En días pasados se suscitó un abierto intercambio de opiniones en las páginas de cultura del periódico Reforma acerca de la preocupante inmovilidad en México de la antología Poesía en movimiento, realizada en 1966 por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. Aparentemente todo comenzó con un detalle, cuando para encabezar la nota sobre una conferencia que dio José Emilio Pacheco en la UNAM se destacó que “El escritor José Emilio Pacheco aseguró haber pedido a Jaime Labastida, director de la editorial Siglo XXI, que suspendiera la reedición de Poesía en movimiento (1915-1966), antología que compiló con Octavio Paz y Alí Chumacero, ya que desde su perspectiva se ha convertido en ‘todo un problema’. ‘Este libro no debería llamarse poesía en movimiento, sino poesía inmóvil. Tiene más años de vida que los que tenía yo cuando la hice’.” (Reforma, 5 de septiembre, 2003.) Homero Aridjis hizo público su desacuerdo —entre otras cosas por haber sido omitido en dicha nota como autor del libro—, porque “para bien o para mal, Poesía en movimiento, 37 años después de su publicación, sigue siendo punto de referencia obligado para conocer la poesía mexicana del periodo que comprende”. Y puso sobre la mesa el problema de fondo en esta discusión: “Varias antologías de poesía mexicana, hispanoamericana y de lengua española han salido después de Laurel y de Poesía en movimiento, pero tienen el defecto, por un lado, de descalificar a poetas consagrados, y por el otro, de incluir a poetas muy discutibles excluyendo a los buenos. Cuando releo las antologías susodichas, aunque estoy consciente de su temporalidad y sus limitaciones, pienso que las buenas antologías son hechas por buenos poetas.” (Reforma, 6 de septiembre, 2003.) Pacheco lamentó la molicie de lo asentado por los micrófonos y puntualizó sus afirmaciones al respecto: “Poesía en movimiento está muy bien como un libro de 1966, pero se inmoviliza desde el momento en que funciona como representativo de la actividad poética en 2003. No tengo objeción (al contrario: orgullo y agradecimiento) si se considera digna de equipararse, en un sentido menos abarcador, a lo que fue Laurel en 1941. Es decir, una antología histórica que por definición no puede representar nada posterior a la época en que fue hecha.” (Reforma, 8 de septiembre, 2003.) Terció Jaime Labastida proponiendo a sus autores vivos una nueva versión de este libro, desde su calidad de actual director de Siglo XXI: “Siglo XXI no tiene ningún derecho de suspender la publicación de una antología ya clásica; más aún, si uno de sus autores, Octavio Paz, ha muerto y su voluntad no podría ser reflejada en las modificaciones que se pudieran hacer a la misma. […] Sin embargo, Pacheco no deja de tener razón al exigir una nueva antología que refleje el movimiento de la poesía mexicana después de 1966. Siglo XXI ofrece a Chumacero, Pacheco y Aridjis la posibilidad de publicar la secuencia dinámica de la poesía mexicana, después de 1966.” (Reforma, 9 de septiembre, 2003.) Víctor Manuel Mendiola intervino en esta polémica y dijo que: “El primer problema fundamental de una antología no es quiénes serán seleccionados, sino quiénes son los recopiladores. Ahí se encuentra el origen de la fortuna o desgracia de esta clase de libros.” Y finalmente José Emilio Pacheco agradeció a Jaime Labastida su ofrecimiento, pero declinó la responsabilidad de hacer una secuencia de Poesía en movimiento: “En mi opinión, el libro fue ante todo obra de Octavio Paz. Sin él no considero que debamos intentar una segunda parte. En cambio, creo indispensable una antología actual, capaz de abarcar el siglo XX, y estoy seguro de que esa tarea corresponde a los jóvenes del nuevo siglo.” (Reforma, 10 de septiembre, 2003.)
Queda claro que el asunto de fondo no es tanto la prolongada reedición y significado histórico de Poesía en movimiento como la falta de una obra semejante para lo que ha pasado después en la poesía mexicana. Hay un hueco cada vez más evidente y no es por falta de poetas.
Poesía en movimiento no fue sólo una acertada antología en su hora, sino también una imaginativa tesis sobre la poesía mexicana de la primera mitad del siglo pasado. Es la tesis de la modernidad en ella. A través de esta tesis, la poesía mexicana aparece por primera vez con una particular fisonomía dinámica que nos sigue pareciendo válida y útil para entenderla. Sin embargo, nadie ha podido refutar o prolongar competentemente esta tesis.
Se han publicado no pocas antologías después de Poesía en movimiento que retoman y amplían el mismo periodo temporal que esta obra abarca. ¿Por qué no logran emularla? En parte por lo que dice Homero Aridjis, pero también porque lo que leemos aún en ese libro es no tanto una obra de crítica como un libro de texto: el manual de la poesía mexicana moderna que nos facilitaron sus célebres compiladores. Ha faltado, por parte de las nuevas generaciones, una recepción menos conformista de la herencia.
Hay que entender que una antología es, esencialmente, una obra de crítica literaria. Por eso se necesita una competente crítica literaria para que surja una antología perdurable; sólo será perdurable una obra que aporte una visión coherente y rigurosa de una literatura. No estamos ante un problema de creatividad poética, ni siquiera de autoridad intelectual, sino de crítica. La crítica es el género de las antologías. ~
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