Mi distopía española. Preparados para lo peor

Emmanuel Macron, presidente de la República francesa, anunció poco después de la celebración de la fiesta nacional que iba a reclutar a media docena de escritores para que imaginaran futuras amenazas posibles. Lo que ideen los escritores servirá para que Defensa se prepare. Ha creado incluso un grupo, en el que también habrá futurólogos, que depende del Ministerio de los Ejércitos y trabajará en colaboración con la Dirección general de las relaciones internacionales de la estrategia y la Agencia de la innovación y la defensa. En Letras Libres hemos pedido a algunos escritores que imaginen su distopía, y así nos preparemos para lo peor.
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España será una provincia de China. Ya desértica casi en su totalidad por el cambio climático, con las ciudades de la costa bajo el agua debido a la subida del nivel del mar, lo único que mantendrá será su destino como lugar turístico. Se habrán levantado junto a la nueva línea de costa megaurbanizaciones para el ocio siguiendo el modelo de Marina D’Or. También habrá casinos por doquier, y el plato típico será un mix, light y bio, entre el arroz tres delicias y la fabada. El interior se habrá convertido literalmente en la España vacía: no habrá nada de nada, ni pueblos ni ciudades ni ruinas porque el sol y China lo habrán destruido todo. Solo reinará la tierra agrietada. Los centros históricos que eran dignos de visitarse y conservarse, como los de Salamanca, Granada o Sevilla, habrán sido fielmente desmontados y vueltos a montar en las gigantescas Marinas D’Ors de las costas, convenientemente adaptados para la vida de turista, que será la nueva y única ciudadanía. Por ejemplo, las fuentes de la Alhambra se habrán convertido en piscinas, y el Prado en un restaurante donde probar la sangre encebollada junto a las Pinturas Negras. Hará años que China no tenga que ocultar que su conversión a Imperio se debió a que, desde finales del siglo xx, llevaba sustituyendo a parte de sus ciudadanos humanos por cíborgs, especialmente en el trabajo esclavo, lo que permitió que su economía ocupara el primer lugar. “Jamás en los últimos siglos permitimos la explotación. Quienes trabajaban sin descanso eran robots, pero no hemos podido contárselo al resto del mundo hasta hace poco, pues eso habría impedido hacernos con el control para salvar el planeta. A día de hoy ya no hay guerras, el trabajo lo hacen encantadoras máquinas y los humanos disfrutan de vacaciones eternas, sin tener que tomar más decisiones que su próximo destino turístico, la elección del menú o el programa de ocio. Y todo está convenientemente diseñado para el cuidado de la salud y la felicidad”, dirá una de las emperatrices.

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(Huelva, 1978) es escritora. Ha publicado 'La ciudad en invierno' (Caballo de Troya, 2007) y 'La ciudad feliz' (Mondadori, 2009).


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