Paisajes después de la batalla

La pandemia tendrá efectos en la economía y la sociedad. De la digitalización a la globalización, de los ganadores a los perdedores, este es un panorama de la incertidumbre.
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Permítame el lector tomar prestado el titulo de la novela de Juan Goytisolo para realizar un ejercicio, todavía prematuro, de avizorar e intentar prever alguna de las consecuencias que la pandemia, un acontecimiento de cierto regusto medieval, está teniendo y va a tener sobre nuestra vida individual, económica y política.

Es este un ejercicio arriesgado porque, sin duda, se verá desmentido por los hechos futuros, ya que nunca el ojo del huracán es el mejor observatorio para la reflexión, y esta discusión va a dominar el debate los próximos meses y posiblemente años, pero habrá que empezarla cuanto antes, aunque sea con una visión todavía muy parcial.

Veamos, pues, tomando el título literario, cuáles son los paisajes y los cambios que esta pandemia está dejando y va a dejar en nuestras vidas y en el mundo y qué nos podemos encontrar cuando esta batalla haya, por fin, concluido.

Paisaje numero 1:

las distopías, a veces, suceden

Acostumbrados a ver las catástrofes naturales en directo por la televisión, los ciudadanos de la próspera Europa nunca habíamos pensado que alguna vez nos podían pasar a nosotros.

Cada vez que proyectamos el futuro lejano, nuestra visión se topa con la distopía: el mundo orwelliano o de Blade runner o de Alien son mundos que nunca han pasado de la ficción. Las distopías son distopías y como tales nunca suceden.

Pues bien, una de las distopías que ha alimentado con más frecuencia la ciencia ficción y la literatura y nuestro imaginario colectivo, literario y visual, la de la pandemia global, está aquí, con, guardando las distancias, semejantes consecuencias y los mismos miedos que las pandemias medievales, alterando radicalmente nuestras vidas y proyectando sobre nosotros incertidumbres y angustias que nunca creímos que fuéramos a experimentar en el siglo XXI, digitalizado, globalizado y tecnificado.

¿Qué hubiéramos pensado de quien pronosticase hace solo un año que el mundo se iba a enfrentar a una pandemia global que iba a confinar en sus casas a la mayoría de la población?

Produce vértigo asistir en vivo y en directo desde nuestro particular confinamiento a un fenómeno que determinó la vida de nuestra sociedad desde la Edad Media hasta la ultima pandemia global en el ya lejano 1918, la mal llamada gripe española. Y no deja de ser una distopía por el hecho de ser algo conocido en la historia y ya experimentado por la humanidad: las plagas y las pandemias (la última global hace más de un siglo) siempre han formado parte de nuestra historia, pero en nuestro horizonte vital eran escenarios tan distópicos, aunque a veces ucrónicos, como los de cualquier película o novela de ciencia ficción, cuyo arranque muchas veces ha sido el mundo de los supervivientes de la última pandemia.

Paisaje número 2: 2020,

el año de la pandemia

La afirmación de que nada va a ser igual después de la Covid-19 es recurrente en los últimos días: casi todo el mundo parece convencido de que este evento marcará un antes y un después en el devenir de la humanidad y aparecerá en letra negrita en los libros de historia.

Es muy posible que esta pandemia desempeñe el papel que muchas veces han desempeñado en la historia las guerras o las crisis de hiperinflación o la gran depresión de los años veinte del pasado siglo, reestructurando radicalmente países, activos y estructuras económicas, pero todavía es muy pronto para decirlo; los efectos sociales y económicos de esta pandemia serán mayores o menores dependiendo de muchos factores, pero time matters: cuanto más tarde en resolverse la crisis sanitaria y más tardemos en dejarla atrás, mayores serán sus consecuencias.

Podemos estar ante la famosa curva “en V” que predican los gobiernos más optimistas, que nos devolverá pronto a la normalidad perdida o ante un cambio prolongado y duradero que determine y marque la vida de nuestra sociedad en los próximos decenios e incluso siglos.

