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Judith Butler

Los sentidos del sujeto

Traducciรณn de Paula Kuffer

Barcelona, Herder, 2016, 256 pp.

Lo que llamamos sujeto estรก formado por los sentidos (cuerpo) y por el lenguaje. Por un lado, los sentidos no son vehรญculos pasivos desde un sentido formativo, sino que en el acto de percibir se da una conformaciรณn de lo percibido; por el otro, el lenguaje es social y preexiste al sujeto (individuo), y por lo tanto hablar del sujeto como una realidad fija, o como una identidad fรกcilmente accesible, es pura quimera. La filรณsofa estadounidense Judith Butler (Cleveland, 1956) se propuso, al recoger los diversos ensayos que conforman este libro, no โ€œdescubrir y exponer su origen o crear series causales, sino describir quรฉ actรบa cuando yo actรบoโ€. Lo hace a travรฉs, sobre todo, de sesudas incursiones en Descartes, Merleau-Ponty, Malebranche, Spinoza, el joven Hegel y Kierkegaard. A veces Butler cede un poco hacia la historia del pensamiento, yendo hacia el autor en vez de traerlo a nosotros si es necesario. En el orden de los matices, me ha sorprendido que una filรณsofa de la formaciรณn de Butler, al tratar un tema caro a la fenomenologรญa, no haya tenido en cuenta los importantes descubrimientos de la neurociencia de nuestros dรญas. En este sentido, hay un poco de exceso academicista. Pero, una vez dicho esto, creo que las investigaciones llevadas a cabo son notables.

Primero el cuerpo. Butler supone que el โ€œcuerpo no se conoce o identifica al margen de las coordenadas lingรผรญsticas que establecen los lรญmites del cuerpoโ€, pero sabe que el cuerpo excede todo esfuerzo lingรผรญstico. Toda escritura supone un cuerpo, pero nunca aparece completo. Estรก mรกs presente en los escritos de Proust que de Descartes, pero siempre es evasivo en cuanto totalidad. No se puede reducir a su representaciรณn, a su conceptualizaciรณn ni es un mero efecto del discurso. Entonces, ยฟquรฉ es? Lo que no podemos, a la manera de Descartes, es olvidarnos de que el cuerpo influye en lo que pensamos. Malebranche, que Butler compara con Descartes a partir de Merleau-Ponty, afirmรณ que el orden de la inteligibilidad ideal se revela a travรฉs de la experiencia sensible. Hay una discordancia entre la existencia y la idea. Y quizรกs por esto el fenomenรณlogo francรฉs lo considerรณ como un antecedente del pensamiento del siglo XX. El sentimiento es central a la hora de que aparezca el relato del yo en el lenguaje. El yo no es un sรญ mismo que llega al ser sin pasar por el lenguaje, y el lenguaje, ya lo hemos dicho, siempre es signo de un cuerpo. El yo nace a partir del sentimiento, de una sensibilidad referencial a un afuera. Hay una pasividad previa al relato del yo. Pero ยฟcรณmo podemos concebir la sensibilidad como punto de partida del conocimiento? Este es un tema complejo que el neurocientรญfico Antรณnio Damรกsio ha indagado con minuciosa penetraciรณn, pero debemos seguir aquรญ a Butler, quien afirma que โ€œni el sujeto que toca ni aquel que es tocado permanecen separados e intactos en ese instanteโ€, y ese entre solo puede definirse por los tรฉrminos: pasajes, divisiones y proximidades. Toda indagaciรณn por mรญ mismo es oscura, porque no hay un sรญ mismo que no suponga la referencia a otro lugar, a un afuera. Tanto para Berkeley como para Malebranche, Dios es quien dota de perspectiva y de realidad a todas las cosas, lo que, segรบn Berkeley, hace que las cosas sean mรกs allรก de nuestra percepciรณn. La pregunta por la realidad de la naturaleza del sentimiento, de los sentidos โ€“cree Butlerโ€“, se โ€œbasa en la idealidad de su destinatario, en lo inaprensible del referente, lo irreductible del ideal a cualquiera de las perspectivas de su bosquejoโ€. Eso fue lo que Merleau-Ponty pensรณ, que hay que partir de la inadecuaciรณn del pensamiento consigo mismo. No es que el pensamiento en sรญ mismo sufra una carencia sino que todo pensar lo es en y por un cuerpo que estรก siempre siendo hecho al tiempo que no deja de hacer. La libertad se apoya en una pasividad, pero es, por definiciรณn, invenciรณn. La alteridad es un requisito esencial de lo humano y de su emergencia. Ciertamente, esto no es un descubrimiento del autor de Fenomenologรญa de la percepciรณn (1945), y Antonio Machado teorizรณ al respecto con penetraciรณn y sรญntesis admirable al afirmar que el ser es esencialmente heterogรฉneo, y que todo lo uno padece su alteridad.

