Ensayos de comprensión 1930-1954, de Hannah Arendt

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Determinadas artes, y vamos a partir de la hipótesis fecunda, creo yo, e insuficientemente explorada, de que el pensamiento es un arte, están tan ligadas a su tiempo que envejecen inevitablemente con él. Que esto es lo que pasa con la fotografía y el cine nadie podrá negarlo. Cuando hoy vemos una película antigua, lo que más nos llama la atención es el mundo que era su escenario, entendiendo como mundo tanto el paisaje urbano, o rural en su caso, como los comportamientos sociales, y toda la gestualización ritual asociada a ellos, moda y costumbres incluidas por supuesto. Es decir, un clima, un aura incluso sería tal vez más exacto, que nos restituyen momentáneamente un pasado más o menos remoto y por el que sentimos más o menos nostalgia. El argumento en sí sólo nos interesa en segundo lugar, y generalmente lo encontramos más anacrónico todavía que las imágenes que contemplamos, hasta el punto de que hoy podríamos decir que el argumento de esas obras no es otro que el mundo que representan. Esto no sucede en cambio con la literatura, a pesar de haber sido escrita en épocas infinitamente anteriores al cine o a la fotografía, lo que no sólo es debido a la estrecha dependencia de la técnica de estas últimas. Por eso se sigue leyendo a los clásicos. No porque nos hablen de un mundo pretérito, sino al contrario, porque nos hablan del mundo de hoy. Entonces, la pregunta sería: ¿sucede lo mismo con la filosofía, cuya pretensión es precisamente hablarnos de nuestro ser en el mundo? ¿Envejece a medida que pasa el tiempo? A primera vista diríamos que sucede lo mismo que con la literatura. No hay más que pensar en Platón. Pero, ¿y en los demás casos? ¿Quién lee hoy a Spinoza, a Kant, a Heidegger? Sirva esta digresión de preámbulo al comentario del reciente libro de Hannah Arendt publicado en nuestro país, Ensayos de comprensión, 1930-1954.

1930-1954 son las fechas entre las que Hannah Arendt escribió estos textos. Años fecundos en acontecimientos tanto históricos como biográficos, cuyo rastro podemos seguir fácilmente en ellos. El título del libro es obra de su editor americano, Jerome Kohn, último ayudante de Arendt en la New School for Social Research, y no es otra cosa que el subtítulo de uno de los ensayos que contiene el volumen: De la naturaleza del totalitarismo. Ensayo de comprensión (Hannah Arendt trabajaba desde 1945 en una de sus obras capitales, Los orígenes del totalitarismo). De modo que lo que en última instancia se trata de comprender en estos ensayos es la naturaleza del totalitarismo, que marcó, gravó tal vez fuera más exacto decir, precisamente aquel período de años, y cuyas secuelas perduran todavía hoy en Europa, y naturalmente fuera de ella. Y habría que preguntarse ahora si las nuevas formas de totalitarismo emergentes son sólo secuelas de aquellas que analizara Hannah Arendt, o fenómenos completamente distintos, aunque su raíz sea la misma. Porque hoy el caldo de cultivo es otro, hoy las circunstancias son otras, y no siempre es cierto que la historia se repita. La historia que aparentemente se repite es siempre otra historia, como son otros sus protagonistas, sean activos o pasivos, y precisamente por eso resulta casi siempre impredecible, aunque sea previsible.

Los textos reunidos en estos ensayos de comprensión pertenecen pues a distintos momentos históricos y biográficos, y a distintas ocasiones (reseñas de libros, conferencias, efemérides, comentarios, artículos de fondo, etc.) En ellos el lector de Arendt va a encontrar nombres y temas familiares, que la autora desarrollaría en otros libros suyos. A Heidegger, Jaspers, Kierkegaard o Kafka están dedicados algunos. En otros nos habla en cambio de “el problema alemán”, de la culpa, del fascismo y del comunismo, de la religión o de los intelectuales. Temas, como se sabe, sobre los que Arendt no dejó nunca de reflexionar. Pero todos tienen ese denominador común que tan bien expresa y compendia el título, todos son en el fondo ensayos de comprensión, o ensayos “sobre las dificultades de comprensión”, como reza el subtítulo de otro de ellos. Y lo primero que hay que decir de este libro, es que nos ayuda efectivamente a comprender aquellos años, como nos ayuda también a comprender lo que vino después, que finalmente desembocó en este mundo nuestro de hoy tan difícil de comprender. O tan fácil, según se mire. De modo que no puede decirse precisamente que los textos de Hannah Arendt hayan envejecido, sino más bien todo lo contrario. Baste un ejemplo. El tema de la emancipación femenina, a casi 75 años de distancia, sigue planteándose hoy prácticamente en los mismos términos en que los planteaba ella. Pero éste no es, ni mucho menos, el único ejemplo, y ni siquiera es ésta la principal virtud de este sugestivo y profundo libro, aunque algunas de sus esperanzas se hayan visto frustradas y hoy nos puedan parecer ingenuas, como por ejemplo su fe ciega en el espíritu pacificador de los Estados Unidos, comprensible, por lo demás, en los años en que fueron escritos los textos. La principal virtud, digámoslo sin rodeos, es que Hannah Arendt nos da qué pensar en un mundo en que el pensamiento es cada vez menos necesario, tiene cada vez menos influencia, y ha perdido prácticamente todo su prestigio. Y nos da qué pensar precisamente en todo eso, en cómo todo eso ha sido posible y en lo que podemos esperar y no esperar en adelante. La reflexión de Hannah Arendt no es una reflexión filosófica, como ella misma nos recuerda en tantas ocasiones. “Yo no pertenezco al círculo de los filósofos. Mi profesión, si puede hablarse de algo así, es la teoría política”, dice en la entrevista que abre estos ensayos. Arendt era consciente de que sólo con la filosofía poco se podía hacer por el mundo. La suya es pues una reflexión política. O más exactamente una reflexión que reivindica la política, a la vez que una política que reivindica la reflexión. Reflexión sobre el mundo y los acontecimientos que lo transforman, sobre la voluntad del hombre y su relación con la libertad, sobre la conciencia y la pérdida de conciencia, sobre la responsabilidad y la indiferencia, el pensamiento y la acción, o los peligros que entraña un progreso incontrolado. De todas estas cosas tratan estos Ensayos de comprensión. Todas ellas temas políticos de primera magnitud sin duda, aunque hoy la política ya no se ocupe demasiado de ellas, preocupada como está exclusiva y obsesivamente por un único tema: el poder. ~

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(Madrid, 1950) es crítico literario y traductor. En 2006 publicó el libro de relatos Esto no puede acabar así (Huerga y Fierro).


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