esto nos recuerda que el erotismo es la capacidad de despertar el deseo sexual a través de la sugestión. En cuanto al uso de encuadre, la relación de aspecto panorámica sitúa a Emmanuelle en el centro de la historia, lo cual le permite tener un espacio principal en una narrativa que la encaminará hacia el destino que tanto anhela.
Al desafiar las reglas y clichés del cine erótico, el valor de la subversiva cinta de Audrey Diwan estriba en su acierto por cuestionar los cánones masculinos impuestos en ese género cinematográfico. Se atreve a imaginar de nuevo al consabido personaje erótico dándole autonomía sobre su propio cuerpo y subjetividad, pues le permite explorar su sexualidad sin ser cosificada. Esto la convierte en una obra que destaca entre las otras adaptaciones cinematográficas e, incluso, que reinventa el propio libro de Arsan. ~