Por qué el primer amor no se acaba nunca

Una reseña de 'Agua salada', de Charles Simmons.
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Charles Simmons

Agua salada

Traducción de Regina López Muñoz

Madrid, Errata Naturae, 2017, 168 pp.

“¡Oh juventud! ¡Juventud! Nada te importa, es como si poseyeras todos los secretos del universo, e incluso la tristeza te inspira, incluso la pesadumbre te sienta bien, con tu seguridad y tu caradura, dices: ‘¡Soy el único que está vivo, miradme!’” Es uno de los lamentos finales de Sergéi Nikoláievich, el joven protagonista de Primer amor, la novella de Iván Turguénev publicada en 1860. Es una obra melancólica y melodramática sobre la pasión y el dolor del amor adolescente.

Sergéi, un adolescente sensible y amante de la poesía, experimenta con el primer amor el paso hacia la madurez: “Mi ‘pasión’ comenzó aquel día. Recuerdo que me sentí como debe sentirse un hombre cuando se convierte en un trabajador del Estado: de súbito dejé de ser un simple niño pequeño; pasé a ser otra cosa, alguien enamorado.”

En 1998, el editor, crítico literario y novelista estadounidense Charles Simmons, que dirigió The New York Times Book Review y satirizó el suplemento literario en la novela The belles lettres papers, escribió Agua salada, una relectura autobiográfica de Primer amor. Simmons se inspira en la obra de Turguénev, y aunque tiene un componente melodramático similar, es una novela elegante, ágil y moderna. Simmons, un amante precoz de la literatura y la poesía como Nikoláievich (en su primer año de carrera en Columbia, cuenta su obituario del New York Times de junio de este año, consiguió entrar en la clase sobre Shakespeare del poeta y profesor Mark Van Doren, a pesar de ser más joven de lo permitido, y en el último examen, que consistía en identificar ocho fragmentos diferentes de obras de Shakespeare, acertó todas las respuestas), comienza la novela con una frase contundente: “En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó.” La historia de Agua salada podría desbocarse en un melodrama pasteloso y efectista, pero Simmons es un escritor contenido y conciso, que consigue reflejar con pocas pinceladas el dolor y la confusión de un adolescente tras una traición amorosa.

Michael tiene quince años y veranea en Bone Point, una isla ficticia en la costa de Nueva Inglaterra. Su padre tiene un velero y salen a navegar a menudo. La isla está apartada y durante la Segunda Guerra Mundial el ejército estadounidense la utilizó para maniobras militares. En el verano del 63, el último verano antes de la muerte de Kennedy, una aristócrata rusa se instala en una casa cerca de la familia. Viene con su hija Zina (como la princesa de Turguénev), de la que se enamora perdidamente. Zina es espontánea, creativa, soñadora, con mucho carácter pero también con brotes de melancolía y depresión. Quiere ser fotógrafa y enseña al joven Misha (lo llama Misha, por Michael, y Petrovich, por ser hijo de Peter) a fotografiar la costa. Pasean, navegan, beben vodka, juegan con sus perros, nadan, bailan. Ambos mienten sobre su edad: ella tiene 20 pero dice tener 21, él 15 pero dice tener 16. Como en la obra de Turguénev, a Michael le obsesionan los momentos de condescendencia de Zina, que lo trata como el menor que es. Su amor no es simétrico. No es un romance al uso porque no llega a serlo. Zina está enamorada de otro hombre, mayor que él. Y Melissa, una chica a quien Michael conoce de toda la vida, está enamorada de él. Le regala poemas que luego Michael regala a Zina. Michael traiciona a Melissa y Zina traiciona a Michael. Simmons resuelve el embrollo amoroso con sutileza, sin grandes alardes, con silencios y miradas.

La muerte final del padre, ahogado en el mar, se produce a la vez que el desencanto amoroso de Michael, lo que produce en el joven una sensación que mezcla el desamparo y una maduración precoz: “Mientras estaba de pie junto a madre y escuchaba las fórmulas de condolencias, percibí lo desvalidos que estábamos ahora los dos. Padre era el único que tenía conocimiento del mundo; madre y yo no sabíamos nada.”

Agua salada es una obra sencilla y cuidada. Adapta una historia decimonónica exuberante y la convierte en una novela luminosa, fresca y contemporánea. A ratos recuerda a los cuentos de Salinger, en otras ocasiones se asemeja a los dramas familiares de Roth, a la desmembración de la familia burguesa ideal en una década repleta de cambios sociales. Como en la obra de Turguénev, el protagonista narra la historia décadas después. Lo que ocurrió en el verano del 63 le marcó la vida: “Ahora soy mayor que mi padre cuando se ahogó. No sé por qué sigo sintiéndome como un niño.” ~

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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