Spinoza afirmรณ en su ร‰tica que todo lo que es persevera en su ser, y que โ€œel esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de la cosa mismaโ€. El yo, pues, emerge en ese tejido particular del deseo, cuya naturaleza es querer ser, y mi afirmaciรณn en lo comunitario, de cualquier orden, nunca podrรก subsumir mi singularidad. Butler explica con claridad esta encrucijada: โ€œla singularidad es lo que produce el horizonte radicalmente abierto, la posibilidad del propio futuro […] pues el cuerpo, en su deseo, es aquello que hace que el futuro permanezca abiertoโ€. Pero el deseo nunca puede estar completamente satisfecho, o resultar solo mรญo: inmerso en la sociabilidad y en la universalidad potencial, busca preservar y aumentar su ser. Butler, lectora de Freud, apunta en esta tensiรณn a la bรบsqueda de un equilibrio en Spinoza: el sujeto irreductible es social, y busca en la pluralidad de lo social un horizonte รฉtico: mi afirmaciรณn es afirmaciรณn personal, pero tambiรฉn es afirmaciรณn de ese otro que forma parte necesaria de mi posibilidad.

El amor es un desafรญo al sujeto, a esa entidad que dice yo. Butler estudia esta pasiรณn alteradora en el joven Hegel, quien escribiรณ sobre ello en โ€œFragmento de un sistemaโ€ (1800) olvidรกndose del tema en su obra madura. Quizรก me equivoque, pero carece de interรฉs para el tema del libro. A veces, Judith Butler se pierde en ejercicios acadรฉmicos muy inteligentes y esforzados, pero, ยฟpara quรฉ? Sin embargo, hay un ensayo sobre โ€œLa desesperaciรณn especulativa de Kierkegaardโ€ que es esplรฉndido. El filรณsofo danรฉs criticรณ precisamente a Hegel, y consideraba un fracaso toda reflexiรณn filosรณfica que quisiera explicar la pasiรณn, la existencia, la fe. Para Kierkegaard la desesperaciรณn es una pasiรณn que el sistema hegeliano no puede sintetizar, una discordancia. Butler se pregunta con tino si, a su vez, Kierkegaard no logra โ€œentender la conceptualizaciรณn especulativa que es inherente a la nociรณn de desesperaciรณn que se opone a la especulaciรณnโ€. Pero los dos filรณsofos no estรกn tan lejos en su concepciรณn del yo como aquello que incesantemente se estรก convirtiendo en lo que ya es. Algo que estรก en proceso y que es. El yo en cuanto a la tarea de constituirse en sรญ mismo es finito; pero en la medida en que es una posibilidad actualizada de una fuente infinita de posibilidades, es infinito. Esto solo puede vivirse, no superarse a lo Hegel. Para el danรฉs, el repudio de mi posibilidad infinita supone la caรญda en la desesperaciรณn (La enfermedad mortal), o bien cabe la opciรณn de tener fe, aunque esta de ningรบn modo pueda resolver el problema. Se puede asumir la paradoja de no ser el origen de su propia existencia, y abrazar la fe, que no harรก sino confirmar la paradoja existencial. Lo infinito participa del yo, pero nunca podrรก pertenecer a este. Lo infinito no puede ser pensado sino que es el lรญmite del pensamiento, no puede, en rigor, ser conocido. El maestro danรฉs lo dijo de manera memorable: โ€œMis Textos deben fracasar al expresar lo infinito, y es en virtud de ese fracaso que el infinito se afirma.โ€ Y cuando toda negociaciรณn ha fracasado, surge la fe, que en su caso no supone ningรบn ascetismo ni apartamiento de la vida finita. Entregado a esa angustia que supone lo irresoluble de la existencia, Kierkegaard, en La enfermedad mortal, imagina un pequeรฑo y admirable suceso, citado por Butler, y que sin duda influyรณ en Unamuno, y que nos parece un cuento de Kafka: โ€œSupongamos que un autor cometiera una errata y que esta llegara a tener conciencia de que era una errata. Entre parรฉntesis digamos que en realidad quizรก no fuera una errata, sino algo que mirรกndolo desde muy alto formaba parte esencial de la narraciรณn รญntegra. La cosa es que esa errata se declara en rebeldรญa contra el autor y movida por el odio le prohibรญa terminantemente que la corrigiese, diciรฉndole como en un loco desafรญo: ยกNo, no quiero que se me tache, aquรญ estarรฉ siempre como un testigo de cargo contra ti, como un testigo fehaciente de que eres un autor mediocre!โ€

No sรฉ si somos una errata, para ello habrรญa que suponer un texto perfecto (Dios) y creer en รฉl. La conciencia del yo, de lo irreductible frente al desafรญo de mis posibilidades, que son al tiempo una afirmaciรณn y negaciรณn de mรญ, quizรกs sea mรกs ajustado. No una errata sino una errancia, puesto que estรก asistida por el tiempo, una narraciรณn de algo, la existencia misma, que nos excede. Eso parece mover las reflexiones de Butler sobre el sujeto, que no es una oposiciรณn a un objeto sino una relaciรณn que se engendra mutuamente. ~

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(Marbella, 1956) es poeta, crรญtico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro mรกs reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fรณrcola, 2020)


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