De la respuesta que den los gobiernos en el frente sanitario y económico dependerá en gran medida dónde aparecerá la pandemia en los libros de historia, si abriendo capítulo o como un simple párrafo en el dedicado al siglo XXI.

Pero en todo caso podemos estar seguros de que el año 2020 será conocido como el año de la pandemia, el año en que los ciudadanos de todo el mundo tuvieron que recluirse en su particular Decamerón Digital para vivir una situación inesperada y excepcional. También es seguro que el confinamiento va a figurar en letras destacadas en nuestras biografías individuales.

Paisaje número 3:

¿Se imagina alguien esta crisis en un mundo analógico?

Hagamos un ejercicio de ucronía o pasado ficción: imaginémonos esta situación de confinamiento sin medios digitales, sin teletrabajo, sin educación online, con un único canal de televisión, sin comercio electrónico o sin apps capaces de monitorizar o informar a los ciudadanos, y eso por no hablar de un sistema sanitario o de investigación carentes de tecnología.

Podemos estar seguros de que esta crisis hubiera tenido unos efectos mucho más devastadores en la economía y las empresas, en la posibilidad de mantener el confinamiento y en los efectos sobre la vida de las personas y su equilibrio en una situación tan compleja.

Esta crisis nos ha permitido entender y experimentar el cambio y salto adelante que está suponiendo la digitalización para nuestras sociedades y cómo está contribuyendo a cambiar nuestras vidas.

El confinamiento nos está permitiendo realizar un test a escala real de la digitalización de nuestras vidas y nuestras sociedades, y hay realidades que ya no serán iguales después de este 2020: el teletrabajo o la educación online tendrán un desarrollo y consolidación mucho mayores en los años que vienen.

Esto está permitiendo la realización de experimentos sociales que hubiera llevado años poner en marcha: ¿cuánto tiempo hubiéramos tardado en tener una población a nivel mundial de cientos de millones teletrabajando al mismo tiempo? ¿Cuándo la educación a distancia ha sido tan masiva? ¿Cuándo el ocio digital ha sido la fuente principal de entretenimiento de cientos de millones de personas?

Vivíamos en un mundo donde lo analógico estaba siendo desplazado o invadido por lo digital, de manera que ambos se convertían en una sola realidad, y nos hemos encontrado con una situación en la que súbitamente lo digital es la única realidad posible en ámbitos tan importantes como el trabajo o la educación.

También esta crisis nos ha permitido entender el valor y la importancia de las redes de banda ancha de nueva generación. Durante los últimos años hemos oído lo que sonaba como un eslogan: España tiene más conexiones de fibra óptica que Francia, Alemania y Reino Unido juntos.

Pues bien, ya sabemos para qué sirve de verdad la fibra óptica en España: para hacer teletrabajo masivo, garantizar la educación online y, no menos importante, mantener a pleno rendimiento las plataformas digitales de ocio. Otros países discuten cómo poner límites a las normas de net neutrality para permitir todos los servicios, no es el caso de España.

Paisaje número 4:

el virus de la desglobalización

La pandemia está teniendo lugar en un mundo globalizado, pero ya antes de que ocurriera había sido cuestionado como nunca: muchas personas han culpado, de manera inconsistente a mi juicio, a la globalización de la crisis de 2008 y hoy nos encontramos con un liderazgo político mundial en que el único imperio existente ha renunciado a ejercer su liderazgo y ha empezado a defender el ensimismamiento egoísta, las guerras comerciales y el America first.

Pocos escenarios peores para afrontar un fenómeno global, la pandemia, como el que tenemos en la actualidad: globalización y comercio mundial en crisis, y resurgimiento de un populismo nacionalista que pone el énfasis en barreras nacionales y los límites con los grandes proyectos de integración y los mecanismos de gobierno global nacidos en la ultima posguerra mundial en crisis. El sálvese quien pueda hoy está convirtiéndose en la receta favorita de supervivencia a la pandemia para muchos gobiernos.

Hoy la desglobalización es una posibilidad más real que ayer, y es posible que transitemos del mundo de hoy, cada vez menos globalizado pero todavía global, a un mundo que redescubra que las fronteras protegen y las naciones defienden, poniendo fin al mundo global que hemos vivido desde la segunda mitad del siglo XX.

Pero no es un escenario inevitable aunque es más probable después del virus que antes y sin duda los populistas y nacionalistas de todo tipo se armarán de un buen arsenal de argumentos durante esta crisis.

Paisaje número 5:

vuelve la responsabilidad individual

Nuestra generación nunca pensó que se iba a enfrentar a una situación donde la responsabilidad y la conducta individual tuvieran algún papel que desempeñar en una situación de crisis colectiva.

El pacto social del siglo XX posterior a la Segunda Guerra Mundial implicaba transferir, a cambio de nuestros impuestos y nuestro voto, la responsabilidad y consecuencias de nuestra conducta individual y su posible trascendencia colectiva. La responsabilidad en la resolución de los problemas se delegaba y nunca iba a depender de nuestra conducta individual con independencia de que sus consecuencias nos afectaran individualmente.

Pues bien, hoy nos vemos confrontados uno a uno y de manera individual con las consecuencias sociales de nuestra conducta personal: el contagio no depende solo de las medidas que tomen las autoridades, depende también de algo tan simple pero tan radicalmente singular como quedarnos en nuestra casa aislados.

Esta es una experiencia insólita e inédita para varias generaciones de personas que desde la posguerra mundial no viven una situación donde conducta individual y problemas colectivos se estrecruzan, donde dejamos de ser meros espectadores.

Y esto ocurre con la sorpresa de descubrir que los débiles están a la intemperie y que estos débiles no son los que preveíamos. No son los inmigrantes, no son los sin techo, son nuestros ancianos quienes se han convertido en la parte mas vulnerable de nuestra sociedad y en muchos casos están afrontando esta crisis en una situación angustiosa de abandono y soledad. Este colectivo, que todos creíamos protegido y muy influyente en ciertos aspectos sobre la opinión publica, se ha convertido en la víctima propiciatoria de esta crisis.

Estamos viviendo dos pandemias, no (solo) la de los pobres y los ricos sino la de los jóvenes y la de los ancianos, dos experiencias radicalmente distintas. Algunos han caído, solo por un tiempo, en la tentación de volar los puentes de la solidaridad intergeneracional. Sean cuales sean las consecuencias de la pandemia en el ámbito politico y económico, dejará huella en la noción que esta sociedad tiene de sí misma, sus fortalezas y debilidades.

Paisaje número 6:

una crisis sin pecadores ni culpables.

En nuestra economía y vida social nunca hemos visto una crisis tan radical, abrupta y extendida por toda la geografía mundial, con miles de millones de personas paralizadas y una economía que si no está totalmente congelada es porque la digitalización ha permitido amortiguar alguno de los efectos de la pandemia y el consiguiente confinamiento.

Tampoco hemos visto, ni siquiera en 2008, una respuesta más radical y contundente de los gobiernos utilizando todos a la vez el Big Bertha de los recursos públicos masivos para contener las consecuencias de esta crisis con unas cifras inéditas y hasta ahora insólitas.

En esto se diferencia de la crisis de 2008, pero también en otra cosa: esta es una crisis sin pecadores ni culpables, sin chivos expiatorios. No es posible (aunque algunos lo intentarán) hacer un juicio moral de la crisis, esta vez no son la quiebra de los bancos ambiciosos con directivos multimillonarios ni los países indolentes que derrochaban los recursos que recibían de los países mas eficientes y ahorradores los causantes de la crisis, sino un fenómeno imprevisto e imprevisible como una pandemia.

Esto debería permitir afrontar la crisis que vendrá el día después sin esos prejuicios y ataduras que se tuvieron en el pasado, cuando una lectura moral de la crisis impidió a algunos países y regiones tomar las medidas de respuesta necesarias a tiempo.

Paisaje número 7:

la paradoja china

Uno de los fenómenos más singulares y preocupantes de esta crisis está siendo el papel de China. Origen de la pandemia, practicante de una política tardía de diagnostico laxo y reacción autoritaria, hoy aparece en sectores de la opinión publica occidental como el país que arregló su crisis y el modelo a seguir, generoso donante de ayuda a los países mas afectados.

China está volcando ahora todos sus esfuerzos en la propaganda, haciendo olvidar su responsabilidad crucial en esta pandemia, cuyo origen se encuentra en prácticas sanitarias poco compatibles con el siglo XXI, un aspecto que las autoridades chinas trataron de ocultar todo el tiempo que les fue posible.

El riesgo de este fenómeno es evidente: no se puede permitir que el aparente éxito sanitario chino empañe la realidad de lo que China representa hoy como modelo político y social y como gran contendiente en el mundo del liderazgo tecnológico y digital.

El beneficio de inventario es muy complicado con China: aceptar China como modelo y no entender el trasfondo autoritario de su sistema político es un gran peligro solo comparable al de la cada vez más común confusión entre Trump y los Estados Unidos. Además, hoy China va a obtener una paradójica ventaja competitiva: al haber sido la primera región económica en dejar atrás la pandemia y a un coste relativamente menor va a estar durante los próximos años en condiciones de competir con ventaja en la economía y la industria global. La pandemia en los demás países se puede convertir, directa o indirectamente, en la locomotora de la recuperación de la economía China.

Hay que cuidarse por tanto de la seducción del modelo autoritario, tan atractivo en momentos de crisis. Si combinamos esto con la tentación desglobalizadora y nacionalista, el panorama futuro puede ser muy preocupante.

Paisaje número 8:

ganadores y perdedores

Ya podemos empezar a proponer sin mucho riesgo de equivocarnos algunos de los candidatos a figurar en cada una de las listas, tanto en la economía como en la geopolítica global.

En el mundo de la economía y la industria es evidente que algunos sectores industriales se van a ver afectados de manera radical y duradera: no parece que para el sector de las líneas aéreas o el turismo vaya a ser una crisis pasajera, no solo por la paralización más radical que la de otros sectores que están sufriendo, sino porque no es difícil adivinar que la conducta de los clientes y consumidores va a cambiar de manera duradera.

Veremos en estos y otros sectores de la economía una radical recomposición que probablemente estará acompañada de un proceso de concentración y consolidación de estos sectores en pocas empresas que sean capaces de competir y, posiblemente, un reforzamiento de las empresas portadoras de nuevos modelos de negocio.

En el ámbito de los ganadores, más allá de los obvios como los fabricantes de medicamentos, deberíamos situar a todos aquellos sectores y empresas que han aprovechado las ventajas de la digitalización de una u otra manera: las empresas de comercio electrónico, de software y las plataformas digitales de todo tipo deberían ser las ganadoras de esta crisis junto con algunos sectores más tradicionales que van a poder mejorar su posición precisamente porque son la base de esa digitalización, principalmente las empresas de telecomunicaciones pero también otras como las de logística.

También en la geopolítica mundial vamos a ver confirmado el principio de que en este siglo XXI los países ricos y pobres no serán los que tengan o carezcan de materias primas o infraestructuras, serán los que hayan entendido y afrontado mejor los retos de la digitalización.

Desde ese punto de vista, la región que abarca China y buena parte de Asia, por razones diferentes, se vislumbra como la gran ganadora de esta crisis que han resuelto o evitado antes y en un mundo en que su prestigio ha aumentado tras unas semanas de condescendiente superioridad occidental.

Europa y EEUU tienen todas las posibilidades de salir con vida de esta situación pero dañados, y la gravedad dependerá del tiempo de la salida de la crisis y sus consecuencias.

Hay otras regiones del mundo que probablemente van a ser las grandes perdedoras de esta crisis, ya que ni tienen la ventajas asiáticas de la digitalización ni los sistemas sanitarios americano y sobre todo europeo: África y probablemente America Latina. Tampoco parece que esta vaya a ser una buena coyuntura para Rusia o para los países menos desarrollados de Oriente Medio.

En el ámbito geopolítico, por tanto, veremos en los años próximos aumentar la brecha digital que ya se estaba abriendo entre unas regiones (China, EEUU y hasta cierto punto Europa) y el resto del mundo. Las tendencias geopolíticas que veíamos apuntadas, lucha de China y EEUU por el liderazgo político y tecnológico, se van a consolidar y profundizar en los años próximos.

Paisaje número 9:

el déjà-vu Europeo

Europa se enfrenta en poco tiempo a una nueva crisis existencial y en un momento muy delicado, tras la salida del Reino Unido, y necesitada, una vez más, de tomar decisiones rápidas y radicales. Sin embargo, aquí hay un cambio respecto de 2008; la inexistencia de pecadores latinos de países católicos del sur debería mover esta vez a la indulgencia protestante de los países mas severos con la disciplina financiera.

Pocas cosas hacen pensar que esto vaya a ser así y corremos el riesgo de que una Europa carente de liderazgo político fuerte, con Angela Merkel de salida, vuelva a tomar el camino del too little too late que hizo que la crisis de 2008, en la que Europa entró en términos comparativamente mejores que EEUU, fuera más fuerte y duradera en nuestro continente que en el país de los bancos que la habían provocado.

Es una buena oportunidad para establecer mecanismos regionales capaces de afrontar las crisis globales, fortaleciendo el papel político y económico de la Unión o de profundizar en respuestas económicas rápidas y mutualizadas que permitan dejar atrás de manera rápida y coordinada los efectos sociales y económicos de la pandemia y afrontar con éxito sus consecuencias a medio y largo plazo. Esto permitiría sentar las bases de una Unión Europea posbrexit capaz de ser un jugador relevante en el siglo XXI.

Pero nada hace pensar que de nuevo Europa no vaya a aprovechar la oportunidad de dejar pasar una buena oportunidad.

Paisaje número 10:

¿El fin de la sociedad abierta?

En este complejo escenario, las democracias tienen que demostrar una vez más que son capaces de resolver las crisis.

Todo este escenario nos permite preguntarnos si esta nueva crisis sin precedentes y con un alcance tan radical va a profundizar en los riesgos y acechos que esta sufriendo en este siglo XXI la sociedad abierta, democrática y globalizada.

Muchos son los riesgos que afrontamos: la tendencia a la desglobalización, el renovado prestigio de los sistemas autoritarios de impronta china, el resurgimiento de los nacionalismos y la vuelta a la discusión sobre la libertad individual frente a la seguridad colectiva que tiene una nueva perspectiva en el mundo digital. Ninguno de estos riesgos es nuevo, pero se incrementarán una vez que la pandemia pase.

Hay quien cree que hay que elegir entre privacidad y seguridad o entre libertad y seguridad y que este es el momento de acabar con la democracia representativa implementando un nuevo tipo de democracia virtual, esta sí, distópica.

Y este va a ser, por desgracia, uno de los debates a los que tendremos que enfrentarnos una vez que esta crisis haya pasado y tengamos que empezar a lidiar con sus consecuencias.

También desempeñará un papel relevante en esta discusión el modelo de Estado social que queremos preservar para el futuro, a la vista de que el que tenemos o creíamos que teníamos no siempre ha sido o no va a ser capaz de mantenernos a resguardo de las turbulencias de la pandemia o de sus consecuencias económicas o sociales.

Y no tranquiliza pensar que tenemos que afrontar estos retos tan radicales con una generación política que ante esta crisis, en lugar de ejercer el liderazgo político, ha decidido, en la mayoría de los países occidentales, emboscarse detrás de los técnicos sanitarios, a los que les ha correspondido el triste papel de suplir decisiones políticas con decisiones técnicas. Esto ha impedido en muchos caso adelantarse a los acontecimientos con el coraje y la valentía social y política necesarias. Los expertos pueden dar opiniones o criterios normalmente bien fundados, pero no pueden suplir la falta de liderazgo político.

En los próximos años nos enfrentaremos a debates radicales que van a marcar el futuro del mundo y la vida de las próximas generaciones. ~

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es abogado del Estado (en excedencia) y experto en regulación y economía digital. Ha sido secretario de Estado de telecomunicaciones y director general de asuntos públicos de Telefónica. Preside la Comisión de
Digitalización de la Cámara de Comercio de España.


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